sábado, 21 de noviembre de 2015

Hasta que la muerte nos una.

Mañana hace un mes desde que te fuiste, desde que todo lo que conozco y desconozco perdió la mayor parte de su sentido. Desde la vida hasta los sueños, desde las birras hasta los paseos. Lo peor de esto es saber que jamás podre volver a disfrutar de algo, de cualquier cosa, como la hubiese disfrutado al haberla compartido contigo. Aunque sólo fuera para contártelo. ¿Lo positivo? nada de lo que podía hacerme daño en la vida ya me duele. Todo el resto de problemas, de preocupaciones, de vacíos, todo el resto de miedos, de calamidades, de agujeros negros, toda esa mierda se ha convertido en eso, en una mierda sin importancia.
Hace un mes mi mundo, mi vida entera era de color azul, azul en todas y cada una de sus tonalidades. A veces era azul claro como el del cielo, a veces marino como el mar, a veces incluso era azul muy oscuro, pero seguía siendo azul porque estabas tú. En menos de un minuto todo se volvió negro. Negro oscuro. Como si de pronto me hubiese quedado ciega, ciega para siempre. Porque no he vuelto a ver el color. Se me han desteñido las ilusiones, los sueños, los planes... hasta el amor se me ha vuelto negro. Y desde entonces camino a tientas, a veces incluso tengo que arrastrarme. ¿Lo bueno? Mientras estás en el suelo no puedes caerte. Y yo sé que ya no puedo caer más bajo, he tocado fondo. Una vez alguien me dijo que lo bueno de tocar fondo es que ya sólo te queda subir hacia arriba, pero... ¿cómo? Si al menos supiera que vas a estar esperándome en la superficie... pero sé que no lo estarás. Que no vas a estarlo. Que quizás no vuelva a verte jamás, ni si quiera en la muerte, porque en la vida ya está claro que no.
Ha pasado un mes y me sigue pareciendo tan jodidamente surrealista que no consigo asimilarlo, no consigo encontrar ese por qué. Por qué te ha pasado esto a ti con la cantidad de hijos de puta que hay respirando. Joder, que estaba segura de que te ibas a poner bien. Pensaba que lo primero que iba a hacer cuando te despertaras era regalarte un casco. ¿Adivinas de que color iba a ser?
Hace un mes que siento como si alguien me hubiese clavado un puñal directo en el pecho, y cada día que pasa lo siento más y más profundo. A veces me dan ganas de tirarme al suelo y retorcerme del dolor pero ni si quiera eso me aliviaría. Y estoy perdida, porque aunque intentase quitarme el puñal moriría desangrada, te lo puedo asegurar. Y por desgracia para mí, mi corazón es lo suficientemente fuerte como para seguir bombeando sangre a pesar de tener eso clavado, sigue latiendo porque no quiere rendirse, porque quiere intentar latir por los dos el resto de su vida, para que puedas vivir dentro de él siempre. Donde has estado todos estos años desde que te conocí y espero que te quedes hasta que, al menos tú, puedas terminar de conocerme.
Ha pasado un mes y todavía no he conseguido que pase un día sin llorarte, sin mirar tus fotos y desgastarlas a besos, cerrando los ojos, como si pudieras sentirlos, como si pudiera sentirte.
No me puedo creer que nos haya pasado esto, vida. Con lo que eramos, con lo que hubiésemos sido. Con lo que nos queríamos, hubiésemos batido el récord del mundo en quererse. Qué coño del mundo, del universo. Ni si quiera en Neptuno la gente se quiere tanto como nosotros.
Hace un mes que hasta el más insignificante detalle me mata. Como no poder enseñarte el moratón que me he hecho en la pierna por un golpe que me he dado con el radiador del pasillo, o comprar ropa nueva a desgana porque sé que ya no vas a poder vérmela puesta. Descubrir una canción nueva, una comida, un nuevo destino de viaje. Escuchar una frase creativa, contarte mi día a día, lo estúpida que se vuelve la gente, lo mal y loco que está el mundo. Que a lo mejor mañana nieva y no puedo tirarte bolas, que hoy ha estado lloviendo y a mi sofá le has hecho falta. Que ayer había un atardecer precioso y te lo has perdido.
¿Cómo es posible que hayas pasado del todo a la nada en menos de un minuto?
Intento distraerme todo el día, porque a estas alturas sé que es lo único que puedo hacer. Y lo consigo, pero el dolor sigue ahí. Aunque no esté exclusivamente pensando en ti, pensando en él, la angustia no se va. El puñal sigue ahí, clavado hasta el mango y te juro que me duele hasta respirar.
Cada bocanada de aire sin ti es como quemarse vivo por dentro y no poderlo evitar.
Soñábamos con que, tal vez, nos llegáramos a casar algún día, y ahora lo único que puedo esperar es que la muerte nos vuelva a juntar. Y te aseguro que ahora mismo me da mucho más miedo hacerme vieja que morirme. Envejecer sin ti, eso sí que no merece la pena. Que no tiene sentido. Como todo, como nada desde que no estás.
Te echo de menos cada milésima parte de cada milésima de segundo de mi tiempo.
Ojalá estés aquí, para siempre. Por favor, quédate.
Te azuleo con toda la locura del universo, mi amor.
Alioli

No hay comentarios:

Publicar un comentario