miércoles, 11 de noviembre de 2015

Hogar, dulce hogar

Hubiésemos sido tan felices que me acojona pensar que ya no estás. Hoy alguien muy importante para ti me ha dicho que en el amor siempre se tiene mala suerte, excepto una sola vez en la vida. Yo pensaba que ibas a ser mi buena suerte, pero creo que no la había peor que la tuya, o peor que la mía. Hoy tus padres están tristes, saben que tienen que ir a tu casa en la ciudad para recoger tus cosas pero todavía son incapaces de enfrentarse a eso. Joder, en esa casa íbamos a vivir en el futuro tu y yo. Siempre me lo decías y reconozco que muchas veces me lo imaginaba. Me encantaba esa casa. Allí hemos convivido aunque sólo haya sido por unos pocos días como pareja. Allí ha crecido nuestra confianza a pasos de gigante tratando de alcanzar los sueños que allí se incubaban. Allí hemos tenido un montón de momentos nuestros, de los dos solos, tan especiales como únicos, aunque pudieran parecer sencillos, en realidad lo eran todo. Y no sólo eso. Allí estuve hace siete años cuando te llevé la esclava gravada de plata y pasamos el día con vosotros. Y no habíamos vuelto a vernos. Y entonces retomamos el contacto y nos reencontramos. Y señales del destino que este mes de agosto pasado, exactamente siete años después, volví a entrar por la puerta de esa casa, pero con intenciones muy distintas a las de la última vez. Mucho más íntimas. Mucho más feliz. Y allí es dónde prometimos ir dentro de siete años, exactamente el 15 de agosto del 2022 pasase lo que pasase con nuestras vidas, a las 00.00h de la noche. Yo voy a ir. Lo sé. Lo sabía desde el segundo que lo prometimos, que yo iba a ir. Y me moría por ver si irías tú. Aunque imaginábamos que ni si quiera nos haría falta ir porque ya estaríamos viviendo en ella, o quizás en otra casa pero juntos, y entonces iríamos juntos o nos haríamos los distraídos y nos encontraríamos allí, para subir a la terraza y comernos a besos en la mejor noche de verano de todas nuestras vidas, para fundirnos con las estrellas. Yo voy a ir. Tú no sé donde estarás, pero espero sentirte allí. No me falles.
Por una parte tengo ganas de pisar la casa, pero por otra sé que me voy a venir a bajo y probablemente llore océanos. Porque voy a revivir cada cosa, cada detalle, cada segundo que pasamos allí metidos, encerrados, ajenos al clima, a la hora y al calendario. Felices. Esas escaleras por las que casi me caigo, el espejo en el que siempre te mirabas, la maceta que secuestraron en la feria y apareció en el salón, ese sofá en el que nos hemos querido, hemos escuchado música, te has quedado dormido encima mío viendo una película. Ese pasillo por el que te veía andar en calzoncillos y me encantaba. La ducha rota que nos fuimos sin arreglar, con su agua fría y tu toalla que seguirá ali colgada, en la percha. Tu habitación y,.. nuestra cama. La del fondo. La que no hacía ruido, pegada a la ventana. En esa cama donde hemos dormido tan abrazados que parecíamos uno. Esa cama en la que nos dábamos los mejores buenos días de la historia. Donde teníamos largas, serias e intensas conversaciones. Donde nunca se acababan las caricias, las palabras bonitas, los besos en la espalda.
Que oportuno es el destino que antes de irnos la dejamos totalmente recogida, la limpiamos, barrimos, fregamos y hasta quitaste todas las colchas y las sábanas de todas las camas para lavarlas. La semana anterior la habíamos dejado echa un desastre y justo ese lunes la dejamos impecable. "Que contenta se va a poner tu madre" te decía. Sí. Ojalá.
Ojalá pudiéramos volver para desordenarla, para ensuciarla, para llenar el suelo de pelos cada vez que me lo cepillo, de pelusas del chándal. Para apuntarte con la ducha cuando ya estés vestido y mojarte entero, inundando el baño. y deshacer todas las camas. Y cocinarte todo el fin de semana. Allí se quedaron nuestras palomitas de mantequilla "para la próxima vez que fuera" pero no me dio tiempo a volver. Te fuiste antes de que me diera tiempo a volver.
Que rabia me da vida, todas las cosas que nos hemos dejado a deber. Las que nos hemos dejado a medias. Las que nos hemos dejado sin hacer. Y por mucho que me esfuerzo sigo sin entender... ¿por qué?
A veces te imagino cayéndote de la moto, ¿qué se te pasaría por la cabeza en ese momento? ¿Cómo ibas si quiera a sospechar que te ibas a morir, que no te ibas a recuperar de esa caída? Es que no me creo que no te hayas recuperado. Pero si tú eras un luchador. Si tú eras mi héroe y ahora era cuándo más te necesitaba. Mierda amor, tres semanas ya sin verte. Tres semanas de dolor. Tres semanas sin tu amor. Amor... cuánto necesito que me des una dosis de eso.
Azules noches mi vida.
Te amo

No hay comentarios:

Publicar un comentario