sábado, 24 de junio de 2017

Atardecer amargo

Se sentó en la orilla de la playa para contemplar los últimos rayos de sol que, como cada tarde, teñía el cielo de sangre. Sorbió un trago de su cerveza fría mientras observaba sus pies descalzos enterrándose en la arena. Miró a su lado buscándole, aún sabiendo que aquella playa estaba desierta. Se preguntó si allí donde estuviera también se verían atardeceres, si mientras los observara la buscaría a ella. ¿Qué importa? Nunca podrá saber la respuesta. Apretó fuerte los ojos con la cara mirando hacia el cielo y algunas lágrimas se escaparon de ellos al mismo tiempo que las gotas de agua se resbalaban de su lata  de cerveza. Y dos pensamientos inundaron su mente: la inmensa tristeza de no poder compartirla con él, y la absoluta importancia que tenía - y tiene- disfrutar de algo tan insignificante como aquel instante. Dio otro sorbo. Habían pasado ya más de 20 meses pero no había pasado aún un sólo día en el que no le echara de menos, en el que no sintiera que algún día se volverían a ver. Más de 20 meses pero seguía sin saber arreglar su cuerpo destrozado. Su mente perturbada, su alma descosida. Se sorbió los mocos y se secó las lágrimas. Nada podía hacer ya. A veces esforzarse por recordar y otras por no hacerlo. Imposible no acabar volviéndose loca. Bebió otro trago y vació el resto de la cerveza en la arena. "Tragos al suelo por los que se fueron" pensó. Cómo si fuera a servir de algo. Y sonrió. Fueron buenos amantes hasta de la cerveza. Suspiró y se puso de pie, alejándose de allí mientras la luna solitaria y la oscuridad se hacían con el cielo. Y supo que en su corazón ya siempre sería de noche.