miércoles, 15 de marzo de 2017

A ras del destino

Me tocaba la piel pero me abrazaba el alma. Y que bonito era encontrar la libertad en los brazos de una persona. La felicidad en su boca. Nuestras piernas colgaban sentados a ras del precipicio, siempre corriendo por el borde del destino. Pero no tenía miedo, era imposible tener miedo a su lado.
Una vez me rascó la espalda con sus dedos y me crecieron alas. Pero se fue antes de terminar de enseñarme a usarlas. Y las necesitaba, porque siempre me temblaban los pies a su lado. Entonces él me improvisaba canciones al ritmo de mis pasos, como si bailara. Y bailábamos como locos, como si el mundo se acabara. Que bonito era coordinarse de esa manera. De todas las maneras. Crear esa conexión perfecta y vivir en ella. Una conexión que nadie más entendía, que todos desconocían, porque era solo nuestra. Y es lo más increíble que me ha pasado en la vida. Él es lo más increíble que me ha pasado en la vida, y siempre lo será. Aunque tenga que aprender a volar sin él, volaré tan alto que podamos sentarnos a ras de las estrellas algún día. Y volveremos a perder el peso de la vida y el sentido de la grabedad.

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