martes, 3 de noviembre de 2015

Lo que más duele no es recordar tu sonrisa. Lo que más duele es pensar que ya nunca sabré si la hubiesen heredados nuestros hijos. Ni si quiera sabré si hubiésemos llegado a tenerlos.
Una vez me dijiste que le ibas a contar nuestra historia a tus nietos, aunque no fueran conmigo. Que duro es pensar que ni si quiera vas a poder tenerlos. Pero te aseguro que si algún día yo les tengo, se la contaré con todo el cariño y el amor con el que la guardaré siempre.
Pasan las horas e intento distraerme, te alegrará saber que he resumido siete u ocho páginas del libro de Psicopatología esta tarde, aunque no me haya enterado casi de lo que he escrito. No me puedes renegar porque al menos lo he intentado.
Mira que hora es todavía y yo ya estoy deseando dormirme, probar suerte para ver si esta noche sueño contigo. Y eso que casi todas sólo tengo pesadillas, me despierto ciento cincuenta veces y me duele tanto la espalda que no puedo ni levantarme. Pero lo seguiré intentando. Porque una vez soñé que estabas vivo y aunque ni si quiera en mi propio sueño me recordabas, aunque ni si quiera me hablaste, me sentí tan inmensamente feliz de tenerte en frente que cuando me desperté me pareció el sueño más bonito que había tenido en años.
Espero que esta noche te duermas conmigo, que no quites el brazo de debajo mío para no despertarme hasta que se haga de día. Y que te despiertes antes y me mires dormir y me acaricies la tripa. Y me abraces tan fuerte que cuando cierre fuerte los ojos pueda escuchar a tu corazón latir y me quede dormida.
Buenas noches mi vida. Alioli.
Te azuleo.

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