martes, 3 de noviembre de 2015

Besos salados

Te voy a resumir un pedacito del mejor verano de mi vida. Probablemente del mejor baño que me haya dado en el mar. Era Agosto. Un día de esos calurosos cómo hacía años que no los habían. Prácticamente me obligaste a salir de mi casa para ir a beber cerveza con tu prima. Que vergüenza. No quería. Pero después de que llevaseis media hora recorriendo todas las calles próximas a la mía, me convenciste. Y menos mal. No sólo me lo pasé increíble esa tarde, si no que a partir de ahí todos los momentos fueron insuperables. Cerveza y risas hasta que me tuve que ir y antes de marcharme te robé un beso. "¿Estás segura de eso?" - "No." Te contesté sonriendo y me fui corriendo.
A la mañana siguiente nos vimos en la playa. Te vi aparecer con tu bañador de lejos y esa sonrisa puesta en la cara. Qué calor, cómo sudabas. Fuimos a comprar agua y después dejaste tus cosas en mi toalla. Corrimos a la orilla porque la arena ya quemaba y nos abrazamos entre las olas. Poco a poco nos fuimos alejando de la gente, de la arena y hasta del mundo. Sólo quería seguir abrazándote y enredarme a ti aprovechando el poco peso que tenía en el agua. Y que rica tu piel salada, no podía parar de besarla. Y de vez en cuando un beso en los labios que se nos escapaba. Y otro. Y entre beso y beso sonrisas. Esas sonrisas que hablan por sí solas, esas sonrisas que te salen cuando sabes que no inventaron palabras para explicar lo que sientes, Y saber que tú estabas sintiendo lo mismo. Felicidad en estado puro. Que no importaba que hora era, cuánta gente nos rodeaba. Algunos nos miraban con rabia, otros con envidia. Otros curioseaban y otros ni si quiera nos veían. A mí no me importaba. Me sentía invisible para el resto de personas. Para mí sólo estábamos tu y yo y la inmensidad del mar. Y nuestros cuerpos juntos, muy juntos. Y nuestras manos que se acariciaban y se buscaban entre las burbujas. Y buscar sentirte, sentir tu piel con mi piel. Y mi primera vez en la playa. Y yo sólo pensaba: que bonito.
Y es que tenías la maravillosa capacidad de hacerlo todo bonito. Cualquier cosa. Todo a tu alrededor se volvía bonito, se volvía precioso. No se podía comparar el sol con tu cara radiante. Era esa luz que desprendías que me tenía hipnotizada. Que no quería separarme de ti ni dos centímetros porque me parecía que estaba a kilómetros de tu boca. Y cómo me llamaba tu boca y yo sólo quería callarla.
Y me bebí el mar en tus labios.

1 comentario:

  1. Media hora dando vueltas por calles a dos kilómetros de tu casa jajajaja y el todo convencido k era por allí jajajaja

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