miércoles, 4 de noviembre de 2015

¿Quién quería príncipes teniendo bichos azules?

Yo no era tu princesa, era tu republicana chula. Tú no eras mi príncipe, eras mi bichito azul. No necesitábamos castillo, cuanto más pequeña fuera la cama mejor. Tampoco necesitábamos carrozas, me encantaba montarme en tu coche y cambiarte todas las emisoras de radio hasta que ponían una canción que me supiera y te la pudiera cantar. No necesitábamos dinero ni joyas caras. Teníamos besos y nos regalábamos imperdibles con formas de corazones. Cambiamos a todos los criados y sirvientes por el camarero de aquel bar al que bajábamos a tomar el aperitivo. Cambiamos el champagne de lujo por la cerveza 'estrella levante' y los manjares por lacasitos y gominolas de colores. Sustituímos los vestidos y trajes por un chándal y un pijama y los zapatos de cristal por deportivas, de esas que son tan cómodas que te puedes recorrer el mundo a pie. Cambiamos las cenas y los bailes elegantes por ir al cine un domingo por la tarde noche y unos nuggets de 20 con salsa barbacoa.
O una partida a los dardos con mi pésima puntería y tus trampas.
Cambiamos las coronas por gorras vistosas y los discursos por esas canciones que improvisabas para mí, siempre con el mismo ritmo pero distinta letra. Y cómo me hacían sonreír.
Cambiamos la hora mágica de las 00.00 por las 05:37 y joder, era mi hora favorita.
Sustituímos el hada madrina por unos amigos de la hostia y la barita mágica por pajitas con formas que adornaban las copas.
No necesitábamos un caballo blanco, que si hacía falta te llevaba yo en brazos.
La única parte con la que me quedaba del cuento es la del beso. Porque a ti y a mi otras cosas no sé, pero el amor verdadero lo derrochábamos.

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