miércoles, 18 de octubre de 2017

Octubre maldito

Dicen que cuando te mueres ves pasar ante tus ojos una especie de película con todos los momentos que has vivido. No se si será verdad, quizás lo dicen porque cuando alguien se muere, en tu mente se reproducen todos los instantes que has compartido con esa persona, incluso los que no.
En mi corta vida he sentido que se me rompía el alma dos veces, la primera vez fue hace dos años y la segunda esta misma tarde mientras sacábamos a tu madre de aquel tanatorio. Reconozco que esta última no me ha dolido tanto, quizá porque lo que se me ha roto hoy eran los pedazos que ya estaban partidos, y que lo que está roto no se puede volver a romper, sólo se puede destrozar aún más. Me parece increíble que te esté escribiendo esto tumbada en esta cama, en la que dormimos la primera vez que vine aquí. En esta casa dónde te velamos hace casi 24 meses.
Anoche me daba miedo volverme y encontrarme con la certeza de que esta vez no ibas a estar ahí tumbado. Y aun así, pase la mano temblorosa por tu lado del colchón deseando chocarme contra tu cuerpo. Pero sólo había frío.
Sigo sin poder comprender cómo la vida puede ser tan sumamente hija de puta, cómo la gente puede rezarle a un Dios que permite que pasen este tipo de cosas. Y, aunque me duela, una parte de mí desea con fuerza que no puedas vernos, que no sufras lo que aquí estamos sufriendo. Y que sea verdad eso que dicen, que en alguna parte las almas se encuentran y que estés con ella, por fin, que te esté abrazando fuerte y ya nunca se separe de ti. Que no se haya convertido sólo en polvos de estrellas... ni tú tampoco.
No te imaginas lo duro que es revivir otra vez todo el kaos, esa sensación horrible que no me puedo arrancar del pecho... otra vez las horas muertas (y nunca mejor dicho), la cara hinchada y amarilla, otra despedida triste y sobretodo eterna... y encima en un día como hoy.
Hace dos años a estas horas estaba volviéndome loca por llegar al hospital y resucitarte con un beso, já. Qué ingenua. Y desde entonces duermo sola, mirando de reojo de vez en cuando el otro lado de la cama. Por si volvieras. Ojalá pudiera escucharte de nuevo, sentir tu cuerpo contra mi cuerpo, tu boca en mi boca y tu risa en mi voz. No sabes cómo te echamos de menos.

Y luego está la parte egoísta que vive en mí, que, por cierto, a veces crece más de lo que me gustaría, y que necesita que sigas aquí con nosotros, conmigo. Que tu también me mires de reojillo, con esa cara de gilipollas enamorado con la que nos mirábamos, que me sigas acariciando la espalda por las noches y que te hayas reído a carcajadas disfrutando de los ataques de risa que nos dan a tu abuela y a mí jugando a las cartas.

No sé qué coño me diste, qué coño me hiciste para que después de todo y de tanto, te siga queriendo como el primer día. Te azuleo bichito azul, estés donde estés. No sabes cómo lo siento por todo lo que ha pasado, ojalá pudiera hacer algo más. Descansad. Ahora sí, al menos ella estará descansando. Y te tiene a ti.
Te amo, Lila.
Alioli