martes, 29 de diciembre de 2015

Síndrome de abstinencia

El amor es la droga más fuerte que conozco. Al principio piensas que puedes controlarla, pero te vas enganchando cada vez más y más con cada dosis. Y de todos los amores que he probado, el tuyo era el más adictivo. El que más colocaba. Y me encantaba dejarme llevar por el vicio.
Ahora ya sólo me queda el mono, que trepa por todo mi cuerpo y se cuelga de cada una de mis venas, volviéndome loca, llenándome de ansia, de temblores, de noches en vela y días de pena. Me declaro adicta al sabor de tus besos, a las caladas de tu perfume, al tacto de tu piel deshaciéndose en mi lengua.
Y no hay metadona que pueda calmar mis nervios, que sustituya el subidón de amor en mi pecho, de adrenalina recorriéndome el cuerpo cada vez que me rozabas con tus dedos.
Nada me gustaba más que ponerme ciega de ti hasta sentir esos síntomas tan claros, la piel de gallina al sentir tu aliento, las gotas de sudor que echaban carreras por mi espalda, mariposas en las manos, el cielo en el estómago, volar. Pasar de cero a cien en un segundo. Drogarme de ti era vivir en una nube. Y solo me bastó probarte una vez para engancharme incontrolablemente, para que te convirtieras en mi mayor adicción.
Ya no puedo conseguir tu amor, nadie puede ni si quiera acercarse a lo que era tenerte delante y sólo de verte ya me temblaban las piernas.
No te imaginas lo duro que es dejar una droga de golpe y con semejante grado de adicción. Dicen que este es el peor caso de síndrome de abstinencia que se haya diagnosticado en toda la historia de la drogadicción.
Y todo por esa droga pura sin cortar, esa droga que era tu amor.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Eterno como el amor más puro

Hay días en los que no puedo parar de pensar en todas las cosas que no te he dicho, en todas aquellas que no te he preguntado. Menuda mierda saber que ya nunca te las podré decir mirándome en esos ojos que reflejaban el fin del mundo, el fin del mundo en tus retinas.
Pero ya de nada me sirve preguntarme qué hubiera pasado, ni si quiera qué pasará. Me tengo que conformar con lo que está pasando.
Intento encontrar nuevas formas de llegar a ti, de sentirte conmigo porque no te siento y nada me duele más que haber perdido esa sensación de protección que me transmitías, esa sensación de seguridad, de tocar la felicidad en la palma de tus manos, de beberla a tragos de tus labios.
Te echo de menos, no puedo evitarlo. No puedo, joder. No soy capaz de coger aire sin que me duela. No puedo disfrutar de la vida ahora, el dolor es tan intenso que me lo impide. Daría todo por volverte a abrazar una vez más, como la última vez en la estación, que te aprete muy fuerte con lágrimas en los ojos y te pregunté que si me amabas. "Te amo, claro que te amo" me dijiste. Yo sí que te amaba, porqué mierdas no te lo diría. Lo intento vida, te juro que lo intento, pero no soy capaz de superar esto, esto me supera a mí millones de veces.
Siempre nos decíamos que si nos veíamos en todos nuestros estados (despeinados, saliendo de la ducha, recién despertados, desmaquillados, sudados, despues de hacer el amor, borrachos, llorando, desnudos...) y nos seguíamos queriendo significaba que lo nuestro era amor del bueno. Y nos vimos en todos los estados y nos seguimos queriendo, incluso empezamos a amarnos. Pero yo he ganado, Lila. Yo te he visto en un estado en el que tú puedes estar feliz de que no me verás nunca. Yo te he visto muerto y nunca jamás te había visto tan horriblemente feo como ese día, ni si quiera parecías tú, ni si quiera era capaz de reconocerte. Pero ni si quiera así te he dejado de querer, si no que te he amado con todas mis fuerzas, ¿y sabes por qué? Porque nuestro amor no era del bueno, era del mejor. Del más puro. Y por eso NUESTRO AMOR SIEMPRE SERÁ ETERNO.
Te quiero con toda la locura del universo. Por favor, no lo olvides.
Quédate conmigo.
Alioli vida.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Nunca nada volverá a ser como antes

Las cosas cambian. Todo lo que nos rodea está en un continuo cambio permanente. Da igual lo mucho que nos guste una situación, lo que nos enamore un estado de ánimo, todo cambia todo el tiempo, inevitablemente. Y a veces los cambios son buenos, pero otras no. Y yo sé que nada volverá a ser como antes, que nada volverá a ser igual. Que tu muerte marca un antes y un después, un final y un principio. El final de lo más bonito, de lo que pudo ser lo más feliz, el principio todavía no se ni de qué.
A veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiese sido al revés, si la que se hubise muerto fuera yo, me pregunto cómo hubieses reaccionado tú, que hubieses hecho para superar lo mucho que me echarías de menos, porque yo ya no se que hacer. Han pasado dos meses y sigo sin poder evitar llorar desconsoladamente todos los días.
Que hace dos meses que me vaciaste el corazón de promesas y me lo llenaste de mierda, mierda que salpica cada vez que late y que ensucia a los de mi alrededor, a los que más me quieren. Y sufren, sufren por ti pero por mi más, por verme así, como si tuvieran miedo de que me haya muerto contigo, a pesar de seguir respirando. Y no quiero que sufran, por eso intento que nunca nadie me vea llorar, que no tengan que empatizar con este dolor que me va desgarrando el alma y la vida, y que no me deja disfrutar del tiempo que me queda.
Porque al fin y al cabo éramos eso, el tiempo que nos quedaba. Sólo que pensábamos que ese tiempo iba a ser eterno.
Te echo de menos, joder.
El primer invierno sin ti, mi sensación térmica es del doble de grados bajo cero.
¿Dóndo estás? Por favor, no te alejes de mi.
TE AMO.
Alioli azul

martes, 22 de diciembre de 2015

Soñando bonito

Hola Lila,
ya sé que últimamente no te estoy escribiendo tanto, pero es porque a veces no me atrevo, me asusta la idea de estar escribiéndole a Nada. Y que ella ni si quiera te lo cuente. Pero te echo mucho de menos, muchísimo. Hoy ha sido 22, vida. Hoy hace dos meses desde que tuvimos que decirnos definitivamente adiós.
Tengo que contarte muchas cosas, la primera es que antes de anoche soñé contigo, y era el sueño más corto y absurdo que te puedas imaginar, pero estabas allí conmigo y yo podía tocarte y te decía lo mucho que te quiero y que te amo, y tú te reías, te reías a carcajadas. Creo que nunca he odiado tanto al despertador. Fue triste despertarme pero, ¿sabes?, estuve todo el día con la sensación de haber estado contigo hacía muy poco tiempo, como si sólo llevara un día sin verte. Y después de estos dos eternos meses sin poder abrazar tu voz, sin poder escuchar tus manos, vuelve esa sensación que tanto temo olvidar, que tanto me asusta perder. Menos mal que de vez en cuando me vuelve en sueños, como una ráfaga de energía reconfortante, como esas ganas que se atragantan al recordar lo que era besar tu pelo.
Me voy a ir de viaje, vida. Lejos, muy lejos. Y voy a volar alto, más arriba de las nubes, y veré las ciudades pequeñas y lo insignificante que parecemos allí abajo, y quizás te sienta un poco más cerca en ese cielo azul, aunque sólo sea un poco. Y ojalá si estás aquí vengas de vez en cuando a ver lo que yo vea, a sentir lo que yo sienta. Me hubiese encanado poder compartir contigo esta aventura, poder contarte lo que voy a hacer, lo que voy a ver, lo que voy a comer. Y enseñarte fotos a la vuelta, millones de fotos, y traerte la pulsera más fea que hubiese, sólo por molestar. Sólo porque fuese la costumbre. Y tú te la pondrías y la cuidarías como si fuese de oro.
Pero no puedo, así que tendré que disfrutar el viaje por los dos, vivir el momento, saborear el lugar. Y espero que me ayude a superar esto. A estar mejor. Mi madre siempre me dice que los viajes sirven para limpiar la mente, y eso espero.
Y menos mal que me voy, te confieso que estaba deseando huir de estas fechas tan odiosas. Si antes no me gustaban, ahora con más razón. Ojalá esos días consigas que tu familia sienta el calor de tu compañía y no ese frío de tu ausencia, sé que ellos lo van a pasar peor, que esos días tan señalados te van a echar en falta en especial, que son las primeras navidades que no estás. Y no serán las últimas.
Te extraño muchísimo, mi amor. Me sigue pareciendo tan jodidamente fuerte que nos haya pasado esto... a veces me evado del mundo, mi mente se quiebra, me quedo en blanco. Y sigue tan fuerte este nudo en el pecho... a veces noto como se aprieta.
Te quiero martillo grande, bichito.
Ayer, ahora y siempre.
Te azuleo por el cielo.
Alioli amor





viernes, 18 de diciembre de 2015

La eternidad de dos meses

No puedo soportarlo más, no puedo soportar que no estás, no soporto no poder hablar contigo, escuchar tu voz, ver tu cara sonriente. No puedo dejar de sentir que pude haber hecho algo más para ayudarte a seguir aquí, que no hice lo suficiente para salvarte la vida y que por eso en parte ya no estás, ni vas a volver. Hoy hace dos meses desde el puto accidente que me jodió la vida. Que se llevo a mi Vida, a mi Lila, a mi amor. Dos meses que se me han hecho eternos sin ti, pero que a la vez parece que no ha pasado el tiempo. Hay quienes dicen que me ven mejor pero no tienen ni puta idea. Que me distraiga y me ría de vez en cuando no significa que estoy bien, ni mucho menos mejor. Porque no lo estoy, porque me siento exactamente igual que cuando estábamos en el hospital rezando (literalmente) para que te despertaras de una puta vez y estaba tan segura de que te ibas a despertar que no podía tener miedo de que te murieses. Pero no te despertaste, y ahora a veces sigo teniendo la sensación de que te vas a despertar, de que te vas a poner bien. Pero no lo harás. porque no pudiste luchar para seguir aquí. Y mira que eras cabezón, pero esa pared fue más dura que tú, mucho más. Siempre te decía que era incapaz de imaginarme mi vida sin ti, porque así lo pensaba y así lo sentía y ahora no me queda más remedio que vivirla sin ti. Y no puedo, es tan difícil mi amor. Me lo dabas todo, todo lo que necesitaba lo encontraba en ti, eras todo en uno. Por eso eras la última persona que podía imaginar que se iba a morir, porque eras la más especial de todas, la más especial del universo.
Todo el mundo dice que hay que darle tiempo al tiempo, que él será quién haga sanar un poco la herida tan grande que tu muerte me ha dejado en el corazón, que es quién hará que cicatrice. Pero sé que ni todo el tiempo que me queda de mi vida será suficiente para llenar ese vacío tan grande en el que se ha convertido mi alma, porque antes de irte la vaciaste y te llevaste lo mejor de mí, para siempre.
Todo el mundo dice que hay que dejar que pase el tiempo porque es la única manera de estar mejor pero yo no quiero que pase el tiempo porque cada día que pasa te siento más lejos de mí, más lejos desde la última vez que te vi, desde que hicimos todas esas cosas juntos, desde la última vez que nos besamos y nos abrazamos con esa magia que nos envolvía, que nos enamoraba.
Joder, que no se dormir sin tus buenas noches ni respirar sin tus te quieros.
Que no puedo escuchar música sin llorar a mares, porque todas las canciones hablan de ti, de los dos, de lo que ya nunca tendremos.
Todo el mundo dice que tiene que pasar el tiempo pero son los primeros que quieren que pase extremadamente deprisa, y a veces me agobian porque quizá para ellos estos dos meses se hayan pasado como una eternidad de días para pasar página. Como si dos meses fuesen suficientes para fingir que me he acostumbrado a vivir sin ti. Eso es porque no pueden imaginarse lo especial e importante que eras y eres en realidad para mí, aunque nunca se lo contara a nadie.
Y sé que tengo muchas razones por las que seguir luchando, por las que seguir levantándome a pesar de todo, pero eso no hace que deje de ser difícil, ni una puta mierda.
Antes pensaba que cuando me muera nos juntaremos, allí donde vayan las almas, pero estos días me he dado cuenta de que aun así será una puta mierda, porque si el cuerpo se queda aquí y se pudre o se quema, ya nunca más volveré a ver tu cara, a besar tus labios, a olerte la piel. Ni si quiera cuando me muera y si es que nuestras almas se encuentran, podremos ir al cine juntos, o salir a patinar, o montar en bici. Aunque nuestras almas se encuentren ya no podremos hacer nada, no podremos tocarnos, no podremos mordernos, ni si quiera creo que las almas puedan hacer el amor. Entonces ya no me queda consuelo. Ni si quiera cuando me muera. ¿Y si no nos reconocemos?
Así que lo único que puedo pensar ahora es que tendremos otra vida, aunque sea en otros cuerpos, en la que nos volveremos a encontrar y nos enamoraremos y nos haremos felices todos los días, todos los días hasta el final, hasta que se acabe el mundo. Porque te prohíbo volver a marcharte antes que yo, te prohíbo que me vuelvas a dejar aquí.
Te azuleo mi amor, con toda la locura del mundo. Hasta Neptuno ida y vuelta.
Alioli vida.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Prometimos amor eterno que duró un momento

Me encantaba eso de regalarnos juntos primeras veces a estas alturas de la vida. Nos quedaban muchas más primeras veces de las que podíamos imaginar. Mañana es otro 15 sin ti, sin tu amor. Otro puto día 15 sin oír tu voz.
Nadie me hacía sonreír como tú. Nadie podrá hacerlo, nunca nadie será tú.
Puedo asumir que te has ido, pero no puedo asumir que no vas a volver. ¿Qué pasa conmigo?. Esto es una gran y jodida mierda, que duele como nada y escuece como nunca.
Daría todo porque volvieras, porque me miraras otra vez de esa manera. Daría todo por rozar tus labios, por besar tu piel.
Cuando estabas en el hospital tu abuela me dijo que le decías que me ibas a arrancar el pendiente del labio de un beso, y el problema es que no quiero que me lo arranque nadie más.
Te juro que te hubiese hecho feliz mi vida, si te hubieses quedado. Pero ya no lo sabrás, ni yo tampoco. Todo hubiese sido tan diferente, hubiese sido tan genial...
Ahora ando por la vida con esta cara larga y estos ojos tristes.
- ¿y tu felicidad, niña?
- Se mató en un accidente de moto.
Y lo que se muere no vuelve. La mataste contigo.
Y fue un accidente porque no tenías que morirte, porque tu eras de esa clase de personas que merecen ser eternas. Como el amor más puro, como el nuestro. Eternas como el infinito del universo. Por eso quiero pensar que estás allí, divagando entre las galaxias, enamorando a las estrellas, esperándome a mí.
¿Cómo se puede echar tanto de menos a alguien?
Te quise, te azuleo y te amaré siempre.
Feliz 15 bicho azul.
Nos vemos en Neptuno.


jueves, 10 de diciembre de 2015

Despedidas con alioli

Hola vida,
tu prima dice que este año nos toca la lotería, que ya es hora de que nos pase algo bueno y que no paras de cambiarle la hora al reloj de su cocina, que suerte tiene. Ya sabes que si de verdad tocara las primeras personas de las que me acordaría sería tu familia, porque siempre te prometía que si algún día me tocaba la iba a compartir contigo y a diferencia de ti me gusta cumplir lo que he prometido, y a raíz de ti ya no prometo nunca nada.
¿Sabes una cosa? Odio ser tan fuerte. Odio no ser capaz de rendirme, de plantarme. Odio no ser capaz de decir "se acabó", meterme en la cama y no volver a salir hasta dentro de 200 años, porque te juro que es lo único de lo que me quedan ganas. Pero no puedo, algo me impide retirarme, algo me obliga cada día a luchar por oprimir el dolor, por aferrarme a cada pinchazo que siento en el corazón cada vez que late sin tu voz. Hay algo que me obliga a secarme las lágrimas todos los días, que me hace ponerme de pie y practicar esa sonrisa finjida que ya es lo único que me maquilla la cara, esa sonrisa tan falsa como contestar que estoy bien cuando alguien me pregunta. Pero en el fondo nadie lo sabe, nadie puede tener ni puta idea de lo muchísimo que te echo de menos, de lo dificilísimo que es vivir con este dolor en el pecho.
No puedo asumirlo vida, lo siento. No puedo asumir que te has marchado, que ni si quiera te has despedido.
Prometimos no decirnos 'adiós' jamás, incluso inventamos otra palabra, la sustituimos por 'alioli' y joder, me encantaba despedirme de ti con esa palabra, esa palabra significaba que no era una despedida de verdad. Pero lo fue. Lo fue y no lo sabíamos, y pasó de significar 'hasta luego' a un 'hasta nunca'. ¿Hasta nunca vida?, ¿cómo has podido decirme hasta nunca?. Dime cómo coño te has atrevido a marcharte así, a irte sin mí, a dejarme aquí, jodida y desolada por el resto de mis días.
Joder, si yo lo único que quería era tener una puta vida normal, ¿por qué no puedo?, ¿por qué no voy a poder tenerla nunca?, ¿era tanto pedir?, ¿de verdad?.
No te imaginas las ganas que tengo de mandarlo todo a la mierda, porque todo es una mierda inmensa sin ti, que no me apetece hacer nada cada vez que me acuerdo de que tú estás muerto y no lo puedes hacer. ¿Cómo puedes estar muerto grandísimo cabrón?. Hacerme esto a mí, con lo que yo te quería, con lo que te quiero, con lo que te necesitaba... No hay derecho. No hay consuelo.
Nada, nunca y nadie. Esas son las tres palabras que más me representan.
Dolor, frío y rabia las tres sensaciones que siempre me acompañan.
Antes éramos dos, ahora tengo que volver a ser sólo yo y no puedo serlo sin ti, por eso ya no sé ni quién coño soy, ni a dónde coño voy. Pero algún día yo también me moriré y, quien sabe, quizás ese día me vuelva a encontrar si te encuentro junto a mi.
Alioli mi amor.
Te azuleo más allá de la muerte, de la vida, de La Tierra, de Neptuno. Más allá del infinito, del fin del mundo. Más allá.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Los sueños que se convirtieron en recuerdos

Antes me dormía imaginándome todas las cosas que planeábamos hacer juntos. Todas las fiestas, los bailes, los viajes. Me imaginaba a los dos viviendo juntos, haciéndote el desayuno por las mañanas. Me imaginaba yendo a buscarte al trabajo para darte una sorpresa, empapelarte la habitación con notitas de amor, caminar cogidos de la mano. Nos imaginaba dándonos todos los besos que no nos habíamos dado, las conversaciones que tendría con tus amigos, con tus padres. Los nombres de nuestros hijos, de nuestros animales. Nos imaginaba recorriendo mil sitos, bebiendo cerveza en mil lugares, aprender a conducir en ese coche.
Ahora ya no puedo imaginarme nada. Me duermo recordando, recordando cada palabra, cada instante, cada sensación que vivímos juntos, para que no se me olvide. Porque nada me asusta más que olvidarme de eso, eso que lo era todo, eso por lo que soñaba y ya no sueño.
Ilusiones y sueños que se convirtieron en recuerdos, recuerdos que a veces me parecen tan lejanos que me duelen en el pecho. Recuerdos que no pueden revivirse, ni si quiera fabricar nuevos recuerdos que sustituyan a los que se me olviden.
Y no puedo perderlos, porque es el único sitio en el que vives. Y me quiero quedar a vivir en ellos, contigo.
No olvides que te quiero, porque yo siempre recordaré como me querías. Y me sentiré querida siempre. Hasta que los dos seamos recuerdos y podamos querernos en igualdad de condiciones, en el mismo espacio y tiempo, en las mismas dimensiones.

Declaraciones de amor

Perdóname mi amor por no haberte vuelto a escribir antes. Me he acordado de ti todos los días, cada segundo que ha pasado, que pasa. Tengo un reloj parado a las 5:37 que llevo siempre conmigo, cuando me apetece que sea esa hora lo miro y me invade el recuerdo de la mejor hora del mundo, del tiempo. Las 5.37 de los mejores días, de dar saltos de una cama a otra, de mensajes, de besos, de risas. De caricias medio dormidas, de comienzos, de palizas de cosquillas. Las 5:37 para cambiar de postura, para abrazarnos más fuerte, para hacernos felices Te amaba siempre pero a las 5:37 con más razones.
Me encantaba que fueras tan bonito de noche y de día. A veces te pienso y no consigo explicarme como era posible que fueras tan jodidamente único, tan jodidamente perfecto.
Me acuerdo una vez que íbamos todos en el coche, doblamos una esquina y me fijé que en una de las paredes algún enamorado había hecho un graffiti en el que ponía: "Perdona si te llamo amor".
- Mira lo que pone ahí, vida.
Pero no te dio tiempo a verlo porque ya habíamos pasado de largo.
- ¿Qué ponía?
- Da igual, era una tontería.
- Que me lo digas.
Y cuando me quise dar cuenta habías dado toda la vuelta a la manzana y estábamos recorriendo las mismas calles sólo porque querías volver a pasar por allí para leerlo. Y cuando pasamos por delante lo leíste y sonreíste. Y yo pensaba que no podías ser más increíble, más amante de los pequeños detalles, igual que yo.
Muchas personas no le darán importancia, piensan que los detalles sólo son eso, algo insignificante que rodea las cosas que de verdad importan. Pero tú y yo lo vivíamos, lo sentíamos al revés. Los pequeños detalles son los que importan, los que marcan la diferencia de algo que puede ser común, son los que hacen que algo deje de ser normal y sea algo único, como lo que tú y yo teníamos. Y amaba todos esos pequeños detalles que hoy echo en falta más que al calor que he perdido cuando te has marchado. Esos pequeños detalles que me hacían feliz, que me hacían amarte.
No te puedes imaginar como me arrepiento de no haberte dicho todos los días lo mucho que te amaba. Que te amo. Nunca te lo dije, me daba miedo. Una vez te dije que cuando te dijera "te amo" significaría que me había enamorado definitivamente de ti. Y aunque te amaba no te lo dije, no te lo dije porque no quería ver que me había enamorado. Hasta que llegué al hospital y me di cuenta de que todo lo había dejado atrás por estar allí contigo, que todo lo demás me importaba una mierda excepto que tú te despertaras, y en cuanto entré a la UCI te lo dije. TE AMO, TE AMO, TE AMO. Pero ni si quiera sé si lo escuchaste, si lo supiste.
Y créeme, no me arrepiento de no habértelo dicho antes para que lo hubieses sabido, porque si me escuchas ahora ya lo sabes, si no me escuchas de nada me hubiera servido porque estás muerto y apagado y ni si quiera puedes ser consciente del amor que te tenía, que te tengo. Ni si quiera me arrepiento de no habértelo dicho por calmar mi mente, por haberme quedado tranquila.
La única razón por la que de verdad me arrepiento de no haberte dicho antes que te amo es porque ya no podré ver la cara que hubieses puesto. A veces me la imagino, estoy casi segura de que hubieses llorado, que te hubieses emocionado tanto que te hubieses puesto a gritar como un loco, que me hubieses comido a besos tres días seguidos sin descanso. Que hubiese visto en tu cara la sonrisa más grande y radiante que nadie pueda imaginarse. Y ya no puedo verla, no podré verla nunca. Nunca, que palabra más fea. Que palabra más triste, ¿verdad?.
Pero te puedo asegurar que NUNCA te dejaré de querer, y que siempre te querré como nunca.
Te azuleo mi vida, te amo y te echo de menos cada puto instante. Que falta me haces, ni te lo imaginas.
Todo podía haber sido tan diferente, tan feliz. Menuda mierda. Menuda mierda es todo sin ti.
Te quiero, te quiero, te quiero.
Alioli amor.

Dejarse llevar

Estar conectada contigo significaba eso, dejarse llevar cada segundo por el amor que nos envolvía, por esa sensación mágica que nos impulsaba a la locura de hacer cualquier cosa por vernos, por estar juntos. Nos dejábamos llevar, como bailar con los ojos cerrados, como hacerte el muerto en el mar mientras te arrastran las olas, lejos, y notas como el sol te calienta la cara. Nos dejábamos llevar como cuando cantas en la ducha a grito pelado sin importarte lo más mínimo quién te pueda escuchar, como cuando empiezas a recibir besos en el cuello y sabes que ya no vas a poder parar. Como ir en una bici cuesta abajo y soltar el freno mientras sientes como el aire te despeina al ritmo de la velocidad. Nos dejábamos llevar como dos hojas arrastradas por la corriente que se recorren un río, como el fluir de una melodía improvisada. Nos dejábamos llevar como sólo nosotros sabíamos, como sólo nosotros comprendíamos, como sólo nosotros nos queríamos. Nos dejábamos llevar cuando nuestras manos se buscaban, cuando nuestros labios se llamaban, cuando nuestros cuerpos se sentían. Nos dejábamos llevar cuando la piel se nos erizaba, cuando los ojos nos brillaban, cuando nuestras respiraciones se unían.
Nos dejábamos llevar cuando soñábamos viajar al fin del mundo, juntos, para quedarnos allí. Pero te has ido sin mí, no me has esperado. Espérame allí, dejándote llevar por los segundos que estemos sin vernos, sin querernos. Dejándote llevar por todos esos besos que nos debemos, porque aún los quiero.
Te quiero. Dejémonos llevar.

martes, 1 de diciembre de 2015

El corazón congelado

¿Sabes ese frío que se te cala hasta los huesos y no te deja ni moverte? Ese frío que no te deja respirar sin que te duela la nariz, que te congela hasta los pulmones. Ese frío que te hace tiritar por dentro, que por muchas capas de ropa que lleves, por muchos pares de calcetines que te hayas puesto, no te lo consigues sacar de dentro. Ese es el frío que siento desde que te fuiste, un frío intenso, un frío inmenso. Ese frío que no se va ni con el agua caliente de la ducha, ni con dos millones de mantas en la cama. Ese frío que no hay calefacciones que lo calmen, que no hay sol suficiente que lo queme. Ese maldito frío que vive en mi y me acompaña siempre a donde quiera que vaya. Que no hay ejercicio físico que me haga sudar lo suficiente como para echarle, ni comida lo suficientemente caliente para derretir el hielo que me envuelve por dentro. Es como si el invierno hubiese decidido quedarse a vivir conmigo, que no hay otoños, primaveras o veranos que lo puedan sustituir. Es un frío tan, tan frío que te quema, que te quema hasta el alma, te desgarra los huesos, te petrifica las mariposas del estómago y las va matando lentamente. Un frío que convierte tu corazón en un caos de hielo. Un frío aterrador, que desespera. Un frío que necesita tu calor.



domingo, 29 de noviembre de 2015

Lágrimas

Cuando has llorado tanto que podías acabar con la sequía del mundo, cuando tus lágrimas se han llegado a juntar con todos los ríos y han subido las mareas del mar, cuando han hecho crecer los océanos, cuando no sabes si lo que cae en la ducha es el agua del grifo o el que sale de tus ojos. Cuando piensas que ya no puedes llorar más, que lo intentas con todas tus fuerzas pero ni si quiera las lágrimas caen ya. Cuando llevas un mes y medio con dolor de cabeza y presión en el estómago, con ganas de vomitar. Cuando la comida ya no te sabe igual, y tu visión se ha convertido en una escala de grises que hace que todo a tu alrededor carezca de color. Cuando sólo quieres gritar y te levantas sin ganas ni de mirarte al espejo. Es entonces cuando te das cuenta de que ya nada podía ser peor. Pero no es verdad, cada día que pasa es más horrible que el anterior. Cada día eres más consciente de que aunque des vueltas hacia atrás, aunque camines de espaldas, aunque le cambies las horas al reloj, destaches los días del calendario, no podrás retroceder en el tiempo. No podrás volver al preciso instante que te traiga de vuelta, que te devuelva a la vida. Y cuanto más lo intentas más te das cuenta de que los días pasan y pasan cada vez más deprisa, que no puedes detenerlos, que se embalan como en una cuesta abajo sin frenos, y te atropellan, te pasan por encima, y no tienes fuerzas para levantarte, que no puedes esquivarlos, apartarte. Que no puedes quedarte parada porque te obligan a rodar con ellos. Malditos días, maldito tiempo.
Ayer estuve en nuestra casa. No puedo describir lo que sentí al sentarme en ese sofá en el que hace un mes y medio nos tumbábamos como si no existiera el mañana, como si se hubiese acabado el mundo y fuésemos los únicos supervivientes. No puedo describir lo que sentí cuando me tumbé en nuestra cama y supe que ya jamás te volverías a tumbar allí conmigo. Subí a la terraza con tu hermana a ver las estrellas como hacíamos y se quedó fascinada de lo bonito que se ve el cielo desde allí arriba, me dijo que ya no podrías ser el padrino de su boda, que ya no podrás darle sobrinos.
Tus perros también te echan de menos, que ayer hacían guardia en la puerta de tu habitación por si volvías, por si aparecías.
Y tus padres... que te han criado en esa casa, en esa ciudad. Cada esquina es un recuerdo, que aunque a la larga será bonito hoy nos quema como el fuego, y ni si quiera todas las lágrimas que lloramos son capaces de apagarlo.
Que difícil entrar en la cocina y ver los paquetes de palomitas encima de la encimera que ya no te vas a comer conmigo, tu toalla colgada en la percha del baño, las luces fundidas que nos fuimos sin arreglar, como la persiana de tu cuarto.
Que duro es ir a tu pueblo y en vez de darte una sorpresa tener que subir al cementerio a limpiar las flores secas que rodean ese frío lugar en el que ahora vives, en el que te vas pudriendo si es que todavía queda algo de ti allí dentro. Es injusto, por no decir una puta mierda.
Y cuando pienso que yo también me he secado como esas flores, que ya no me quedan lágrimas en los ojos, que ya sólo seré un 5% agua, sigo llorando. Y lloro a mares, que las hormigas deben pensar que está lloviendo . Y no puedo parar, no puedo imaginarme el día en el que las lágrimas dejen de brotar de mis ojos, el día en el que pueda dormir una noche seguida sin despertarme, el día en el que esta angustia me abandone, en el que deje de apretar la frente y pare este dolor de cabeza. A veces pienso que ese día llegará el día que me apague, el día que sepa que me voy contigo, allí donde estés. El día que sabré que podrás consolarme. El día que me muera. Y ese día no quiero que los de mi alrededor se pongan tristes, que sientan lo que yo estoy sintiendo ahora, porque yo ese día seré feliz, feliz de reencontrarme con el amor de mis sueños, porque ese día empezaré otra vez a vivir.
Te quiero mi vida, tan azul como siempre.
Alioli

jueves, 26 de noviembre de 2015

Sencillo

Abrazarte por la espalda. Algo tan sencillo como eso, como besarte la punta de la nariz y los párpados. Como pellizcarte el culo, rascarte las costillas, lamerte el cuello, morderte la barbilla. Algo tan sencillo como romper la persiana de la habitación y vivir en una noche permanente, sin horarios. Como escondernos debajo de las mantas y darnos calor hasta que necesitemos frío. Como el agua helada de la ducha, correr por el centro comercial, hacer guerras de palomitas. Algo tan sencillo como que me despeines, como tus manos acariciando mi cadera por debajo de la goma de mi pantalón, como poner música en el salón y bailar todas las canciones, como tumbarme sobre tus piernas y dejar que me acaricies el pelo, como que me saques las alas arrascándome la espalda. Algo tan sencillo como un beso de buenas noches, el mismo que te da los buenos días. Como dos miradas perdidas que de pronto se encuentran, bajar haciendo equilibrios por las escaleras, la marca del pintalabios. Algo tan sencillo como bañarme en colonia de mango cada vez que nos veíamos y dejarte el olor impregnado en tu ropa, en tu almohada. Como el sabor de esos abrazos, el calor de tus besos. Sencillo como una llamada inesperada, como las conversaciones interminables y los silencios perfectos. Como tenernos en frente, intercambiar sonrisas coleccionables, el cruce perfecto de nuestros dedos al encajarse. Tu ombligo.
Sencillo pero perfecto. Como tú, que no te faltaba de nada. Que lo único que te cambiaba era el final de tu vida. Todo lo hacías bonito, más bonito que ninguno. Todo estaba perfecto. Como tú.
Te azuleo mi vida.

martes, 24 de noviembre de 2015

Con vistas al mar

Sé que ahora toca ser fuerte, y que lo único que importa es saber lo mucho que me querías, porque te fuiste queriéndome más que a nadie y como nunca, pero que difícil es dar cada paso sin ti, estar aquí y pensar que la última vez que vine me trajiste tú, que estabas tumbado en este mismo sofá, borracho, dormido, mientras mi amiga te pintaba los brazos con un boli y ni te enterabas. Y luego te fuiste a la cama, y me pediste que te despertara cuando me fuese a dormir, y eso hice. Y nos quisimos como nadie para después quedarnos dormidos juntos, abrazados, en esa pequeña cama en la que nos sobraba el espacio. Y a la mañana siguiente apagamos inconscientes el despertador para que esa noche no acabara, y tú te despertaste una hora antes que yo y te la pasaste mirando como dormía, y yo sentía como me acariciabas la tripa y la espalda y me encantaba, no recuerdo mejor sensación que la de tus dedos en mi piel. Hacías magia con esas manos.
Sabes que me encanta estar aquí, que desde la primera vez que vine me enamoré de este sitio, de su gente, de sus lugares. Y me encantó compartir eso contigo, que lo disfrutaras tanto como yo. Como me alegro de haberte traído, de haberte enseñado todo esto, de que hayas conocido a todas estas maravillosas personas que son tan imprescindibles en mi vida. Que hayas vuelto a verla a ella, a su novio, a sus padres. Las partidas al futbolín y desayunar tostadas de atún con tomate. La playa, los helados de yogur en el paseo, caminar de la mano con las mejores vistas que nadie pueda soñar, y no me refiero a las del mar. Las partidas de cartas, la cerveza fría que sabía millones de veces mejor de tu boca, las noches estrelladas de verano. Ya nada es lo mismo sin ti. Sin poder compartir esto contigo no me sabe igual, me gusta, sí, y siempre me gustará, y mucho más ahora que te recuerdo en cada una de las pequeñas cosas que hacen de este, el lugar más especial del mundo. Pero como ya te he dicho, no lo puedo volver a disfrutar igual. Le falta algo, le falta esa combinación perfecta que tenía con tu sonrisa, con tus ojos. La mezcla del sonido de las olas con tu voz. Ya ningún sonido me parece lo suficientemente bonito, ya nada me llena. Me he quedado vacía, por dentro y por fuera. Ojalá ahora llamaras a la puerta y me dieras una sorpresa de las tuyas, de esas que se te daban tan bien y me hacían tan feliz. Ojalá llamaras y fuera a abrirte y se me quedara la cara blanca y se me atragantaran las palabras, que te daría un abrazo tan fuerte que te iba a sacar hasta los pulmones por la boca, y te asfixiaría a besos hasta dejarte sin saliva. Y que todo hubiese sido una broma, te juro que no me enfadaría, porque nada en todo el universo podría hacerme feliz a parte de eso. De volver a verte, volver a tocarte, sentir eso que sentía sólo cuando estaba contigo. Eso que me hacías sentir, eso que era lo más parecido a la magia que yo haya visto. Eso que me enamoraba, que me volvía loca.
Y ojalá mañana vinieses a buscarme a la biblioteca de la universidad, como aquel día. Y nos fuésemos por caminos perdidos con el coche y se nos quedase encallado, y yo sacase mi súper fuerza para moverle y salvarte de la mayor bronca que podía echarte tu padre. Y volver a reírme de tu cara desesperada y los besos de victoria cuando conseguimos salvarlo. Y luego ir a lavarlo a la gasolinera porque estaba lleno de polvo y que el rodillo gigante nos arranque el retrovisor y morir de la risa de tener el colmo de la mala suerte. Y volver al pueblo discutiendo y aparcar en una calle y gritarte que lo siento, que lo siento por gritarte, que te grito porque te quiero. Y tú no decir nada, coger del asiento la botella de dos litros de agua congelada que acababas de comprar, y empezar a vaciármela por encima de la cabeza mientras te miraba sentada en el bordillo de la acera, alucinando, chorreando el agua helada por todo el cuerpo, no se me hubiese ocurrido mejor manera de arreglar las cosas que mojándome contigo. Y mojarte los asientos. Que buen día. Y que buena noche, que dormimos juntos sin decírselo a nadie en tu coche para poder estar unas horas más juntos, y te conté la historia de porqué se dice que el amor es ciego y la locura siempre le acompaña, te encantaba que te contara ese cuento. Y te quedaste dormido encima mío, que bonito dormías. Que feliz me hacías, que momentos más increíblemente felices me hacías vivir, sentir, mi vida. Gracias eternas.
Te echo de menos noche y día, día y noche. No te puedes imaginar cuanto.
Te azuleo más que a nada, no lo olvides jamás porque jamás dejaré de hacerlo.
Siempre en mí, siempre conmigo. Siempre mi Lila.
Te amo.
Alioli mi amor.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Hasta que la muerte nos una.

Mañana hace un mes desde que te fuiste, desde que todo lo que conozco y desconozco perdió la mayor parte de su sentido. Desde la vida hasta los sueños, desde las birras hasta los paseos. Lo peor de esto es saber que jamás podre volver a disfrutar de algo, de cualquier cosa, como la hubiese disfrutado al haberla compartido contigo. Aunque sólo fuera para contártelo. ¿Lo positivo? nada de lo que podía hacerme daño en la vida ya me duele. Todo el resto de problemas, de preocupaciones, de vacíos, todo el resto de miedos, de calamidades, de agujeros negros, toda esa mierda se ha convertido en eso, en una mierda sin importancia.
Hace un mes mi mundo, mi vida entera era de color azul, azul en todas y cada una de sus tonalidades. A veces era azul claro como el del cielo, a veces marino como el mar, a veces incluso era azul muy oscuro, pero seguía siendo azul porque estabas tú. En menos de un minuto todo se volvió negro. Negro oscuro. Como si de pronto me hubiese quedado ciega, ciega para siempre. Porque no he vuelto a ver el color. Se me han desteñido las ilusiones, los sueños, los planes... hasta el amor se me ha vuelto negro. Y desde entonces camino a tientas, a veces incluso tengo que arrastrarme. ¿Lo bueno? Mientras estás en el suelo no puedes caerte. Y yo sé que ya no puedo caer más bajo, he tocado fondo. Una vez alguien me dijo que lo bueno de tocar fondo es que ya sólo te queda subir hacia arriba, pero... ¿cómo? Si al menos supiera que vas a estar esperándome en la superficie... pero sé que no lo estarás. Que no vas a estarlo. Que quizás no vuelva a verte jamás, ni si quiera en la muerte, porque en la vida ya está claro que no.
Ha pasado un mes y me sigue pareciendo tan jodidamente surrealista que no consigo asimilarlo, no consigo encontrar ese por qué. Por qué te ha pasado esto a ti con la cantidad de hijos de puta que hay respirando. Joder, que estaba segura de que te ibas a poner bien. Pensaba que lo primero que iba a hacer cuando te despertaras era regalarte un casco. ¿Adivinas de que color iba a ser?
Hace un mes que siento como si alguien me hubiese clavado un puñal directo en el pecho, y cada día que pasa lo siento más y más profundo. A veces me dan ganas de tirarme al suelo y retorcerme del dolor pero ni si quiera eso me aliviaría. Y estoy perdida, porque aunque intentase quitarme el puñal moriría desangrada, te lo puedo asegurar. Y por desgracia para mí, mi corazón es lo suficientemente fuerte como para seguir bombeando sangre a pesar de tener eso clavado, sigue latiendo porque no quiere rendirse, porque quiere intentar latir por los dos el resto de su vida, para que puedas vivir dentro de él siempre. Donde has estado todos estos años desde que te conocí y espero que te quedes hasta que, al menos tú, puedas terminar de conocerme.
Ha pasado un mes y todavía no he conseguido que pase un día sin llorarte, sin mirar tus fotos y desgastarlas a besos, cerrando los ojos, como si pudieras sentirlos, como si pudiera sentirte.
No me puedo creer que nos haya pasado esto, vida. Con lo que eramos, con lo que hubiésemos sido. Con lo que nos queríamos, hubiésemos batido el récord del mundo en quererse. Qué coño del mundo, del universo. Ni si quiera en Neptuno la gente se quiere tanto como nosotros.
Hace un mes que hasta el más insignificante detalle me mata. Como no poder enseñarte el moratón que me he hecho en la pierna por un golpe que me he dado con el radiador del pasillo, o comprar ropa nueva a desgana porque sé que ya no vas a poder vérmela puesta. Descubrir una canción nueva, una comida, un nuevo destino de viaje. Escuchar una frase creativa, contarte mi día a día, lo estúpida que se vuelve la gente, lo mal y loco que está el mundo. Que a lo mejor mañana nieva y no puedo tirarte bolas, que hoy ha estado lloviendo y a mi sofá le has hecho falta. Que ayer había un atardecer precioso y te lo has perdido.
¿Cómo es posible que hayas pasado del todo a la nada en menos de un minuto?
Intento distraerme todo el día, porque a estas alturas sé que es lo único que puedo hacer. Y lo consigo, pero el dolor sigue ahí. Aunque no esté exclusivamente pensando en ti, pensando en él, la angustia no se va. El puñal sigue ahí, clavado hasta el mango y te juro que me duele hasta respirar.
Cada bocanada de aire sin ti es como quemarse vivo por dentro y no poderlo evitar.
Soñábamos con que, tal vez, nos llegáramos a casar algún día, y ahora lo único que puedo esperar es que la muerte nos vuelva a juntar. Y te aseguro que ahora mismo me da mucho más miedo hacerme vieja que morirme. Envejecer sin ti, eso sí que no merece la pena. Que no tiene sentido. Como todo, como nada desde que no estás.
Te echo de menos cada milésima parte de cada milésima de segundo de mi tiempo.
Ojalá estés aquí, para siempre. Por favor, quédate.
Te azuleo con toda la locura del universo, mi amor.
Alioli

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Mi maestro

Nunca paraste de enseñarme cosas. Me hiciste aprender que había más fuerza en mí misma de la que si quiera sospechaba, me enseñaste a ser grande, a ser valiente. Me enseñaste que los sueños a veces se hacen realidad y que hay deseos que se cumplen, aunque tengas que esperar mucho tiempo para ello, también me enseñaste que esa espera merece la pena. Tú me demostraste lo que es el amor puro, el amor sin límites y la locura que le acompaña siempre. Me enseñaste la magia de los pequeños detalles, de esos que al resto de persona les pasan desapercibidos y les hace aún más especiales.
Y hace un mes me hiciste comprender lo frágil que es la vida, lo delicados que son los sueños que a veces se estampan en la esquina menos esperada y se quedan allí, incrustados, para siempre. Y por eso he aprendido la suma importancia de decir a todas aquellas personas que quieres lo mucho que lo haces todos los días. Que nunca se dan los suficientes besos ni se abraza lo suficientemente fuerte. Que siempre hay cosas que se quedan sin decir y que por desgracia puede llegar un día en el que muera tu oportunidad de decirlas o tu oportunidad de escucharlas. Y después de ese día ya no queda nada.
Lo sé porque tu ausencia es una pesadilla de la que no puedo escapar, intento correr pero me adelanta y cuando llego al final allí está, esperándome. Es horrible saber que por mucho que grite, por mucho que chille hasta quedarme afónica, nunca voy a tener la certeza de que me escuches. De que de verdad oigas todo lo que te digo todos los días. Lo mucho que te amo a todas horas y todas esas cosas que no me dio tiempo a contarte. Y siempre pienso que ojalá estés delante cada una de las veces que te nombro, porque quiero que sepas lo que pensaba, lo que pienso y lo que pensaré de ti hasta el día en que me muera y podamos reencontrarnos cara a cara para poder escuchar tu contestación a todas esas conversaciones en las que no me queda más remedio que hablar sola. Y muero de ganas y de curiosidad por saber lo que pensabas, lo que piensas y lo que pensarás de mí y de esto. Es horrible saber que por muy alto que salte, por muy alto que escale, por muy alto que vuele lo más cerca que estaré de ti será el día en que me suba en un avión y atraviese las nubes. Y ni si quiera tendré la certeza de ello. Antes te tenía a 500 kilómetros y ahora puede que estés a años luz de mis manos. Tú me enseñaste que cuando quieres de verdad a alguien la distancia no es un obstáculo, si no un cúmulo de ganas que estallaban en el segundo en el que por fin nos teníamos en frente. Y no te puedes imaginar la de ganas que tengo acumuladas, y no se cuando van a estallar pero me está costando mucho aguantarlas. Ojalá vinieras a por ellas, porque nadie excepto tú puede quitármelas.
No te puedes imaginar la falta que me hace un poquito de tu amor. Lo que daría por volver a darte un beso.
Gracias por enseñarme a volar sin alas.
Por favor, no pares nunca de enseñarme cosas.
Te azuleo, mi amor, con todas mis fuerzas.
Hoy hace un maldito mes desde la última vez que escuche tu risa, que abrace tu voz. Desde la última vez que me dijiste "te quiero", desde la última vez que soñamos juntos.
Una vez me dijiste que aunque no pudiéramos dormir en la misma cama, si te quería como tú me querías a mí, tendríamos los mismos sueños. Ojalá te vea en ellos esta noche. Y mañana. Y pasado. Y al otro. Porque es el único sitio en el que puedo recordar lo que sentía cuando me mirabas y me derretías el mundo, me parabas el tiempo y me acelerabas el pulso.
Azules noches mi vida. Estés donde estés. Ayúdame a seguir manteniendo el equilibrio.
Te quiero como nadie se quiere, con toda la locura del mundo.
Alioli Lila.


martes, 17 de noviembre de 2015

Echarte de menos

Echo tanto de menos el olor que desprendias cuando dormias... el sonido de tus dientes al chascar, tu risa burlándose de mi torpeza. Echo tanto de menos escribirte mensajes indescifrables cuando voy borracha, contarte lo absurda que resultaba la mañana sin escuchar tu voz dándome los buenos días. Echo tanto de menos que me cojas de la mano y me acaricies con tu dedo pulgar, que leas los relieves de mis orejas en braille, la forma en la que me tocabas el pelo. Echo tanto de menos la sensación de felicidad cuando me decías 'te quiero', verte llorar cuando te emocionabas, el perfecto sabor de cada uno de tus besos. Echo tanto de menos que te pusieras colorado cuando te decía lo guapo que estabas, que me dijeras lo sexy que me quedaba el pijama y mis piernas largas adornando tu sofá mientras me acariciabas la espalda. Echo tanto de menos lo rápido que te bebías la cerveza, la manera en la que bailabas, que me ayudaras a mantener el equilibrio por el borde de la acera hasta el final de la calle. Echo tanto de menos que me metas los dedos en los agujeros de mis vaqueros, que me mandes fotos a todas horas de lo que haces, de lo que comes, de lo que ves. Echo tanto de menos que te preocupes por mi y me cuides como nadie, que me envíes cartas, que me cantes canciones. Echo de menos lo bien que te quedaba mi ropa, renegarte por no querer afeitarte la barba, dormir la siesta más que abrazados. Echo tanto de menos ese eterno etc de cosas bonitas con las que llenabas mi mundo, mi alma. Te echo tanto de menos, amor... que no se soporta.
Te azuleo hasta Neptuno en bicicleta.
Alioli vida.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Recordarte

"- ¿Sabes qué es lo que duele de un corazón roto? No recordar como te sentías antes. Intenta recordarlo porque si desaparece no lo encontrarás.
- ¿Y qué pasaría?
- Que serías un lastre para el mundo."

domingo, 15 de noviembre de 2015

A los que no te conocían

Eras de esa clase de persona con la que todo el mundo se siente a gusto. Esa con la que no te importa pasar horas y horas porque aunque ni si quiera le conocieras, te ponías a hablar con todo el mundo, de cualquier tema. Siempre con esa sonrisa en la boca que te achinaba los ojos y transmitiendo toda tu energía positiva. Llenabas toda la sala con esa energía, con ese aura que te rodeaba y que iba siempre contigo. Tenías los andares más chulos que yo haya visto jamás, pero no eran unos andares de esos ridículos, lo peor de todo es que te sentaban genial. Eras muy presumido y a la vez inseguro. Había días que no parabas de mirarte en los espejos y tenías épocas de ser un descuidado que ni falta hace mencionar tu barba. Tu manía de dejarte las dos uñas de las manos largas. La del meñique y la del pulgar. Una vez te rompí una sin querer y, madre mía, me lo pensabas recordar hasta la saciedad. Porque otra cosa no, pero eras un máquina recordando cosas. Siempre te acordabas de todo, de todas las fechas de todos los días, de las horas, de los años. Observador y con buena memoria, con que de detalles me contabas las historias. Curioso, que siempre querías aprender cosas nuevas, lo que fuera, lo último que preguntaría alguien, y por nada del mundo tú te ibas a quedar con una duda. Sincero, sincero como nadie. Siempre decías lo que pensabas, sin miedo, sin vergüenza. Si algo te gustaba lo decías claro, si no te gustaba con más razón. Directo. Y eso lo amaba de ti, porque sabía que nunca me ibas a mentir, que no me ibas a decir lo que quisiera oír si no lo que de verdad pensabas. Volcado en los demás, en todas las personas que te rodeaban. Que si cualquiera tenía un problema estabas allí el primero, da igual donde fuese, da igual la hora que fuera, que ibas a hacer todo lo que pudieras por ayudar a esa persona, en lo que necesitara. Y si no estuviera en tu mano le ayudarías a encontrar a alguien en quien sí lo estuviera. Atento, siempre preocupado por la gente que te importaba, siempre pendiente. Cariñoso, cariñoso como nada. Súper achuchable, y eso que estabas más delgado que un palo. Pero como me gustaba abrazar a tus huesitos. Eras la persona más especial que ha existido y existirá en toda la historia del planeta, especial por dentro y especial por fuera. Hacías reír al humor y enamorabas al amor. Volvías loca a la locura. Porque eras un loco, todo te daba igual si priorizabas algo, hacías lo que fuera para conseguirlo. Luchador y trabajador, nunca te rendiste ante la vida, ante sus problemas. Seguías levantándote cada mañana con esa sonrisa pasara lo que pasara y eso era completamente digno de admiración. Eras divertido y espontáneo, y te daba igual dónde estuvieras o con quién, que te apetecía hacer algo, lo hacías y punto. Te encantaba la cerveza, las patatas fritas con aceitunas y mejillones en el aperitivo, las palmeras de chocolate, los regalices rojos y los twists. Del barça, (algo malo tenías que tener), aficionado al fútbol y a los dardos. Y últimamente había conseguido que escucharas rap. Eso era algo muy bueno que tenías, no te cerrabas. Escuchabas distintas opiniones, distintas perspectivas y a veces aprendías y cambiabas tu forma de mirar algunas cosas. Te dejabas empapar por las aportaciones de los demás y dabas la tuya propia. Experto en hacer feliz a la gente que tenías al rededor. Alto y muy delgado, pero de buen comer. Con tu espalda llena de granitos y todos esos lunares. Mis favoritos: los de las orejas y, sobretodo, el de dentro del labio. ¿cómo era posible que tuvieras un lunar tan jodidamente bonito dentro del labio? Y lo más importante, ¿cómo podía alguien no enamorarse de él?. Tenías las manos grandes y ásperas, se notaba a través de ellas que llevabas mucho tiempo trabajando. Moreno, de piel y de pelo, y ojos del color de la cocacola. No tenías mucho, pero todo lo que tenías lo compartías. Generoso y bueno como tú solo. Siempre tenías una palabra amable en la boca para la persona que tuvieses en frente. Y eras leal, leal como ya no los quedan. De esas pocas personas por las que pondrías sin pensártelo ni una milésima la mano en el fuego, el brazo y hasta la cabeza. En realidad eras un tío sencillo y era esa sencillez la que hacía que fuera tan mágico todo lo que hacías, todo el cariño que le ponías, toda la magia que transmitías. Ya te lo he dicho más veces, era imposible no quererte. Que cabezota también eras y orgulloso ni te cuento, un rato largo. Pero si tenías que ceder, cedías. Y como odiaba los días que te ponías en plan pesimista adelantando acontecimientos que transcurrían en tu cabeza y dabas por hecho que ocurrirían. Pero como te comería a besos esa carita de pena que ponías cuando empezabas a estar triste. Y eras el alma de la fiesta, de todas las fiestas. Y si no había fiestas ya las montabas tú. Siempre dispuesto a organizar, a apuntarte a todos los bombardeos que te ofrecieran y más. Y eras como un niño chico, y como te gustaba serlo. Y a mí que lo fueras. Soñador. Bonito por dentro y por fuera y listo, que listo eras. Probablemente me podría rellenar cinco o seis entradas más definiendo lo increíble que eras, y quizás todo esto te sirva para entender por qué me enamoré de ti y de esa locura que contagiaban tus besos, cada momento contigo. Pero sólo voy a decir una cosa más de ti, de las que más me gustaban: TU COLOR FAVORITO ERA EL AZUL.
Y ya sabes que yo te quiero en cada cosa azul.


BRILLANTE. Y que tu luz no se apague jamás.

sábado, 14 de noviembre de 2015

La máquina del tiempo

Siempre hablábamos de construir una máquina teletransportadora que nos permitiera estar juntos en cuestión de segundos, luego pensamos que sería bueno inventar una que te borrase los recuerdos y así evitar que los malos te dolieran. Y ahora sé que te quiero tanto que no se si empezar a investigar e investigar y aprender a construir la primera máquina que permita volver atrás en el tiempo. Que te juro que sólo la usaría para salvarte la vida y después la destruiría para no alterar el fluir de las cosas. Lo único que alteraría sería mi futuro, y sería para convertirlo en nuestro futuro. Y joder, que feliz sería. Que feliz seríamos. Tendrías que vernos.

El día especial de los quince millones de besos

Feliz día 15, mi vida.
Se suponía que era nuestro día, nuestro día especial de todos los meses. Y se suponía que ese día tenía que recordarnos cosas buenas. Y yo lo único que puedo recordar de ti son cosas mejores que buenas. Espero sentirte hoy más cerca que todos estos días, para mí siempre será una fecha especial, porque aunque a simple vista sólo parezca un número más, tú le diste todo el significado, todos los significados que un número, que un día en el calendario, podría cobrar.
Como me gustaría poder hacerte un dibujo, escribirte una carta, mandarte una foto. Algo que te demostrara como todos los meses que era un día especial. Un día en el que pensaba en ti más de lo normal y me sentía afortunada de lo feliz que era, de lo feliz que me hacías. Un día sólo para nosotros, porque nos lo merecíamos.
El 15 marcaba el comienzo de algo, algo que ni si quiera nosotros sabíamos muy bien lo que era, pero no nos importaba. El 15 significaba que estábamos juntos y que el resto del mundo nos la sudaba.
Ojalá pudiera celebrarlo contigo, pasarme mañana todo el día pegada a ti, hacerte el amor 15 veces. Comprarte 15 regalices rojos, y construirte con 15 lacasitos el "NO TE SEPARES DE MÍ" más dulce de toda tu vida. No sé como voy a sobrevivir todo el día sin ti, sin tu felicitación, sin que me hagas sentir que es el día más especial de todo el mes. Ojalá aproveches para mandarme una señal, aunque sea chiquitita.
Quince veces daría la vida por volverte a ver, mi amor. Por que me volvieras a sonreír una vez más y me recordaras por qué me enamoré de ti. Que me hipnotizaras con tu mirada, con tu cara de niño y con esos abrazos que me atrapaban el alma. Que no aguanto un segundo más sin ti y no te das cuenta o qué. Que voy a explotar ya, que se me ha hecho trizas el corazón. Que todas las sonrisas que tenía para ti se han convertido en lágrimas y nunca paran de salir, nacen, viven y se reproducen en mis ojos y se mueren en mi boca. En la comisura de estos labios tristes que se pasan el día imaginando el sabor de tus besos, el roce de tu piel. No creo que nadie haya sido nunca capaz de echar de menos a otro alguien tanto como yo te lo echo a ti. Es imposible. Antes pensaba que me ibas a volver loca de amor y resulta que me estoy volviendo loca del dolor de no poderte tener. De no poder saber de ti.
Nadie se puede imaginar lo que daría por tumbarme esta noche a ver las estrellas contigo. A contemplar el cielo, porque sobre tu rostro era un cielo millones de veces más bonito. Y la luna... que bien le sentaban a la luna tus ojos. Y todas las estrellas parecían agruparse encima nuestra para poder contemplar las constelaciones de tus lunares. Envidiosas de que ellas no pudieran cogerte la mano. Pero yo sí podía y me encantaba acariciártela en forma de corazones. Nadie sabe lo que daría por darte mañana quince millones de besos. Quince trillones de abrazos. Decirte quince mil veces lo mucho que te amo, lo feliz que me haces, lo bonito que eres.
Nadie sabe lo que daría por despertarme mañana y descubrir que no es una almohada si no tu hombro en el que me apoyo, que no es tu peluche si no tu cintura la que estoy abrazando y despertarte llorando y decirte: "vida, he tenido una pesadilla horrible, he soñado que te morías" y que tú me abrazaras y me dijeras: "sólo ha sido un mal sueño amor, estoy aquí, ven, vamos a seguir durmiendo." Pero no me dormiría, me quedaría a mirarte dormir y te acariciaría la cara mientras pensaría en lo guapo que eres, en lo guapo que estás. Y me concentraría en eso que sentía cuando mis manos te rozaban y me volvía loca por ti. Por eso que teníamos. Por eso por lo que me merecía la pena vivir. Por lo que merecía la pena esperar dos meses para verte. No desperdiciábamos ni un sólo segundo cuando nos teníamos en frente. Nos queríamos tanto que lo único que perdíamos del tiempo era su noción. Joder, cuánto nos queríamos, vida. Eso tampoco se lo puede imaginar nadie.
Sólo espero que estés dónde estés llegue un día, aunque ni si quiera caiga en 15, en el que me puedas dar todos los besos que me debes, los siete millones (más todos los millones que se te irán acumulando a lo largo de los días hasta que ese momento llegue) y no me importa cuánto tendré que esperar, porque si de algo estoy completamente segura es de que harás que merezca la pena. Como siempre hacías. Como siempre me demostrabas.
Quiero que sepas que eras la persona más especial de toda mi vida, la más especial que he tenido y tendré. A la que he querido de esta manera tan única desde siempre, porque desde que te conocí ya te empecé a querer. Que me has dado los momentos más increíbles de toda mi vida porque cada momento a tu lado era un sueño que se me cumplía. Siempre te lo decía, que eras mi sueño lúcido y por eso amaba cada instante a tu lado casi tanto como a ti. Todo el mundo me lo decía, que se me veía radiante cuando estaba contigo, como no podía ser de otra manera, me contagiabas de toda tu luz, de todo tu entusiasmo, de todas tus ganas de seguir luchando cada día. Y sé que luchaste hasta el final. Y eso te convierte todavía más en ese héroe del que te hablaba, ese héroe que sabía que eras.
Por eso quiero que sepas que eres digno de toda mi admiración, por todo lo que te has esforzado en la vida, por ti, por los tuyos. Por conseguir lo que te proponías.
Me has enseñado muchísimas cosas y me has dado la fuerza que creía perdida. Tú me volviste a hacer grande cuando pensaba que ya no podía ser más pequeña y me quisiste por ser exactamente como soy.
Y no hubo un día en el que no me lo dijeras, en el que no me lo demostraras. No hubo un día en el que no estuviera segura de que tenerte en mi vida era de las mejores cosas que me habían pasado en los 22 años de mi existencia, y por eso creía que te iba a mantener en ella para siempre. Pero "para siempre" es una expresión muy subjetiva. Porque sí que estuvimos juntos hasta tu "para siempre" pero para el mío no. Por suerte o por desgracia el mío todavía no ha llegado y ya tendré que llegar hasta él sin ti. Y cuando decíamos que íbamos a estar juntos para siempre yo pensaba que iba a ser tantísimo tiempo que no tenía de qué preocuparme. Pero para siempre resulta que ni si quiera fueron años. Y no quiero decirte "hasta nunca", no me parece justo después de todos esos "para siempres" que soñamos.
Y por todo esto y mucho más sólo puedo darte las gracias infinitas, ya que ya no tengo otra manera de agradecerte todas las cosas que has hecho por mí, las que sé que hubieses hecho.
Eras el mejor joder, el puto mejor. Duele tanto pensar que realmente ha pasado todo esto que no sé si algún día lo podré asimilar. Es demasiado injusto, demasiado irreal. No te merecías este final. y nuestra historia tampoco. Una vez escribiste que si leerías el final de un libro en el que estuviera escrita tu vida, si alguien hubiese escrito ese libro sobre la tuya te puedo asegurar que todo el mundo lloraría al leer el final. Y todo el mundo entendería de lo que te estoy hablando sin pensar si quiera un segundo que lo puedo exagerar. Si nosotros lo hubiésemos leído al menos hubiésemos sabido del poco tiempo que disponíamos para querernos, para ser felices, para soñar.
Pero mis sueños ahora están muertos. Los he enterrado junto al amor.



Ojalá quince millones de estos mañana. Ojalá quince millones de sonrisas entre cada uno de ellos. De esas silenciosas que sirven para saborear el momento, para saborear tu boca. Mi comida favorita.

Feliz día 15, mi amor.
Te azuleo hasta Neptuno ida y vuelta, ya lo sabes. Estés dónde estés, espérame.
Siempre en mí, conmigo. Mi vida. Te amo, te amo, te amo.
Alioli Lila.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Al menos te salvaste de este mundo

Hola vida,
no te puedes imaginar lo que ha pasado en París: atentados terroristas de supuestos yihadistas. Sobre las 21.30 al menos llevan 60 muertos pero hay unos 100 rehenes. Bombas y tiroteos. Que miedo, eh. A veces pienso que hasta me das envidia porque estés donde estés tiene que ser un lugar mejor que este. Creo que cualquier sitio es mejor que este, mejor que El Mundo. Cada día pierdo un poco más la fe en la sociedad y en la humanidad de las personas, pero ¿qué se le tiene que pasar por la cabeza a alguien para creerse con el suficiente derecho de acabar con la vida de otra persona? Si la vida es lo único "valioso" que uno tiene. A veces pienso que la vida en sí es un error, que en realidad hemos sido creados para destruirnos, para destruirlo todo. Porque eso es lo único que hace el ser humano. Y sufrir. Y ver sufrir a las personas que nos rodean. Ojalá existiese un mundo en el que en los telediarios sólo dieran buenas noticias, y las malas fuesen en muy raras excepciones. Un mundo en el que no tengas que tener miedo de salir a la calle y que te violen, de que secuestren a tus hijos y les torturen. Un mundo en el que no temas dejar tu casa sola por si entran a robarte y encima des las gracias porque no te hayan pillado dentro. Donde las personas arreglen sus problemas argumentando y no a puñaladas. Y las únicas bandas que existan en los barrios sean de música. Un mundo en el que la gente no se juzgue por el color de la piel, en el que el fútbol sólo sea un deporte de esos que la gente practica para pasárselo bien. Donde las personas se den cuenta de que si de verdad existiera un Dios y fuese bueno, no permitiría que nadie matase a otro alguien en su nombre. Un mundo en el que no exista el dinero y lo que más importe sean los pequeños detalles. En el que se cuide y se mantenga la historia del pasado y se piense en la del futuro. Donde la única que gobierne por encima de todos sea aquella que se hace llamar justicia. Donde la gente vaya los lunes a trabajar con una sonrisa en la cara y sea tan solidaria como persona. Y que enseñen a sus hijos a serlo. Y cada individuo sea igual al que tiene al lado, sin importar ningún aspecto físico o ideológico que les diferencie. Que las únicas guerras que haya sean entre las sábanas de aquellos que se amen, sin importar su sexo. Donde la palabra "hambre" carezca de significado. Y las personas se den cuenta de que ya bastante jodida es de por sí la vida ella solita como para hacerse sufrir entre ellas. Que las únicas torturas a otro ser vivo sean de cosquillas. Ojalá exista un mundo así. Y si no estás aquí ojalá estés en él, lejos de todas las injusticias que aquí se cometen, de todo el dolor que brota de cada una de las personas que han sido víctimas hoy, de las que lo serán mañana, De todos los niños que tienen que pasar hambre mientras cuatro hijos de puta se acomodan en los colchones caros de sus mansiones y derrochan todo el dinero que tienen y el que no tienen lo roban. Y donde como si no fuera fácil morir de por sí, la gente se mata entre ella. Y dejan que las personas muera lentamente de enfermedades porque les sale más rentable económicamente que proporcionarles una cura definitiva. Donde a veces te planteas si merece la pena tener hijos para que vivan en un mundo así, mientras hay otros padres que les asesinan. Donde religión y dinero parece lo único importante, y familias huyen de sus casas para no morir bajo las lluvias de bombas pero no les acogemos. Y lo peor de todo es que viviendo en un sitio así dormimos tranquilos por las noches, lo tenemos tan normalizado que parece que no nos influye, que no nos está pasando a nosotros. Pero como siempre te decía esto no ha hecho más que empezar y no vamos a parar hasta que no acabemos destruyéndolo todo, destruyéndonos a nosotros mismos. Ojalá después de este mundo nos vayamos al otro, nos vayamos al tuyo. Pero no todos.
Espérame en nuestro planeta azul.
Alioli vida






Tiempo inexistente

¿Sabes la de cosas que podíamos haber hecho estos 26 días? ¿La de cosas que hubiésemos hablado, que nos hubiéramos contado? ¿Tienes idea de lo duro que es ir a tu pueblo, a tu ciudad y no poder verte? Cada segundo que pasa y no puedo hablar ni estar contigo me parece que es otro segundo perdido. Otro segundo insignificante e inútil de mi vida que se va para no volver. Igual que tú.
Los días pasan y pasan inevitablemente, pero siento que el tiempo se ha parado dentro de mí. Como si siempre estuviera en el mismo momento. Y cada instante que no te tengo parece un siglo. Una eternidad. Esto es una auténtica mierda. La mayor mierda de toda la historia. Que caro es el tiempo, joder. Ojalá lo hubiese conseguido parar cuando estaba contigo. Cada tic, tac del reloj se me clava hasta en el alma y me va haciendo agujeritos, agujeritos por lo que se me va escapando la vida, gotita a gotita, sin ti.


jueves, 12 de noviembre de 2015

21 días

Hola amor.
Hoy hacía 21 días desde que te fuiste. 21 días desde que me instalé a vivir en el infierno. Me he dado cuenta de que a veces intento autoconvencerme a mi misma de que en realidad tampoco te quería tanto pero que va, te quería más que nunca, y mira que yo a ti te he querido desde siempre.
Hoy he hablado con tu padre, me ha dicho que soy muy especial y que nunca se van a olvidar de mí, que vaya a verles porque me quieren mucho. Y pensar que cuando estabas vivo me moría de vergüenza cada vez que pasábamos por tu casa a saludarles. Que irónica la vida, burlándose de mí, como siempre, porque ya no podremos ir juntos a comer a tu casa. Nunca.
Hoy han pasado 21 días desde que tu cerebro dejó de funcionar, 25 desde el accidente. 25 días sin conseguir acostarme sin haber llorado. Y los que me quedan. Mi madre también llora cuando se acuerda de ti. Y es que aquí en mi casa eras ya uno más de la familia. Que duro haberte perdido de esta manera.
Me siento tan sola desde que no estás, nadie puede llenar el vacío tan grande que me has dejado. Tú eras toda mi fuerza, todo mi apoyo. No se cómo seguir si no te tengo a mi lado. Es tan difícil avanzar sin ti que a veces pienso que no voy a ser capaz de conseguirlo.
No me puedo creer que no pueda contar contigo cuando esté histérica con los exámenes, que ni si quiera vas a estar para felicitarme cuando me saque la carrera.
Que me ha bajado la regla y necesito que me compres helados de chocolate pero no puedes.
Y cuando me saque el carnet no te voy a poder dar una vuelta, con las ganas que tenías de enseñarme a conducir.
Que no me vas a ver cuando me vuelva a poner morena y la última vez que nos vimos me dijiste la curiosidad que tenías.
Que no me vas a felicitar el año y a decirme que el 2016 va a ser el mejor de nuestras vidas.
Que vas a faltar a mi cumpleaños el año que viene. Y al tuyo. Sobretodo al tuyo, joder.
No puedo asimilar tanto dolor, no me cabe dentro ya.
Reproduzco en mi cabeza una y otra vez todas las conversaciones que hemos tenido y me parecen tan irreales que a veces pienso que te he soñado, que en realidad nunca has existido.
Pero luego me acuerdo de los besos que nos dábamos y de lo mucho que nos queríamos y sé que no había nada más real que eso. Nada.
Siento como me pesan los días, como me van aplastando lentamente y no se soporta. Lo peor es que no existe alivio, no existen palabras, nadie puede ayudarme a entender esto, ni si quiera a asimilarlo porque mi corazón se niega a asimilar que tendrá que querer a otra persona que no seas tú. Que ya no podré compartir mi vida contigo, joder pero si era lo que más quería. No podía si quiera plantearme una vida sin ti, no podía imaginarme el día en el que no estuvieras. Y de pronto ya no estás y no porque quisieras irte. Te echo de menos, vida. Te echo tanto de menos que no se que va a ser de mí.
Se me ha marchitado el corazón, se me está muriendo porque quiere irse contigo.
Y no puedo evitar quererte. Eso no. Pídeme cualquier cosa menos eso.
Ojalá pudiera hacer algo para que te devolvieran, que haría lo que fuera, te lo juro, lo que fuera.
Te quiero, te quiero, te quiero.
Alioli mi vida, azules noches.



Dimensiones

Será culpa del sabor de tu piel que ya todo me parece más amargo. Que díficil es vivir sabiendo que tú ya no puedes respirar, vivir sin tus mordiscos, saber que estás en otra dimensión. La música es millones de veces más triste sin tu voz, a veces todo a mi alrededor me parece ruido y te busco en cada palabra que oigo pero no te escucho. Y siento frío, ya no hay abrazos que me mantengan el calor. Los días son oscuros y en la noche tampoco sale el sol. A veces te busco en el cielo, en las estrellas y, aunque me encataría que fueras la que más brillara, la que me guiara siempre, deseo con todas mis fuerzas que no te hayas ido tan lejos. Que te quedes en mi cama.
Me pregunto si algun día volveremos a vernos, en otro plano, en otro tiempo. En otra vida. Y si nos reconoceremos. Seguro que sí. Y tendremos la historia que nos merecemos. Me muero de ganas, amor.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Hogar, dulce hogar

Hubiésemos sido tan felices que me acojona pensar que ya no estás. Hoy alguien muy importante para ti me ha dicho que en el amor siempre se tiene mala suerte, excepto una sola vez en la vida. Yo pensaba que ibas a ser mi buena suerte, pero creo que no la había peor que la tuya, o peor que la mía. Hoy tus padres están tristes, saben que tienen que ir a tu casa en la ciudad para recoger tus cosas pero todavía son incapaces de enfrentarse a eso. Joder, en esa casa íbamos a vivir en el futuro tu y yo. Siempre me lo decías y reconozco que muchas veces me lo imaginaba. Me encantaba esa casa. Allí hemos convivido aunque sólo haya sido por unos pocos días como pareja. Allí ha crecido nuestra confianza a pasos de gigante tratando de alcanzar los sueños que allí se incubaban. Allí hemos tenido un montón de momentos nuestros, de los dos solos, tan especiales como únicos, aunque pudieran parecer sencillos, en realidad lo eran todo. Y no sólo eso. Allí estuve hace siete años cuando te llevé la esclava gravada de plata y pasamos el día con vosotros. Y no habíamos vuelto a vernos. Y entonces retomamos el contacto y nos reencontramos. Y señales del destino que este mes de agosto pasado, exactamente siete años después, volví a entrar por la puerta de esa casa, pero con intenciones muy distintas a las de la última vez. Mucho más íntimas. Mucho más feliz. Y allí es dónde prometimos ir dentro de siete años, exactamente el 15 de agosto del 2022 pasase lo que pasase con nuestras vidas, a las 00.00h de la noche. Yo voy a ir. Lo sé. Lo sabía desde el segundo que lo prometimos, que yo iba a ir. Y me moría por ver si irías tú. Aunque imaginábamos que ni si quiera nos haría falta ir porque ya estaríamos viviendo en ella, o quizás en otra casa pero juntos, y entonces iríamos juntos o nos haríamos los distraídos y nos encontraríamos allí, para subir a la terraza y comernos a besos en la mejor noche de verano de todas nuestras vidas, para fundirnos con las estrellas. Yo voy a ir. Tú no sé donde estarás, pero espero sentirte allí. No me falles.
Por una parte tengo ganas de pisar la casa, pero por otra sé que me voy a venir a bajo y probablemente llore océanos. Porque voy a revivir cada cosa, cada detalle, cada segundo que pasamos allí metidos, encerrados, ajenos al clima, a la hora y al calendario. Felices. Esas escaleras por las que casi me caigo, el espejo en el que siempre te mirabas, la maceta que secuestraron en la feria y apareció en el salón, ese sofá en el que nos hemos querido, hemos escuchado música, te has quedado dormido encima mío viendo una película. Ese pasillo por el que te veía andar en calzoncillos y me encantaba. La ducha rota que nos fuimos sin arreglar, con su agua fría y tu toalla que seguirá ali colgada, en la percha. Tu habitación y,.. nuestra cama. La del fondo. La que no hacía ruido, pegada a la ventana. En esa cama donde hemos dormido tan abrazados que parecíamos uno. Esa cama en la que nos dábamos los mejores buenos días de la historia. Donde teníamos largas, serias e intensas conversaciones. Donde nunca se acababan las caricias, las palabras bonitas, los besos en la espalda.
Que oportuno es el destino que antes de irnos la dejamos totalmente recogida, la limpiamos, barrimos, fregamos y hasta quitaste todas las colchas y las sábanas de todas las camas para lavarlas. La semana anterior la habíamos dejado echa un desastre y justo ese lunes la dejamos impecable. "Que contenta se va a poner tu madre" te decía. Sí. Ojalá.
Ojalá pudiéramos volver para desordenarla, para ensuciarla, para llenar el suelo de pelos cada vez que me lo cepillo, de pelusas del chándal. Para apuntarte con la ducha cuando ya estés vestido y mojarte entero, inundando el baño. y deshacer todas las camas. Y cocinarte todo el fin de semana. Allí se quedaron nuestras palomitas de mantequilla "para la próxima vez que fuera" pero no me dio tiempo a volver. Te fuiste antes de que me diera tiempo a volver.
Que rabia me da vida, todas las cosas que nos hemos dejado a deber. Las que nos hemos dejado a medias. Las que nos hemos dejado sin hacer. Y por mucho que me esfuerzo sigo sin entender... ¿por qué?
A veces te imagino cayéndote de la moto, ¿qué se te pasaría por la cabeza en ese momento? ¿Cómo ibas si quiera a sospechar que te ibas a morir, que no te ibas a recuperar de esa caída? Es que no me creo que no te hayas recuperado. Pero si tú eras un luchador. Si tú eras mi héroe y ahora era cuándo más te necesitaba. Mierda amor, tres semanas ya sin verte. Tres semanas de dolor. Tres semanas sin tu amor. Amor... cuánto necesito que me des una dosis de eso.
Azules noches mi vida.
Te amo

martes, 10 de noviembre de 2015

Gritaría hasta recobrar la cordura

Que asco me da la gente feliz. Es auténtica rabia, auténtica alergia. Es envidia de la mala, de la peor. Desde que no estás siento que no tengo porqué ser amable con nadie, porque la vida no ha sido amable conmigo. Y me ponen enferma.
Toda la gente que está con las mierdas esas de atraer a las buenas energías del universo con pensamientos positivos y bla, bla, bla... esas cosas no funcionan conmigo. A mí se me debió joder el imán, o directamente nací sin él, porque vaya puta porquería.
Hoy más que triste creo que estoy enfadada. Ni si quiera sé con quién o qué, pero menudo cabreo tengo, me hierve la sangre, me arden los puños. Quisiera gritar, gritar hasta desgarrarme la garganta, pegar puñetazos, patadas, incluso morder con todas mis fuerzas hasta agotar la última miguita de mi energía y quedarme totalmente anestesiada en el suelo, en el más profundo silencio y cerrar los ojos y descansar, aunque sólo fuera por un momento, descansar de este dolor que me atormenta y me persigue, día y noche, noche y día.
Estoy enfadada contigo, muy, muy, muy enfadada. Pero sé que tu tampoco querías que esto pasase y que si de verdad me escuchas lo tienes que estar pasando realmente mal, pero entonces ¿a qué esperas para mandarme una señal? ¿Es que no te parece que estoy lo suficientemente receptiva?
A veces hablo sola por la calle, imaginándome que vas conmigo, y mantengo conversaciones mirando al lado como si pudiera verte. Y pienso en lo loca que tengo que estar si de verdad no puedes oírme. Pero te seguiré hablando por si acaso, como me dice mi madre.
Todavía no puedo evitar mirar el móvil todas las mañanas esperando tener tus mensajes, pero que va. Nunca están, nunca estarán. En el fondo lo sé, pero no puedo evitar comprobar que efectivamente es real. A veces una sonrisa triste me delata, porque me acuerdo de todas las cosas bonitas que me ponías y me encantaba leer por las mañanas. A veces me mandabas fotos del paisaje que tenías delante amaneciendo o simplemente una imagen espontánea de lo que tus ojos estaban viendo y me encantaba, me encantaba poder ver lo que tu estabas viendo y compartir contigo ese momento aún estando físicamente tan lejos. Y digo físicamente porque en todos los demás sentidos estábamos conectados 24/7, y esa era la mejor sensación del mundo.
Sobretodo saber que ya desde tan pronto estabas pensando y acordándote de mí. Tú sí que sabías hacerme sentir especial.
No sabes cuánto te necesito, las ganas que tengo de verte, de olerte. De extender mis manos y tocar tu cara, esa sensación en la yema de mis dedos al entrar en contacto con tus mejillas, con tus párpados, con tu frente. Recorrer todas las líneas de tu cuello, saltar entre tus lunares. Besarte la tripa. Volver a ver esa cara que ponías cuando te mordía las orejas. Y esos escalofríos que te daban. Me encantaba.
Era curioso como habíamos pasado tantísimos años sin vernos, tantos sin hablarnos, y de pronto eras la persona que mejor me conocía. Cuando por fin quedamos la primera vez tras siete años teníamos pánico a que la situación se volviera incómoda, pasando por rara. Pero que va, desde ese abrazo que nos fundió en uno la conexión se hizo instantánea. Y sólo fue estrechándose según pasaban las semanas, los días, los meses. Y verte era el mayor placer de mis ojos. Y poder oírte, aunque fuera en la distancia. Te sentía pegado estando lejos y eso es la prueba más grande de lo increíble que eras, porque que hay personas que sientes a leguas y las tienes a centímetros.
Gracias por todo y por tanto, por reaparecer en mi vida de la mejor manera que tanto tiempo había soñado, por regalarme hasta el último de tus suspiros. Por todo lo feliz que me hiciste, aunque por desgracia fuera por poco tiempo. Sé que no estaba en tu mano. Que si lo hubiera estado hubieses removido cielo, tierra y agua para haberme hecho feliz todos y cada uno de mis días, porque así me lo demostrabas. Porque así me querías. El nuestro era un amor de niños, con declaraciones por cartas certificadas y todo. No le faltaba de nada. Sólo días, sólo años, sólo vidas...


lunes, 9 de noviembre de 2015

Sonrisas

Miro una vez y otra vez y otra vez nuestras fotos. Que difícil es tenerte tan cerca y no poder besarte, ni si quiera abrazarte. Pero qué sonrisas. No hay una en la que salgamos serios. Era imposible. No recuerdo nunca haber sonreído tanto como cuando estaba contigo. Volaban sin querer de tu boca a la mía y no podíamos hacer nada para evitarlo. Creo que mis labios nunca han sido tan felices. Ya no volverán a serlo. A veces sonrío, sí. Incluso me río a carcajadas de alguna estupidez. Pero no es igual. Hay tristeza en mi boca. En mis ojos. Ya no llevo media luna creciente en la cara. Y cuanto más te miro más guapo me parece que eras. Has dejado un cuerpo bonito, eh. Que suerte tienen los gusanos. Me dan ganas de vomitar sólo de pensarlo. De echo a veces vomito, creo que es porque se atragantan las sonrisas en mi garganta. Esas que ya no encuentran el motivo para salir y viven esperando que las provoques. Pobres. No saben que se van a morir. Ojalá os encontréis allí dónde estéis, dónde vayáis.
Que te den muchos besos de mi parte. Cuídalas. Con nadie van a estar mejor que contigo. Al fin y al cabo te pertenecen. Te las ganabas todas. Se enamoraban. Era imposible no enamorarse. Imposible no quererte.
Te quiero, sonrisas azules.


El final alternativo

Pasaron los meses y por fin ella se mudó mucho más cerca de él, pasaron de estar a más de 500 kilómetros a tan sólo una hora y media de su casa. Que ya era tiempo, pero en comparación con la distancia de antes, era una gozada.
Poco a poco fueron forjando la relación, se fueron uniendo más y más cada día. Hasta que estaban locamente enamorados el uno por el otro. Todos los días eran los días más felices de su vida, vivieron juntos los mejores años de su juventud, hicieron un montón de viajes, conocieron un montón de sitios y probaron un montón de comidas nuevas. Conocieron nuevas personas y mantuvieron las mejores que tenían. Y todo era sonrisas. Los días 15 eran los mejores de todo el mes, aunque en realidad sólo eran una escusa para sorprenderse el uno al otro y enamorarse más. Acampadas bajo las estrellas, baños desnudos en la playa, sofás, películas y manta.
Al cabo de dos años se fueron a vivir juntos. Ella le preparaba el desayuno por las mañanas menos los fines de semana, que se lo llevaba él a la cama. Tenían una habitación llena de bonsais y una terraza rodeada de girasoles. Dos perros y un cuarto de baño con bañera. Las paredes eran azules y muchas estaban repletas de dibujos, de letras de canciones. Un proyector gigante colgaba del techo de la habitación para montarse el cine en casa. Siempre había palomitas de mantequilla en el armarito de la cocina. Él volvía de trabajar cansado pero con una sonrisa en la cara, ella le saltaba encima en cuanto oía el sonido de sus llaves en la puerta. Y se comían a besos hasta que se dormían, había noches que ni si quiera cenaban. Se cenaban.
Al final él la convenció para tener hijos antes de los 30. Y tuvieron dos. Un niño y una niña, preciosos, ambos habían heredado la sonrisa y la labia de él, la inteligencia de ella, sus ojos. Que guapos eran. Y que felices. Las vacaciones familiares eran lo mejor. Las cenas todos juntos, los paseos por el parque, los partidos de fútbol. Era esa clase de familia que se vuelve la envidia de todo el barrio. No los había mejores. Claro que tenían problemas, pero eso era lo que les mantenía más unidos todavía.
Al final se casaron, fue una boda de disfraces, preciosa. Como ella siempre había soñado. Todos los invitados iban disfrazados pero el disfraz de los novios era increíble. Les encantaba ver una y otra vez el álbum de fotos. Esas sí que eran fotos que merecía la pena tener impresas y no en el móvil.
La verdad es que había fotos impresas por toda la casa. De todos sus amigos de todos sus familiares, en blanco y negro, en color, grandes, pequeñas, medianas... y en todas ellas sonrisas en la boca.
Cuando los niños fueron más mayores se les llevaron de crucero por el Mar Mediterráneo, dónde ellos se conocieron cuando sólo tenían 13 y 14 años y siempre soñaban con llevar algún día allí a sus hijos, para hacer con ellos ese viaje mágico que les cambió la vida, aunque en ese momento ni si quiera lo supieron, aunque tuvieron que pasar ocho años para que él se enamorara de ella. Ella le estuvo esperando. Y mereció la pena. Porque desde entonces toda su vida fue un sueño y no quería dormir, porque nada de lo que soñara dormida podía ser mejor que lo que vivía cuando estaba despierta. Tenía todo lo que quería.
Siguieron pasando los años y sus hijos también se casaron y tuvieron sus hijos. Ellos ya sólo eran un par de abuelos jubilados que vivían en un apartamento chiquitito en frente de la playa, adoraban a sus nietos y la cerveza fría en la terraza. Él siempre les contaba historias, les contaba la suya propia, la suya con ella. Y sus nietos siempre decían que cuando fueran mayores querían una historia de amor como la suya. Eterna y pura. Y así pasaron el resto de sus días, paseando despacito de la mano por la playa, recordando lo felices que habían sido y lo felices que serían hasta el día en que se murieran, juntos, después de haber disfrutado de toda una vida, de años y años de momentos únicos y de historias que por mucho que las contasen, al final sólo entendían ellos dos el valor que tenían y todo lo que representaban. La felicidad vivida de la mano de un amor que duró toda la vida, la vida más larga que se pueda tener.


domingo, 8 de noviembre de 2015

El destino

Cada segundo que pasa y no puedo hablar contigo se vuelve una eternidad, vida.
Como echo de menos el sonido de tu voz, no había mejor música para mis oídos que la melodía de tu risa. Y no se que hacer mi amor, no se que hacer para acostumbrarme a vivir sin ella. O desacostumbrarme a ti. Tenías todo lo que necesitaba en alguien para que me hiciese feliz. Y es que eras un amor. Eras el amor en persona. Que suerte tenía de poder besar al amor en los labios. Que el amor me dijera que me quería. No puedo vivir sin amor. Nadie puede. Siento como mi alma se va haciendo pedazos, cada vez más pequeños y más pequeños, incluso algunos ya han desaparecido y son microscópicos, no creo que pueda volver a contar con ellos. Y aquí estoy, con los trozos que aun me quedan de mí, intentando pegarlos a tus recuerdos para poder levantarme de la cama una vez más, practicar la mejor sonrisa que puedo frente al espejo y esperar a que pasen las horas, los minutos y los segundos, sin más. Sin sentido alguno. Desorientada. Porque no se ni dónde estoy ni donde voy, ni donde debería ir. Lo único que me apetece es estar contigo, lo que daría por estar contigo otra vez en ese maravilloso y último fin de semana que pasamos juntos. Menos mal que fui a verte. Menos mal, vida.
Nunca te dije que me había enamorado de ti, porque ni si quiera yo quería verlo. Pero joder que si lo estaba, que si lo estoy. ¿Cómo se desenamora alguien de un muerto? ¿Por qué te has tenido que morir? Todas las mañanas cuando me despierto pienso: "Ya falta un día menos para vernos, mi amor." Y ojalá así sea, y ojalá me quieras si me muero vieja y fea. Y tú seguirás teniendo 23 años. ¿Cómo se puede morir alguien con 23 años? Es jodida y completamente antinatural. Tenías tantas cosas que hacer, tanto por vivir... ya no sólo conmigo, si no tu vida entera. Tu puta vida entera que ya no es nada. Ya no eres vida. Ni si quiera sé lo que eres.
Que ingenuos somos, planeamos toda nuestra vida, vivimos condicionados por unas normas, por unas bases sociales y económicas que tenemos que seguir, y nos pasamos toda ella pensando en el futuro, en los días que vendrán, inconscientes de lo frágil que es. De que al final está única y exclusivamente en las manos del destino. Y no hay nada por encima de él, ni si quiera ese a quien llamáis "Dios".
La vida es un viaje, y contigo a bordo mi trayecto era el destino.
Ya no tengo ni destino. Ya no sé ni lo que tengo. Si te soy sincera me da igual, me da igual todo. Lo peor ya ha llegado y se va a quedar porque tu te has ido.
El destino... ese grandísimo hijo de puta.
Y nadie puede huir de él, nadie puede escapar de su propia historia. Ni si quiera el amor.


sábado, 7 de noviembre de 2015

Lo que hemos vivido

Hay días en los que hasta las moscas me dan envidia. Se dedican a revolotear encima tuya para posarse cuando te descuides. Se frotan las manos cómo si estuvieran tramando un plan para destruirnos. Al menos ellas ya tienen plan. Ya tienen más que yo.
Te dejo aquí nuestra canción porque no he parado de cantarla mientras me duchaba, ni he parado de llorar mientras la cantaba. Por volver a oírla juntos. Por lo que hemos vivido pero sobretodo, por todo lo que nos quedaba por vivir. 
Hoy tampoco he podido abrazar tu voz. 
Te echo de menos más que ayer, pero menos que mañana.
Te amo mi vida. Te amo, te amo y te amo.
Alioli.

Nada peor que respirar tu ausencia

Otra maldita noche de mierda. Pesadillas, pesadillas y más pesadillas. Y me despierto quince veces. Me desvelo a las 7.30 y aunque no tenga más sueño hago lo posible por volverme a dormir, por apurar en la cama hasta las 12.30 como mínimo. Cuánto más tarde me levante, más corto será el día. Menos horas para pensar. Menos horas que echarte de menos.
Joder vida, hay tantas cosas que me encantaría contarte y no puedo.
Ya he terminado de verme esa serie con mi hermana y no puedo contarte el rebuscadísimo e inesperado final. No puedo contarte las gilipolleces que tienen algunas personas en la cabeza últimamente (y siempre). No puedo contarte que nuestro plan de juntar a tu amigo con mi hermana está dando sus frutos y joder, esa sí que sería una historia bonita. Y tú vas a perdértela. No es justo.
No puedo contarte lo que hice ayer, lo que no sé si hacer hoy. Que me estoy poniendo mala y no puedo permitírmelo porque ya no te tengo para preocuparte por mí. Para recordarme que me tengo que tomar los antibióticos. Ya no te tengo preguntándome 25 horas al día que si estoy mejor. Y sin eso ponerse mala no merece la pena.
Hace sol. Que rabia me da que ya no puedas sentir el placer de que te caliente la cara. Ya nunca vas a sentir lo que es el calor, ni el frío. Ni la lluvia mojándote. No te voy a poder traer a ver la nieve, ya nunca vas a disfrutar de lo que es dar vueltas con la boca abierta intentando atrapar los copos que caen del cielo, muy fríos en contraste con tu lengua caliente. Ni hacer un muñeco de nievo, una batalla de bolas. El chocolate caliente cuando entras en casa. Joder mi amor, te vas a perder los mejores detalles. Esas cosas que parecen tan insignificantes y que al final son el sentido de la vida. Aquello para lo que existimos, aquello por lo que merece la pena vivir. Que caprichoso el destino que no debió tardar ni 60 segundos en arrebatarte todo eso. Todo aquello por lo que habíamos luchado. Da igual cuánto nos esforzamos, cuánto tiempo invertimos, las ilusiones y ganas que le habíamos puesto. En 60 segundos se fue todo a la mierda. Tu vida. La mía. De la jodida manera más tonta. Que rabia. Tu ya ni si quiera brillas y yo he vuelto al punto de partida. Estoy aquí sentada sin saber otra vez que hacer con mi vida. Sin trabajo. Sin dinero. Sin esperanzas. Sin sueños. Sin planes. Tenía toda mi vida planeada. Toda mi vida por fin iba a dar ese giro de 360º que necesitaba desde hacía tantos años, y lo iba a dar gracias a ti. Por fin el sueño se iba a convertir en realidad, en mi realidad, en mi día a día. Tanto tiempo esperando que llegara ese momento en el que tuviera las fuerzas suficientes para enfrentarme al cambio que cuando por fin lo hice (gracias a ti) estaba segura de que nada podía salir mal. Ya está. A partir de ahora iba a ser feliz. Y por muy difícil que sabía que iba a ser, estaba segura de que estarías conmigo y no podía pedir nada más, nada mejor.
Cuatro días después estabas de camino al hospital.
¿Por qué?, ¿por qué ahora? .
Puta vida que te burlas de mí como quieres y más. ¿Te parece divertido? Nos quitaste lo mejor que teníamos incluso antes de poder llegar a disfrutarlo. Injusta.
Me has quitado lo que más quería. No esperes nada de mí ahora. Nunca. Me das asco. Todo me lo da.
Me has quitado los planes, los sueños, las promesas, las esperanzas, las ilusiones, el futuro, mi vida. Que siga respirando no significa que siga viva.
Vivir es mucho más que respirar. De qué te sirve respirar si no tienes a esa persona que se tumbe encima tuyo a escuchar esa respiración. Que esa respiración le haga feliz.
Amaba escuchar tu respiración, igual que tu corazón latir.
Jamás olvidaré la última vez que lo escuché. Porque fue la última vez que viví.