jueves, 2 de noviembre de 2017

Pompas de jabón

Mira todos los meses y meses que han pasado y sigo acordándome inevitablemente de ti cada vez que me subo a un autobús. Da igual a dónde vaya, sigo esperando siempre encontrarte en el destino. Me acuerdo de la sensación de mis nervios devorándome cada vez que llegaba a esa estación en la que estabas tú esperándome desde hacía horas, las mariposas aleteaban tan fuerte que se me salían por la boca y me temblaban hasta las manos. Y entonces me bajaba y se me atragantaban las palabras hasta que me abrazabas y ya nada importaba, todos los problemas del universo se desvanecían en milésimas de segundo. Y es que así eras tú, con esa capacidad mágica de crearme amnesia fuera de todo lo que no eramos tú y yo y toda la vida que teníamos delante. Para comérnosla, para bebernos hasta la última gota del miedo. Y lo transformabas todo en felicidad sumergiéndome al instante en esa burbuja en la que creía poder flotar. Esa burbuja que creía irrompible. Hasta que se rompió. Y que puta mierda es vivir fuera de ella y sin ti. Sin esa maldita y maravillosa sensación.
Joder, cómo te echo de menos...


miércoles, 18 de octubre de 2017

Octubre maldito

Dicen que cuando te mueres ves pasar ante tus ojos una especie de película con todos los momentos que has vivido. No se si será verdad, quizás lo dicen porque cuando alguien se muere, en tu mente se reproducen todos los instantes que has compartido con esa persona, incluso los que no.
En mi corta vida he sentido que se me rompía el alma dos veces, la primera vez fue hace dos años y la segunda esta misma tarde mientras sacábamos a tu madre de aquel tanatorio. Reconozco que esta última no me ha dolido tanto, quizá porque lo que se me ha roto hoy eran los pedazos que ya estaban partidos, y que lo que está roto no se puede volver a romper, sólo se puede destrozar aún más. Me parece increíble que te esté escribiendo esto tumbada en esta cama, en la que dormimos la primera vez que vine aquí. En esta casa dónde te velamos hace casi 24 meses.
Anoche me daba miedo volverme y encontrarme con la certeza de que esta vez no ibas a estar ahí tumbado. Y aun así, pase la mano temblorosa por tu lado del colchón deseando chocarme contra tu cuerpo. Pero sólo había frío.
Sigo sin poder comprender cómo la vida puede ser tan sumamente hija de puta, cómo la gente puede rezarle a un Dios que permite que pasen este tipo de cosas. Y, aunque me duela, una parte de mí desea con fuerza que no puedas vernos, que no sufras lo que aquí estamos sufriendo. Y que sea verdad eso que dicen, que en alguna parte las almas se encuentran y que estés con ella, por fin, que te esté abrazando fuerte y ya nunca se separe de ti. Que no se haya convertido sólo en polvos de estrellas... ni tú tampoco.
No te imaginas lo duro que es revivir otra vez todo el kaos, esa sensación horrible que no me puedo arrancar del pecho... otra vez las horas muertas (y nunca mejor dicho), la cara hinchada y amarilla, otra despedida triste y sobretodo eterna... y encima en un día como hoy.
Hace dos años a estas horas estaba volviéndome loca por llegar al hospital y resucitarte con un beso, já. Qué ingenua. Y desde entonces duermo sola, mirando de reojo de vez en cuando el otro lado de la cama. Por si volvieras. Ojalá pudiera escucharte de nuevo, sentir tu cuerpo contra mi cuerpo, tu boca en mi boca y tu risa en mi voz. No sabes cómo te echamos de menos.

Y luego está la parte egoísta que vive en mí, que, por cierto, a veces crece más de lo que me gustaría, y que necesita que sigas aquí con nosotros, conmigo. Que tu también me mires de reojillo, con esa cara de gilipollas enamorado con la que nos mirábamos, que me sigas acariciando la espalda por las noches y que te hayas reído a carcajadas disfrutando de los ataques de risa que nos dan a tu abuela y a mí jugando a las cartas.

No sé qué coño me diste, qué coño me hiciste para que después de todo y de tanto, te siga queriendo como el primer día. Te azuleo bichito azul, estés donde estés. No sabes cómo lo siento por todo lo que ha pasado, ojalá pudiera hacer algo más. Descansad. Ahora sí, al menos ella estará descansando. Y te tiene a ti.
Te amo, Lila.
Alioli

jueves, 21 de septiembre de 2017

Casi dos años imposibles

Pasaron casi dos años y siguió soñando con parar el tiempo, con revovinar la vida. Preguntándose qué coño le habría dado para que se siguiera muriendo por verle. Para que siguiera deseando soñarle. Pasaron casi dos años largos, dos años cortos. Sin verse, sin oírse. Pero le seguía pensando, le seguía llorando a veces, y extrañándole a menudo. Se maldecía a sí misma a ratos, por no superarlo, maldecía al mundo por habérselo quitado.
Pasaron casi dos años y millones de cosas. Todo cambió tanto... que daba miedo. Pero no por los cambios, si no por tener que enfrentarse a ellos sin él a su lado.
No todos los cambios fueron malos, pero le trituraba el alma pensar que no podrían compartirlos.
Seguía hablándole en bajito a veces, por si acaso le seguía escuchando. Aunque ella ya no le escuchara desde hacía tantos meses. Pensaba en lo bonito que era cada instante de su historia y no sabía si lloraba de pena o de alegría. De tristeza. Esa que nunca le abandona ya.
Pasaron casi dos años pero sólo son los primeros de una larga vida que sólo algunos pueden vivir. ¿Será cuestión de suerte?. Al menos existió, al menos dejó aquí parte del amor que rebosaba. De la felicidad que enseñaba y la alegría que contagiaba con solo verle sonreír. Y esa parte de él siempre seguirá aquí, muerta en vida o viva en muerte. Aunque siga doliendo el alma, aunque se siga rompiendo el corazón en partículas minúsculas prácticamente ya irrompibles cada vez que le recuerda. Con cada una de ellas le seguirá queriendo, aunque no quiera. Porque era imposible no quererle. Ni casi dos años después ni dos mil vidas. Bonita y tristemente imposible.


viernes, 4 de agosto de 2017

Tu especialidad, mi felicidad

Ni los tuyos ni los míos. Los míos incluso menos. Nadie puede entender, ni si quiera imaginar lo especial que era lo que tú y yo teníamos. Lo especial que nos hacíamos y lo especial que nos quisimos. Aunque se veía a leguas lo jodidamente especial que eras. Lo especial que era yo cada vez que me mirabas de esa forma que sólo yo veía. Esas cosas que me decías, la manera en que me contagiabas tu sonrisa.
Casi 22 meses después siguen atormentándome los porqués que jamás podrás contestar, los miedos, la rabia, el puto dolor.
Tú eras el amor de mis sueños, volviste a ellos sin más y a veces te conviertes en pesadilla. Y sólo me queda desear que nunca se me olvide tu bonita cara, tus preciosos ojos color cocacola y cada uno de tus lunares así como tus huesos clavándose en mi cuerpo cuando nos abrazábamos fuerte. Y te sigo buscando en cada constelación que inventamos, en cada ola del mar y en cada estúpida cosa azul que me rodea. Y sigo oliendo tu ropa y besando tus fotos, tus cosas. Cómo si pudieran llegarte esos besos.
No te imaginas lo duro que es vivir sabiendo que nunca, jamás conoceré a nadie tan mágico como tú, que me vuelva mágica a mí. Nadie que pueda estar a la altura a la que estabas tú, a la altura de lo que creamos. Mierda, que puta rabia.
Una vez más te escribo porque te sigo echando de menos, inutilmente. No sabes cómo siento todo lo que está pasando con tu madre y no poder hacer nada para ayudarles y no soy capaz de entender como la vida puede ser tan sumamente hija de puta con tan buenísimas personas. Injusto. Todo injusto. Y luego la gente creyendo en Dios, si existe te aseguro que es un hijo de la grandísima puta.
Te quiero, mi vida. No imaginas cuánto.

domingo, 23 de julio de 2017

Ni en un siglo

Pasarán cien años y seguiré apretando fuerte los ojos después de una noche soñando contigo, deseando volver a dormirme, que nada de esto hubiese pasado. Pasarán cien años y seguiré extrañando ya no sólo a ti, si no a la parte de mí que se murió contigo. Pasarán cien años y seguiré preguntándome cómo hubiesen sido nuestros días si siguieras aquí, si los dos hubiésemos estado a la altura de nuestras propias circunstancias y aún así nos hubiésemos hecho mutuamente felices. Una parte de mí desea creer que no, pero la otra está segura de que lo hubiésemos hecho sin dar si quiera un paso en falso en el camino. No han pasado cien años pero han pasado muchos meses y hoy vuelvo a tener la necesidad de decirte que te echo de menos. Que no puedo olvidarte. Que espero que estés donde estés te sientas siempre orgulloso y que aunque no te pueda ver te atrevas a montarte en mi coche para que te de la vuelta que tanto me gustaría darte. Que sientas los abrazos y los besos que tanto quisiera darte. No te imaginas lo que es sentir la claustrofobia de tu alma en tu propio cuerpo, que quiere huir, volar, buscarte desesperádamente pero que se tiene que quedar donde está, sintiéndose atrapada y rota, malherida desde aquel maldito día en el que te marchaste sin más.
Algunas personas me han dicho que al menos pude despedirme de ti, pero joder... yo en ningún momento te dije adiós. Esa palabra la teníamos prohibida tú y yo. Aunque supongo que nada de eso importa ya... como todas las cosas que han perdido importancia desde que no estás.
Y sé que ya tampoco importa, pero te azuleo mi vida. Un día más, te azuleo con toda la locura de Neptuno.

sábado, 24 de junio de 2017

Atardecer amargo

Se sentó en la orilla de la playa para contemplar los últimos rayos de sol que, como cada tarde, teñía el cielo de sangre. Sorbió un trago de su cerveza fría mientras observaba sus pies descalzos enterrándose en la arena. Miró a su lado buscándole, aún sabiendo que aquella playa estaba desierta. Se preguntó si allí donde estuviera también se verían atardeceres, si mientras los observara la buscaría a ella. ¿Qué importa? Nunca podrá saber la respuesta. Apretó fuerte los ojos con la cara mirando hacia el cielo y algunas lágrimas se escaparon de ellos al mismo tiempo que las gotas de agua se resbalaban de su lata  de cerveza. Y dos pensamientos inundaron su mente: la inmensa tristeza de no poder compartirla con él, y la absoluta importancia que tenía - y tiene- disfrutar de algo tan insignificante como aquel instante. Dio otro sorbo. Habían pasado ya más de 20 meses pero no había pasado aún un sólo día en el que no le echara de menos, en el que no sintiera que algún día se volverían a ver. Más de 20 meses pero seguía sin saber arreglar su cuerpo destrozado. Su mente perturbada, su alma descosida. Se sorbió los mocos y se secó las lágrimas. Nada podía hacer ya. A veces esforzarse por recordar y otras por no hacerlo. Imposible no acabar volviéndose loca. Bebió otro trago y vació el resto de la cerveza en la arena. "Tragos al suelo por los que se fueron" pensó. Cómo si fuera a servir de algo. Y sonrió. Fueron buenos amantes hasta de la cerveza. Suspiró y se puso de pie, alejándose de allí mientras la luna solitaria y la oscuridad se hacían con el cielo. Y supo que en su corazón ya siempre sería de noche.


viernes, 26 de mayo de 2017

25 años no se cumplen todos los días

No, definitivamente no ha sido el mejor cumpleaños de la historia. Y es que sigue siendo tan extraño estar aquí sin ti... y echarte tanto de menos.
Quería decirte que lo siento. Lo siento por no haber estado muchas veces a tu altura, por haber sido una cabrona a veces y no lo que te merecías siempre. Por no haberte hecho tan feliz como tú me hiciste, como me hubieses seguido haciendo.
Hoy hubiésemos celebrado tus 25 a lo grande, no se. Quizá te hubiese ido a buscar al trabajo para darte una sorpresa, con una tarta de bechamel y dos cervezas. Hubieses podido soplar las velas y pedir un deseo. Ojalá pudiera decirte que lo que más desearía yo sería que pudieras seguir cumpliendo años a mi lado. Al de todos los que te queremos y te extrañamos tanto. Ojalá no sepas la falta que nos haces, que a ti todo esto no te esté doliendo tanto. Pero ojalá nos mandes fuerzas, fuerzas para superar esto, para superar lo que venga. Te quiero tanto, joder. Te sigo queriendo tanto... sigo buscando los trocitos de mi alma que se han perdido contigo. Que están ahí enterrados, con ese saco de huesos que ya de ti queda. Y sé que es inútil, que nunca leerás estas palabras ni escucharas todas las que te diga, pero no me caben ya dentro. Tengo que sacarlas. Felicidades mi amor, hoy hace 25 años que nació la mejor persona que ha existido y existirá en todos los planetas. La persona más especial y maravillosa que podía haberme echado a la cara, a la vida. Gracias por haberme dado tanto, por haberme querido tanto y por haberme enseñado lo que es el amor, la felicidad y la buena locura. Te amo cumpleañero, estés donde estés espero que hayas podido pedir tu deseo, soplar tus velas y sonreír de esa manera en la que lo hacías, siempre mordiéndote la lengua. Te azuleo Lila. De aquí a la última luna de Neptuno, ida y vuelta quince millones de veces.
Alioli bichito volador.

sábado, 20 de mayo de 2017

A veces no hacen falta las palabras

Cómo echo de menos que me mires. Que me mires de esa forma tan especial en que lo hacías, mientras yo dormía, mientras hablaba durante horas y horas contando historias estúpidas, o mientras te cantaba canciones que no me sabía. Que me mires mientras cocinaba o mientras me goteaba la cerveza. Que me mires en silencio, mientras tus ojos hablaban. Ha pasado mucho, mucho, mucho tiempo desde la última vez que me miraste. Ha pasado tanto tiempo pero me sigue pareciendo mentira. Como si algún día fuese a encontrar la manera de volver a aquel momento y conseguir arreglar todo este desastre en el que se ha convertido mi vida. Poder salvarte la tuya, salvarnos a todos. Si no supiera que ya la he perdido me pasaría el día temiendo perder la cabeza, volverme loca, vivir desquiciada toda la vida. Con este insomnio que cada mes vuelve para recordarme que las noches ya no son lo que eran. Que los sueños ya no se volverán reales. Y una vez más vuelven los recuerdos, de lo que fuimos, de lo que fuiste, de lo que hubiésemos sido. El primer beso que nos dimos, la primera vez que escuchamos aquella canción juntos, la primera vez que lo hicimos. La primera vez que nos despertamos juntos, a las putas 5:37 de la mañana de aquel 31 de enero porque se te había olvidado apagar la alarma del móvil. Ni si quiera sabía como reaccionar aquella noche,como comportarme esa mañana. No sabía lo que tú pensabas, lo que tú sentías. Pero no hizo falta que me lo dijeras. Sólo hiciste que fuera la primera de muchas. Y, ¿sabes? en realidad y, por desgracia, ni si quiera fueron tantas. Pero las siento como si hubiesen sido prácticamente las únicas de mi vida. No puedo compararlas con nada. Esa sensación que me transmitías... ¿felicidad lo llamabas? No sé, hace tanto que no lo siento... no sé si seré capaz de asumir que no volveré a sentirlo. No de la forma en la que tu hacías que lo viviera, que me envolviera, que me atrapara. Te echo de menos. Otra estúpida noche que te echo de menos y que ni si quiera puedo decírtelo. Que ni si quiera sé si tú sentirás lo mismo, pero si sé que no vas a decírmelo y que esta vez tampoco me harás sentirlo.
Azules noches mi vida. Te amo, perdóname por no habértelo dicho más veces, por ni si quiera habértelo demostrado las suficientes.
Alioli bichito volador.

lunes, 8 de mayo de 2017

La puntería del ruido

Al principio me obligaba todas las noches a cerrar los ojos fuerte y recordar exactamente lo que sentía cuando me abrazabas, me obligaba a sentir tus brazos, tu respiración y el calor que desprendías. Y cuando conseguía recrear ese momento en mi mente, tan real que parecía que lo estaba viviendo, me dolía tanto que era insoportable. Pero era la única manera que tenía de no olvidarte, de no perder eso que me hacías sentir. Era mortal, era tan triste y tan duro que tuve que obligarme a dejar de hacerlo. Y ahora me cuesta un mundo cada vez que intento sentirte.
Odio el mes de mayo. El agobio de los exámenes y la cuenta atrás de otro cumpleaños que tampoco podrás celebrar, que ni si quiera vas a cumplir. Y después de tanto tiempo me sigo enfadando contigo por haberme dejado sola, por no estar conmigo en mis días malos, en mis días en general. Por todo lo que no hemos hecho y lo que nunca haremos. Por lo que nunca harás. Por lo que hicimos. Y es que se me sigue volcando el corazón cada vez que algo hace que te recuerde fuerte, y es que nunca te olvido. Aunque intente distraerme, aunque siga con mi vida. El dolor que me has dejado es como un ruido que me machaca los oídos y que siempre está retumbando en mi cerebro. Un ruido que no puedo callar. Que supongo que tampoco quiero. Que después de tanto tiempo te sigo queriendo y joder, como duele quererte tanto.
Ayer volví a jugar a los dardos. No había sido capaz desde ese verano, desde esas partidas. Y tenía unas inmensas ganas de llorar pero, como casi siempre, tragué saliva, bebí cerveza y apunté con el dardo al centro de la diana recordando cada vez que intentaste enseñarme a jugar. Y, ¿sabes qué? Ganamos la partida.

jueves, 6 de abril de 2017

Pellízcame

De puntillas, casi volando, sin hacer ruido pero a la vez gritando. Haciéndonos el amor sin tocarnos. Echo de menos tus manos pellizcándome de vez en cuando, como si quisieras comprobar que no estábamos soñando.
A veces me muerdo el brazo, deseando despertarme otra vez a tu lado. Y me sigo preguntando cómo es posible que te siga queriendo tanto, que no sea capaz de dejar de quererte, de dejar de pensarte, de que dejes de dolerme. Pasan los días, los meses, los años. Pasa la vida y todavía me falta el aire cuando me acuerdo de tus dedos clavándose en mi cuerpo. De los besos que te daba por la espalda. De las tonterías que nos decíamos y los sueños tan altos que teníamos. Esos que no cumpliremos, que se murieron contigo. No me puedo creer que estés muerto. Ni que te siga hablando sola como si tuviera seis años y fueras una especie de amigo invisible que me he inventado. A veces siento como si nunca hubieses existido, como si no nos hubiésemos conocido, nunca. Pellízcame otra vez, por favor. Haz que me vuelva a sentir viva, que me vuelva a sentir feliz, capaz de volar. Despiértame otra vez contigo. Despiértate conmigo, vivamos una guerra de pellizcos.
Te echo de menos Lila. Muchísimo.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Diecisiete meses de insomnio

Ya han pasado diecisiete meses en los que cada noche dormir bien se ha convertido en una auténtica odisea. Dormir, a secas. Diecisiete meses y todavía me sigo viniendo a bajo cuando me levanto recordando el brillo de tus ojos, tratando de olvidar el frío que tienes en mis pesadillas. Diecisiete meses y sigo teniendo miedo. Y sigo intentando pensar qué fue lo que pasó. Analizar. Diecisiete meses y me sigo pasando las horas sin dormir torturándome con lo que no fue, arrepintiéndome de cosas que ya no puedo arreglar, recordando sin parar los segundos junto a ti, e incluso imaginando como serían las cosas si siguieras aquí. Si pudieras estar. Diecisiete meses y tengo tanto miedo de no poder encontrar nunca a nadie que me haga sentir lo mismo que tú. Que me quiera como nos queríamos los dos, sin barreras, sin límites. Por encima de todo, de todos, de todas las estúpidas leyes del universo. Porque cada día que pasa de estos diecisiete meses estoy más segura de que no eras de este planeta, quizá ni si quiera de este universo. Que eras una especie en vías de extinción y que me da pánico pensar que os hayáis extinguido. Saber que no volveré a conocer a nadie como tú, con esa luz... con ese tono azul que te coloreaba el aura que te rodeaba. Que se contagiaba. Con esa magia en la sonrisa, en las manos, en tu forma de mirarme, de hacerme encontrar la felicidad en las pequeñas cosas de cada día, en los pequeños detalles. Era eso que me hacías sentir, joder, ¿cómo coño lo hacías?. Es que no se puede explicar. Sólo sé que nunca he sentido nada igual. Y ni si quiera te hacía falta esforzarte para ello, sólo estabas ahí, siempre estabas ahí. Con tus ojos atentos y tus lunares despiertos prestándome atención. Con la sonrisa cargada de besos, de palabras que transmitían todo lo que yo nunca sabré cómo explicar. Con las manos vacías de cosas pero llenas de sueños. Y ya está, y despertarme por la mañana notando tus dedos acariciándome la espalda y hacerme la dormida un rato más deseando que el tiempo se parara y que nos pudiéramos quedar siempre así, no necesitaba mucho más. De verdad. No pedía nada más.
Diecisiete meses pero sigo sin poder creerme que no volveremos a vernos. Que no volveré a abrazarte, a clavarme tus costillas. Que no puedo olvidarte, que tampoco sé si quiero. Que te echo tanto de menos...

miércoles, 15 de marzo de 2017

A ras del destino

Me tocaba la piel pero me abrazaba el alma. Y que bonito era encontrar la libertad en los brazos de una persona. La felicidad en su boca. Nuestras piernas colgaban sentados a ras del precipicio, siempre corriendo por el borde del destino. Pero no tenía miedo, era imposible tener miedo a su lado.
Una vez me rascó la espalda con sus dedos y me crecieron alas. Pero se fue antes de terminar de enseñarme a usarlas. Y las necesitaba, porque siempre me temblaban los pies a su lado. Entonces él me improvisaba canciones al ritmo de mis pasos, como si bailara. Y bailábamos como locos, como si el mundo se acabara. Que bonito era coordinarse de esa manera. De todas las maneras. Crear esa conexión perfecta y vivir en ella. Una conexión que nadie más entendía, que todos desconocían, porque era solo nuestra. Y es lo más increíble que me ha pasado en la vida. Él es lo más increíble que me ha pasado en la vida, y siempre lo será. Aunque tenga que aprender a volar sin él, volaré tan alto que podamos sentarnos a ras de las estrellas algún día. Y volveremos a perder el peso de la vida y el sentido de la grabedad.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Todavías

Todavía me busco por la piel los caminos que trazabas con tus dedos. Las huellas de tus uñas. Todavía me relamo los labios buscando los restos de tus besos. Ese sabor. Todavía a veces paso la mano despacito por el lado de mi cama en el que se supone dormirías, deseando que no esté frío. Deseando chocarme contra tu cuerpo delgado, contra tu respiración acelerada. A veces todavía espero doblar la calle un día y encontrarte de frente, con tu camiseta verde y tu mejor sonrisa en la cara. Todavía me acuerdo de la inocencia de tus ojos, de ver a través de ellos al niño que llevabas dentro y del que tanto tiempo estuve enamorada. Estoy.
Eras maravilloso, mi amor.

martes, 21 de febrero de 2017

Genialidades

Una vez te dije que mi destino estaba dónde tú me esperes. Me dijiste que entonces me esperarías siempre. Y miro a mi al rededor y pienso realmente que tú eres mi destino. Que trajiste el destino a mí. Mírame. Dónde estoy, con quién, cómo y cuándo. Todo tiene que ver contigo. Tienes que ver con todo lo que estoy viviendo, absolutamente con todo. Y es raro, sobretodo no poder compartir este destino que me has traído contigo. Pero aun así, quería darte una vez más las gracias por todo lo que me has seguido regalando, aún sin ni siquiera saberlo, aun sin ni siquiera estar aquí.
Sobretodo gracias por las personas a las que, de alguna manera, me has acabado uniendo. Porque, de verdad, son personas maravillosas. Supongo que, como no podía ser de otro modo, las personas geniales estáis interconectadas de alguna manera. Y me siento feliz de formar parte de esa conexión.
Te fuiste hace ya casi 16 meses pero me dejaste muchísimas cosas aquí. De las más importantes han sido precisamente las personas. Personas que se han preocupado mucho por mí, que me cuidan, me hacen sentir bien. Personas con las que sé que puedo llorar, tomarme un café o emborracharme en un bar. Personas con las que me puedo pasar horas hablando sin que se acabe el tema de conversación. Esas que se recorren un montón de kilómetros para verme y que parece que se para el tiempo unos segundos cuando me abrazan. Que se nota que quieren verme feliz, y que no es por obligación. Personas que te dejan una carta debajo de la almohada para que la leas cuando se han ido. Que te dan sorpresas más grandes que las que tú has ido a darles. Personas con las que no hace falta hablar todos los días, ni si quiera verlas una vez a la semana para saber que están ahí. Para sentirlas y acordarte de ellas. Hay un pedacito de mi destino en cada una de ellas. Y son geniales. Pero más genial es que sea todo tan recíproco. Y te repito, que no sabes cómo me alegro de que todas esas personas sean las que te rodeasen mientras vivías, porque no te merecías menos y porque ellos se merecen tenerte. 
Y hoy quiero hacerte una pequeña mención especial de una de esas personas, por todo y por tanto, por este fin de semana que ha sido obviamente genial, y sobretodo, por todos los que sé que nos quedan. Porque ella también forma parte ya de mi destino. De un destino que gracias a ti y aunque no estés, siempre tendrá un tono azul. Y tengo que confesarte que ahora entiendo cuando me hablabas de lo especial que era, y cuando me decías que había que saber quererla, porque no te imaginas cuánto la quiero.
Sé que una parte inmensa de ti está con nosotras cuando nos vemos, y aunque es complicado eso me hace sonreír por dentro. Porque estoy segura de que estés donde estés, tú también estarás sonriendo.
Gracias una vez más y pase lo que pase, nunca olvides que te quiero. Que te quiero con toda la locura del destino. Del nuestro.
Alioli amor.



jueves, 16 de febrero de 2017

Estúpidamente, te quiero.

Algo tan estúpido como plantarme delante de tu tumba y ponerme a decir gilipolleces. Gilipolleces en sentido estricto porque a veces me pongo tan nerviosa cuando estoy allí delante que no me salen las palabras, aunque me haya pasado todos los meses sin ir pensando en todo lo que quería decirte. Que tontería, cómo si por hablarle a tus huesos pudieras escucharme mejor que cuando le hablo al cielo esperando que alguna estúpida estrella me conteste. Pero no lo puedo evitar, una parte de mí se siente mejor al querer pensar que de alguna manera, se siente más cerca de ti. De lo que eras. De tus restos. Y no porque lo haga literalmente. Los restos que hay ahí metidos nunca serán nada, nunca serán suficientes en comparación con los restos que has dejado en cada uno de los corazones de todos los que te quisimos, de los que te conocimos. Para que te hagas una idea, el mío ya es sólo restos.
Hay tantas cosas que quisiera contarte, tantas por las que me gustaría que discutiéramos, tantas que ya te he contado y que volvería a contarte cientos de miles de veces. A veces sigo sin poderme creer lo que ha pasado y me estalla el cerebro, y siento cómo lo hace, como cada una de mis neuronas enloquece, pierde el control y se da golpes contra las paredes de mi puta red nerviosa intentando descubrir qué cojones pasó aquel día. Cómo es posible que esa fuera la última conversación que tuvimos. Que todos nuestros planes se muriesen. Que tú te hayas muerto y la maldita certeza de saber que pase lo que pase NUNCA volveré a verte. "Nunca digas nunca" siempre usábamos esa frase. Era nuestra frase. Y ahora, ¿qué? Ahora se ha convertido en una certeza, se han roto todos mis esquemas y cada día que pasa siento que estoy más boca abajo que nunca. Que voy al revés que el resto del mundo, me siento tan perdida y mareada... será porque sigo intentando encontrarte aunque en el fondo sepa que es inútil seguir buscándote. Pero, ¿y yo? ni si quiera he encontrado la parte de mí que no se fue contigo. No se ni dónde estoy, ni a donde voy. Sólo siento que no formo parte de ningún sitio. Que no quiero formar parte de un mundo en el que tú no existes.
Pero así es la vida. Así de puta es la vida. Así de mierda. Así que, aquí estoy, un jueves más, un jueves cualquiera escribiéndote estas estúpidas palabras que nunca podrás leer. Pero, necesito escribirlas. Soy así de estúpida. Creo que siempre he sido una estúpida y supongo que siempre lo seré.Y tú te enamoraste de mi estupidez y supongo que eso también te convierte en un estúpido, pero sé que éramos los dos estúpidos más felices del puto planeta.
Te quiero, mi amor. Eras lo más grande que he conocido, que sé que conoceré. Eras la persona más mágica que existió en el mundo, en el universo entero. No sabes lo afortunada que sé que soy por haberte conocido, por haberme podido dormir entre tus brazos y por haber compartido contigo el estúpido sueño de comernos a Neptuno, aunque fuera a besos.
Azules noches bichito.
Siempre conmigo, prométemelo.

domingo, 5 de febrero de 2017

En la palma de mi mano

Voy vagando por las calles de la vida, buscándote en cada esquina. En cada rincón del mundo. En cada callejón sin salida. Voy buscando de nuevo tus huellas en la arena de la playa para poder seguirte, para evitar perderte. Pero la marea debió borrarlas. Me concentro entonces en la frecuencia de tu tono de voz, en esa precisa afinación que tenía tu risa. Y me miro las manos frías intentado comprender en que parte de la línea de mi destino te quedaste. Y lo feliz que era cuando entrelazábamos nuestros dedos uniendo nuestras dos vidas. Aprieto fuerte los ojos para intentar sentir de nuevo la respiración de tu pecho, para volver a oír tu corazón latiendo, los besos de buenos días y los polvos por el suelo. Y sigue pasando el tiempo, y lo único que queda de ti y de mí son los recuerdos. Los recuerdos que yo tengo, porque tú ya no tienes ni eso. Y no puedo perderlos, no puedo olvidarlos porque si lo hago entonces no quedará nada. Entonces sí que sí te habrás muerto. 
Te quiero.

domingo, 29 de enero de 2017

Instantáneo

Desde aquel instante en el que mi corazón estalló por los aires. Los sueños estallaron, las promesas se murieron y se rompieron en pedazos. Aquel momento, ese que vuelve cada noche justo cuando miro al cielo y me pregunto si tú también puedes vernos. Me siento en el suelo con tu foto entre las manos y me cuesta creer que hayas existido.
Dicen que tengo que permitirme olvidar, pero no entienden que si te olvido olvidaría lo que más feliz me ha hecho en mi puta vida, y si olvido eso, dime entonces, ¿qué me queda?.
A veces dueles menos, pero hay días en lo que sigues ardiendo tan fuerte que siento que me sale humo de las costillas, que se me revienta el cerebro. Y la misma pregunta todos los días ¿por qué tú?.
Eras la luz de mi vida. Te lo juro. Todo ha perdido más sentido del que piensas desde aquel momento. Todo. Todos. Y acabaré enamorándome de la luna para que no esté sola. Allí, rodeada de estrellas pero no mereciéndose a ninguna. O tal vez ellas no estén a su altura. Y vuelven los recuerdos, las idas de olla. Y vuelven las preguntas, las dudas, vuelven las lamentaciones y el sabor de tu boca. Dos años después, soñando que mañana vendrías a verme por primera vez. Ese abrazo en la estación. La conexión. El viaje a casa. Las películas de Disney y el primer beso. La primera noche. La primera de tantas.
Y otra vez me siento tan estúpida por escribirte, por haber vuelto a hablarte sola. Por esperar a que me contestes. Por mirar al cielo rogando porque me mires, porque te pueda sentir flotando entre las nubes, entre mis nubes. Por llevarte siempre dentro llenándome los pulmones de aire y la vida de ganas. Cómo hacías antes. Como hacías siempre. No tengo ganas de comerme el mundo, tengo ganas de comerte a ti. De besarte los lunares y contarte las arrugas de la cara cada año. De hacerme vieja a tu lado y ver como se te cae el pelo. Saber que no volveré a necesitar una almohada mientras tenga tus brazos, tu pecho. Tu pecho de lata. Tu cuerpo de escombro. Tus piernas largas.
Te quiero.
Echándote de menos, llenándote de faltas. Siempre, mi amor.
Azul mes de enero que se acaba. Alioli.

jueves, 19 de enero de 2017

Pasan los meses, siguen los cambios

Ni cinco malditos minutos tuve ayer para poder dedicarme a escribirte aquí unas míseras palabras, y teniendo en cuenta la saturación mental que tengo de estudiar para los exámenes y el jodido cansancio acumulado, seré breve.
Ayer fue de nuevo 18, y no sé si será porque fue el QUINCE 18 que pasa desde aquel día, pero fue un 18 distinto. Fue un 18 de cambios, de nuevos cambios en mi vida. De pequeños pasos hacia lo que espero sea de verdad un año mejor que el pasado. Ayer fue mi primer día en mi nuevo trabajo, ayer empecé a trabajar en serio por primera vez desde hace quince meses. Y me ha ido mejor de lo que esperaba, así que estoy contenta. Quería que lo supieras. Que te sientas orgulloso. Y que sé que estabas allí conmigo, calmando mis nervios, con esa mirada en los ojos que dice "sé que puedes, pelirroja."
Así que mañana me volveré a levantar pronto y enfrentaré este nuevo reto que se ha cruzado en mi vida, para demostrarme a mí misma que puedo. Que voy a poder con todo. Con todos.
Quince meses de cambios incalculables, inesperados, inexplicables. Pero quince meses sin poder compartirlos contigo, sin poder apoyarme, sin poder abrazarte. Te sigo echando de menos,
Ojalá sigas viéndome hacerme fuerte, ojalá te sientas orgulloso de mi todos los días, ojalá me vengas a dar suerte en los exámenes. (La necesito).
Te azuleo hasta Neptuno quince millones de veces ida y vuelta, quince millones de veces x cada mes perdido.
Te quiero mi amor, buenas noches.

domingo, 15 de enero de 2017

No creía en la felicidad, creía en ti

Los números, las fechas. Días que pasan sin control. Y de repente ya es enero otra vez. Otro frío invierno sin ti. Otoño triste, el frío invierno, la estúpida primavera y el pobre verano. Año tras año. Y ya da igual la estación, el mes, el día en el que estemos. Porque tú no. Otro enero que me recuerda que dentro de 15 días volveríamos a vernos, y mataría. MATARÍA por volver a ese momento. A ese abrazo que detuvo el tiempo que había pasado en esos largos siete años. Todavía no han pasado otros siete, pero sé que por desgracia pasarán 70.
Aunque la verdad, Vida. Parece que no estoy empezando del todo mal el año, y ojalá se me cumplan los deseos aunque yo ya no crea en esas gilipolleces, no puedo evitar seguir soñando. De momento tengo algunas buenas noticias, pequeños matices que espero me ayuden a ir progresando en mi vida, y si no, que coño, con reunir suficiente dinero para pegarme todos los viajes que espero hacer este año, más que conforme. Porque te juro que es lo único que me importa, lo único que me motiva, que me hace sentir viva de verdad. Que me hace sentir que merece la pena esto a lo que llaman vida. Vida sin ti. Que estupidez de vida. Y joder, echo la vista atrás y me da pánico todo lo que ha cambiado también todo este último año. Y a la vez intriga por las cosas que cambiaran durante este. Aunque también miedo. Pero, ¿sabes? luego me paro a pensar y digo: ¿miedo de qué?. Si ya después de lo que he pasado, me da igual lo que venga. Que sé que no me voy a morir pase lo que pase. Que lo tendré que soportar, echarle huevos y ser valiente. Aunque chille, aunque duela, aunque llore tanto que llegue a pensar que me voy a ahogar en mis propias lágrimas y me voy a morir. Después respiro hondo porque la vida sigue. Sigue la vida sin ti. Aunque no quiera, aunque me duela. Y sé que pocas cosas durante el resto de mi vida me van a doler tanto como lo que me está doliendo esta falta de ti. Esos horribles días en el hospital. El haberte visto muerto y saber que esa fue la última vez que te vi. Después de eso, que me echen lo que quieran. Lo único que de verdad me da miedo, lo único que de verdad deseo y te pido a ti, y le pido al cielo, a Buda, a todas las estrellas. Por favor, que no se muera nadie más. Que no se vuelva a morir nadie. Por lo menos no en muchos años, por favor. Salud y viajes. No necesito nada más. Y me he dado cuenta de que tampoco necesito a nadie más. Y de que nadie se puede comparar con lo que me dabas tú. Con lo que me hacías sentir, sí. Pero el apoyo, el llenarme por dentro y todo eso... el hacerme volar. El hacerme feliz. No sabía lo puñeteramente afortunada que era cuando me levantaba con tus "buenos días mi republicana" (que ya sabías tú que yo de princesas poco). Cuando me hablabas de lo mucho que habías sonreído todo el día pensando en mí y que ibas tachando los días que faltaban para vernos. Lo afortunada que era cuando te veía despertar, cuando te besaba la piel. Porque no voy a volver a probar nada tan delicioso como tu piel, jamás.
Tu madre me dice que soy joven y que tengo que seguir mi vida, que algún día encontraré a alguien que me quiera y que me cuide bien, y que tengo que que pasar página y quedarme con él. Pero Vida yo no tengo ganas de estar con nadie que no tenga tus manos, tus labios y tus lunares. No puedo estar con nadie que no me quiera tanto como tú me querías, que no me extrañe tanto como yo te extraño, porque después de lo que tú me has hecho sentir no pienso conformarme con menos. Y no creo que exista nadie en todo el mundo que llegue a estar a la altura a la que tu estabas. Y te lo digo de verdad. Te lo digo porque así lo siento, porque es lo que pienso y lo que me demostraste. Que no puedo decir nada malo de ti, mi Amor. Nada. Sólo lo pronto que tuviste que irte y lo mucho que me duele echarte de menos. Y que ojalá hubiésemos tenido la oportunidad de pasar todos los días de nuestra vida juntos hasta hacernos viejos, porque te prometo (y ya sabes que yo ya no prometo nunca), te prometo que te hubiese hecho feliz absolutamente todos y cada uno de ellos.
Te quiero, mi bichito azul. Feliz día 15 de enero. Espero que estés donde estés te estés acordando de mi como yo lo hago, que te sientas orgulloso de cada pasito que doy y de cada meta que consigo o me esfuerzo en conseguir, y que siempre estés a mi lado para poder apoyarme.
TE AMO. Con toda la locura que hay en el mundo, que cada día aumenta.
Alioli Amor.