sábado, 7 de noviembre de 2015

Nada peor que respirar tu ausencia

Otra maldita noche de mierda. Pesadillas, pesadillas y más pesadillas. Y me despierto quince veces. Me desvelo a las 7.30 y aunque no tenga más sueño hago lo posible por volverme a dormir, por apurar en la cama hasta las 12.30 como mínimo. Cuánto más tarde me levante, más corto será el día. Menos horas para pensar. Menos horas que echarte de menos.
Joder vida, hay tantas cosas que me encantaría contarte y no puedo.
Ya he terminado de verme esa serie con mi hermana y no puedo contarte el rebuscadísimo e inesperado final. No puedo contarte las gilipolleces que tienen algunas personas en la cabeza últimamente (y siempre). No puedo contarte que nuestro plan de juntar a tu amigo con mi hermana está dando sus frutos y joder, esa sí que sería una historia bonita. Y tú vas a perdértela. No es justo.
No puedo contarte lo que hice ayer, lo que no sé si hacer hoy. Que me estoy poniendo mala y no puedo permitírmelo porque ya no te tengo para preocuparte por mí. Para recordarme que me tengo que tomar los antibióticos. Ya no te tengo preguntándome 25 horas al día que si estoy mejor. Y sin eso ponerse mala no merece la pena.
Hace sol. Que rabia me da que ya no puedas sentir el placer de que te caliente la cara. Ya nunca vas a sentir lo que es el calor, ni el frío. Ni la lluvia mojándote. No te voy a poder traer a ver la nieve, ya nunca vas a disfrutar de lo que es dar vueltas con la boca abierta intentando atrapar los copos que caen del cielo, muy fríos en contraste con tu lengua caliente. Ni hacer un muñeco de nievo, una batalla de bolas. El chocolate caliente cuando entras en casa. Joder mi amor, te vas a perder los mejores detalles. Esas cosas que parecen tan insignificantes y que al final son el sentido de la vida. Aquello para lo que existimos, aquello por lo que merece la pena vivir. Que caprichoso el destino que no debió tardar ni 60 segundos en arrebatarte todo eso. Todo aquello por lo que habíamos luchado. Da igual cuánto nos esforzamos, cuánto tiempo invertimos, las ilusiones y ganas que le habíamos puesto. En 60 segundos se fue todo a la mierda. Tu vida. La mía. De la jodida manera más tonta. Que rabia. Tu ya ni si quiera brillas y yo he vuelto al punto de partida. Estoy aquí sentada sin saber otra vez que hacer con mi vida. Sin trabajo. Sin dinero. Sin esperanzas. Sin sueños. Sin planes. Tenía toda mi vida planeada. Toda mi vida por fin iba a dar ese giro de 360º que necesitaba desde hacía tantos años, y lo iba a dar gracias a ti. Por fin el sueño se iba a convertir en realidad, en mi realidad, en mi día a día. Tanto tiempo esperando que llegara ese momento en el que tuviera las fuerzas suficientes para enfrentarme al cambio que cuando por fin lo hice (gracias a ti) estaba segura de que nada podía salir mal. Ya está. A partir de ahora iba a ser feliz. Y por muy difícil que sabía que iba a ser, estaba segura de que estarías conmigo y no podía pedir nada más, nada mejor.
Cuatro días después estabas de camino al hospital.
¿Por qué?, ¿por qué ahora? .
Puta vida que te burlas de mí como quieres y más. ¿Te parece divertido? Nos quitaste lo mejor que teníamos incluso antes de poder llegar a disfrutarlo. Injusta.
Me has quitado lo que más quería. No esperes nada de mí ahora. Nunca. Me das asco. Todo me lo da.
Me has quitado los planes, los sueños, las promesas, las esperanzas, las ilusiones, el futuro, mi vida. Que siga respirando no significa que siga viva.
Vivir es mucho más que respirar. De qué te sirve respirar si no tienes a esa persona que se tumbe encima tuyo a escuchar esa respiración. Que esa respiración le haga feliz.
Amaba escuchar tu respiración, igual que tu corazón latir.
Jamás olvidaré la última vez que lo escuché. Porque fue la última vez que viví.

No hay comentarios:

Publicar un comentario