domingo, 31 de enero de 2016

Tesoros

Mi vida, ya sabes que estos días me están pareciendo eternamente duros. Que vuelvo a sentirme en el fondo del pozo, me miro en el espejo y me duele tanto pensar que ya no estás que no puedo evitar llorar desde que me levanto. Pero tengo que contarte una cosa, una cosa que me ha pasado que casi me muero, una cosa que aunque me ha dolido en el corazón como un desgarro, me ha hecho infinitamente feliz por dentro.
He encontrado el jodido clip. El jodido clip con el que me pediste que fuera tu novia, ese del que te volvía a hablar hace poco y el que daba por perdido desde hace cuatro meses. Esta mañana buscando un peine he abierto un bolsillo de un neceser y de pronto allí estaba. Cuando lo he visto me ha dado un vuelco el corazón, he sentido como se me abrían poco a poco de nuevo todas las heridas, pero joder, lo tengo aquí. Ojalá pudiera decirte que lo he encontrado, que en realidad nunca lo perdí. Y ojalá un día buscando algo también te volviera a encontrar a ti.



Escuece mucho pero a la vez me he sentido tan feliz, feliz de seguir encontrándome restos del amor que nos teníamos incluso tres meses después del último 'te quiero'.
Hace tanto que no te doy un beso que me da miedo que se me olvide el sabor. Las curvas de tu cara.
Apenas tenemos fotos juntos porque siempre estábamos demasiado ocupados queriéndonos. El último día que te vi, al despedirnos te dije que esa vez no nos habíamos sacado ni una sola. "No importa" me dijiste sonriendo, "ya nos haremos miles las próximas veces". Ja, ja, ja. Risa irónica de toda la falta de tiempo que es lo único que no nos ha sobrado en esta vida. Lo que más a escaseado. Lo que más ha dolido.
Me muero contigo cada vez que pienso que te has ido, cada vez que tengo ganas de escuchar tu voz, de leerte en un mensaje, en una nota de amor. Me muero contigo cada vez que sale el sol y tú no.
Te quiero, mi amor. Te quiero tanto. 
No sabes la falta que me haces, todo el tiempo. Ese que no tuvimos. 
Te amo, ojalá siguieras aquí y pudiéramos hacernos viejos juntos.
Ojalá siga encontrándome pedacitos de ti.
Te azuleo hasta Neptuno a pasitos de tortuga.
Alioli mi amor.
Siempre 15.

sábado, 30 de enero de 2016

364 días antes...

Hace exactamente un año hoy era un día más que feliz. Era un día eufórico. Un día de reencuentros, de nuevas conexiones. De nuevas experiencias. Era un día de primeras veces. De primeros besos. Era un día de cambios a mejores, de comienzos bonitos, de finales inexistentes. Impensables. Era un día de nervios, de miedos, de ganas acumuladas. De deseos retenidos, de sueños incumplidos que perdían el prefijo. Era un día mágico.
Pero hoy, exactamente un año después no es un día feliz. Es más bien un día triste. Un día de rabia. Un día de esos que ya desde que te despiertas por la mañana lloras. Que no tienes ganas de salir de la cama, que te invaden los recuerdos y duelen más que ayer pero sabes que menos que mañana. Que intentas respirar la esencia que queda de lo que tenías porque sabes que ya te queda poco que perder. Y sólo tienes ganas de desaparecer, de marcharte lejos, donde nadie te encuentre. Y luego dices, ¿para qué? si tu vida va a ser una mierda allí dónde estés. En fin.
Hoy es un día de esos de recordar los buenos momentos con lágrimas en los ojos porque todavía duelen demasiado, lo suficiente como para no conseguir fingir esa sonrisa camufladora que haga pensar que todo va bien.
En definitiva, hoy no es un buen día. Hace varios meses que los "buenos días" pasaron a ser días a secas. Hoy son "malos días". Días de mierda.
Ojalá pudiera sentirte conmigo.
Ojalá volver a esa noche hace un año. Contigo.
Ojalá a dónde sea pero contigo.
Cuando sea pero contigo.
Contigo.
Tú.
Te quiero.

viernes, 29 de enero de 2016

Días de ausencia

Hay días en los que me cuesta mil veces más levantarme de la cama. Días en los que tengo la sensación de haber soñado contigo aunque no consiga acordarme del sueño. Días en los que me quedo un rato mirando tu foto y sigo sin conseguir entender por qué no estás aquí conmigo. Por qué no pudiste quedarte, con la falta que me haces. A veces me imagino lo distinto que sería todo si tú siguieras aquí. La cantidad de cosas que haríamos, lo feliz que sería. Y no consigo comprender por qué no me merezco esa parte de la historia, por qué nos la han suprimido, joder. Por qué tengo que vivir el resto de mi vida sin ti, sin tenerte a mi lado. Por qué tendré que conocer a otra persona que trate de llenar mis días, por qué ya no podrás ser tú. Joder, si no hay nadie mejor que tú.
No sabes cuántas veces me acuerdo de aquel día, ese día en el que estábamos los dos discutiendo en mitad de la calle, y yo gritaba y tu gritabas para que no te gritase. Y entonces abriste la puerta del coche y te pusiste a rebuscar hasta que te encontraste un clip. Lo deformaste, le diste la forma de algo que se podía parecer a un anillo, te arrodillaste, me lo pusiste en el dedo y me preguntaste que si quería ser tu novia.
Joder, fue la declaración más bonita del mundo. A principios de octubre perdí ese clip. "No te preocupes, que el lunes que viene te voy a ir a comprar un anillo de verdad y te lo voy a grabar, y te lo voy a mandar por correo con la carta y la bufanda de mi abuela". Pero el lunes ya estabas en coma en el hospital. Y nunca pudiste regalarme el anillo, ni si quiera sé si me escribiste la carta. No puedes imaginarte lo duro que es esto, es tan, pero tan difícil.
Si yo en el fondo, cuando era pequeña y me preguntaban qué quería ser de mayor, sólo quería ser feliz. ¿Por qué es tan difícil ser feliz? Realmente imposible.
Hace un año mañana vendrías a verme. Mañana quedaríamos en mitad de aquella estación de metro, después de siete años sin vernos, mañana nos abrazaríamos con toda esa fuerza, con todas esas ganas acumuladas. Mañana por la noche estaríamos comiéndonos a besos y durmiendo muy abrazados entre despertadores y alarmas a las 5.37h. Mañana.... pero mañana no vas a estar. No sabes cuánto te echo de menos, nadie lo sabe, porque te juro que se asustarían.
Te quiero, mi amor.
Te echo muchísimo en falta.
Siempre conmigo, por favor. No te vayas.
Azul. Azul. Siempre Azul.
Alioli Lila.


jueves, 28 de enero de 2016

Después de la tormenta llegó la tempestad

Fueron días de mal tiempo. De esos que llueve mucho y hace un frío terrible. El cielo estaba triste, la vida más. Los días pasaban lentos, grises, tristes. Nunca me han dolido tanto los ojos como aquellos cuatro días. Nunca he tenido tanto miedo como cada noche al acostarme cuando subía a tope el volumen del teléfono y suplicaba porque no me llamasen. El único alivio que sentía era cuando me despertaba y veía que no tenía llamadas perdidas ni mensajes de nadie. Y pensaba "cojonudo, otra noche superada." Me vestía como podía, me comía las cuatro galletas que mi abuela prácticamente me metía en la boca y bajaba corriendo al 'cartel no te ralles' donde me recogía cada mañana tu prima con los peques. Uno de los días llegué justo a la hora en la que estaba saliendo el sol, y le hice una foto al espectacular amanecer que tenía ante mis ojos, porque estaba segura de que cuando te despertaras te iba a encantar verlo. Pero no te lo pude enseñar, fue otro de tantos que te has perdido. Nos pasábamos todo el puto día en el hospital, la mayor parte del tiempo en silencio, rezando para que no nos dijeran nada (porque todo eran malas noticias) y esperando horas y horas a que fuera la hora de entrar a verte. Media hora por la mañana y media hora por la tarde. Durante todo el día venía gente a preguntar por ti, unos llegaban otros se marchaban. Los demás estábamos ahí, haciendo acto de presencia, con la cara desencajada, cuatro días sin dormir, a penas sin comer, cuatro días de miedo y también de esperanza. De aguantarse las ganas de llorar cuando entrábamos a verte, de decirte las cosas más bonitas de este mundo. Había veces que tenía que quitarte lágrimas de los ojos. Quiero pensar que escuchaste cada palabra mientras estuviste en esa cama, que supiste que estábamos ahí. Que te quedaste cuatro días para que pudiéramos despedirte. Fueron días de mal tiempo. Fuera llovía, dentro de cada uno de nosotros había una tormenta terrible. Y después no llegó la calma de la que tanto hablan. Después llegó un ciclón que arrasó con todo a su paso. Corazón, mente, tripas... con todo. No quedó nada. Se llenaron los ojos al ritmo que se vaciaban las almas. Fueron días de mal tiempo, llovía, hacía frío. Recuerdo esa sensación extraña sentada en la ducha mientras el agua ardiendo me caía por la espalda pero seguía congelada por dentro. Las lágrimas llenaban la bañera y miraba a la nada buscando respuestas, buscando milagros. No hay mayor desesperación que vivir con esperanza a la espera. Noches llorando desconsolada. Comidas que no sabían a nada. Mi abuela me peinaba cada mañana, me hacía una trenza de esas que tanto te gustaban. Me ponía una camiseta azul y de camino al hospital tu prima me decía que ojalá fumaras, porque seguro que llegábamos y estabas esperándonos fumándote un cigarro en la puerta. Ojalá te hubieras despertado, que no se me hubiese ocurrido mejor día para empezar a fumar.
Pero no te despertaste y el sol tuvo que esconderse para dejar paso a la oscuridad que desde entonces sale. A la oscuridad que desde entonces guía a este corazón herido de muerte.
Y ese día hacía mucho frío. 
Ese día empezó el mal tiempo.
Dame calor, vida.
Te echo de menos.
Te amo, te amo, te amo.
Alioli amor. 

lunes, 25 de enero de 2016

Conexiones extrasensoriales

No te puedes imaginar la sensación que me recorre cuando estoy en la biblioteca y de repente me viene una ráfaga de tu olor, y la intento aspirar con todas mis fuerzas sin saber si quiera y, probablemente, si son mis propias paranoias. Que te echo tanto de menos que ya hasta te huelo. Pero, ¿qué más da? mientras tu esencia perdure, sea dónde sea.
Abrir ese bolso y encontrarme la bolsa de pipas tijuana que compramos el último fin de semana, esa bolsa que sigue por la mitad, y saber que nunca voy a ser capaz de comérmelas ni de tirarlas. Y no saber si reír o llorar. Normalmente opto por llorar sonriendo, hasta que la pena me invade y ya no puedo parar. Ese día fui a verte jugar al fútbol con tus amigos, la primera vez y la última que me dedicaste un gol, el último gol que marcaste. Y me acuerdo de lo mucho que te dolía la oreja de la hostia que nos dimos la semana anterior en la feria, que nunca la habías tenido tan roja y tan hinchada y yo no podía parar de reír cada vez que te la miraba y me acordaba de lo torpes que éramos y de lo poco que nos importaba. Había muy pocas cosas que nos importaran aparte de nosotros. De mantener la sensación de estar juntos, de estar pegados, incluso cuando estábamos lejos. Y ahora estás más lejos que nunca y no sabes lo mucho que me cuesta mantener esa sensación, esa sensación de que me sigues cuidando, de que sigues a mi lado y de que aunque ya no pueda verte, sigues aquí. Ojalá mañana vengas conmigo a la universidad y me des suerte con el examen, ya que no me la vas a poder desear como antes. Sabes que me llevaré esa pulsera tan fea que representa lo mejor del verano pasado, de nuestro verano, como en septiembre. Y que aunque ya no te podré dar la buenísima noticia de haber aprobado, aunque ya no pueda escuchar de tu boca lo orgulloso que estás de mí, aunque esté deseando mandarte un mensaje diciéndote lo difícil y rebuscado que era el examen, te aseguro que no me presento sólo por mí. Cuando te fuiste te prometí que seguiría luchando por los dos, que todo lo que consiga en la vida será también por y para ti, para que lo consigas en mí. Para que lo tengamos los dos. Menos mal que entre nosotros siempre sobraron las palabras, que nos entendíamos con mirarnos, con tocarnos, con sentirnos. Y aunque nos decíamos las palabras más bonitas del planeta, aunque inventábamos palabras nuevas porque las conocidas se quedaban cortas para expresar lo mucho que nos queríamos, a veces me basta con inspirar tu olor para saber que esa conexión era real, y que aunque ya no hablemos, perdura, y siempre perdurará, que siempre será eterna.
Y menos mal, porque me cuesta tanto creer que te haya pasado esto, que a veces tiendo a pensar que nunca exististe en realidad. Es tan jodidamente difícil pensar que hace unos meses estabas tumbado en mi cama, echándote la siesta mientras yo te robaba el móvil y te dejaba una grabación de voz de siete minutos con el título: ESCÚCHAME y un corazón azul, para que cuando volvieras a casa te mandase un mensaje diciéndote que miraras en la carpeta de las grabaciones y fliparas. Y que todos los días me digas que no paras de escucharla y yo pensar que no podíamos querernos más.
No es justo. Hace unos meses estabas sentado justo en la silla que tengo en frente, contándome de todo, con esa risilla nerviosa que tanto me gustaba. Con esa voz que me envolvía. Tus manos jugando con las mías.
Lo siento, no puedo. No puedo más, vida. Esto es demasiado para mí, no nos lo merecíamos. No me lo merezco. Y desgraciadamente no hay vuelta atrás. Ya no te tengo. Ya no tengo a nadie que me diga todos los días que soy lo mejor que le ha pasado en la vida, nadie que me cante canciones inventadas por él mismo, nadie que me escriba cartas y me las mande por correo, nadie que me de la mano para que juegue por el borde de la acera, nadie que se ponga el despertador durante toda la noche cada media hora por si necesito hablar con él y se ha quedado dormido. No hay nadie, vida. Nunca lo habrá. Nadie como tú. Nadie que me llene de ese amor tan especial. Que sea tan increíble como tú.
Te lo juro, pensaba que de verdad íbamos a estar juntos para siempre. Ya no sé ni lo que significa esa palabra.
Te echo de menos tanto que nadie lo sabe.
Te quiero, te amo, te amo, te amo.
Azul, siempre azul. No me abandones.
Alioli mi amor.

domingo, 24 de enero de 2016

Encontrarte

Te sigo buscando cada noche entre mis sábanas, cada día entre mi ropa. Te busco cada tarde en cada puesta, cada mañana en mi almohada. Te busco en cada pluma que soplo, en cada vela que apago, en cada incienso que enciendo. Te busco en las estrellas que iluminan mi cuarto cuando no hay luz, en las que surcan volando el cielo. Te busco en las nubes y en las piedras donde nos sentábamos. En la taza en la que desayunabas, nuestro sofá cama, al otro lado de mi persiana. Te busco en cada trazo de cada dibujo que no te di. En todas las cartas que no recibí. Te busco en los días del calendario, en las agujas del reloj. En las notas de mi piano, ese que ya jamás me oirás tocar. En cada Mercedes que me cruzo, en cada una de tus fotos, en las que ya no saldrás. Te busco en cada cerveza que ya no vamos a destapar, en cada brindis que es por ti y tú no puedes brindar, te busco en el cabecero de mi cama que no para de preguntarme que dónde estás. En ese espejo que extraña tu reflejo cada vez que me miro y ni si quiera me reconozco si no sales conmigo. Te busco cada vez que me da un escalofrío, cada vez que llueve fuera, que el viento grita, que el sol me quema. Ojalá supiera donde encontrarte para dejar de buscarte. Ojalá te encontrara que te ataría a mi cama y no te dejaría volver a moverte. Y no volvería a perderte, a separarme de esos brazos, de esos labios. Ayudáme a encontrarte que no se dónde te puse y no puedo llamarte.

Cuando pierdes lo que más quieres y sabes que no volverás a encontrártelo de frente, aunque lo busques entre la gente, aunque revientes, aunque vacies todos los continentes, aunque te bebas todos los océanos, todos los mares. Aunque lo busques en el fondo de los volcanes, en las frondosas selvas tropicales, en la cima más alta de las montañas, en cada mirada, en cada palabra. Aunque grites, aunque te aprendas todos los mapas, te recorras todos los caminos, aprendas a hacer submarinismo, aunque vueles por todo el cielo y preguntes a todas las nubes, aunque te quedes sin oxígeno de lo alto que subes, no estará. No lo encontrarás.
Y hay días en los que ya no se dónde buscar.
Vuelve joder... te prometo que te voy a cuidar bien. Y ya sabes que yo ya nunca prometo...
Te busco en cada Te quiero pero no te encuentro.

sábado, 23 de enero de 2016

Las quince vidas de dos almas

Hola Caraculo,
después de pasarme horas y horas durante estos meses buscando y leyendo información sobre la reencarnación, las almas gemelas, y las suposiciones de lo que hay después de la muerte, he llegado a varias conclusiones:
La primera es que probablemente sea una gilipollez creer en todas esas cosas porque seguramente no sean ciertas y cuando alguien muere simplemente se apaguen sus circuitos neuronales y se acabó, pero he pensado que si piense lo que piense y crea en lo que crea me voy a acabar muriendo igual, voy a intentar creer en algo que al menos me alivie o me de esperanza durante toda mi vida de que en algún momento nos volveremos a juntar.
La segunda es que no me cabe ninguna duda de que eres ese alma que me complementa, esa con la que tengo que aprender todo en cada una de nuestras vidas (ahora te explico). Porque se supone que cuando te encuentras con esa alma sientes esa especie de amor a primera vista, esa conexión instantánea cuando conoces a esa persona, que sientes como si la conocieras de toda la vida y aunque no sabes nada de ella, no sabes porqué pero ya la quieres. Eso me pasó a mi contigo cuando nos conocimos ese verano del 2007, que la primera vez que me sonreíste y me miraste a los ojos te empecé a querer, sentí que ya te quería de antes, de antes de conocerte. Sabía que eras especial y que me pasaría toda la vida queriéndote. Y así fue, y así será. Y aunque tú tardaste más tiempo en darte cuenta, volviste a mí, y sé que no fue por casualidad. Que me quisiste más que a nadie y como nadie lo hará y eso es porque estábamos conectados mucho más allá de la vida terrenal, de esta vida. Mucho mas allá de la atracción física, era algo espectacular. El nuestro es un amor astral, te lo aseguro.
Se supone que hay un grupo de almas que siempre están contigo en todas tus vidas, y que antes de reencarnaros decidís la vida que vais a tener y las circunstancias que vais a vivir (las más fuertes), para que esa experiencia se grave en la memoria del alma y pueda servirla para ir realizándose y creciendo a nivel espiritual en cada una de las vidas hasta que, supongo, llegue al nivel máximo de realización y haya conocido todo tipo de sufrimiento para poder encontrar la felicidad absoluta. Porque sin sufrimiento no sabríamos lo que es la felicidad, ni sabríamos valorarla.
Lo que me lleva a pensar que, espero, esta no será nuestra última vida juntos, y aunque me cueste horrores pensar que "yo" (mi alma), haya decidido pasar por esto, tengo que confesar que aunque no sepa explicar porqué ni cómo, y aunque muchos puedan tacharme de loca, en el fondo de mí siempre he presentido que algo así me iba a pasar. Por eso siempre tenía tanto miedo de que le pasara algo a la gente que más quiero, por eso siempre te rallaba tanto con que te pusieras el cinturón lo primero, que no cogieses el coche cuando bebieses ni te montases con nadie que hubiese bebido, y te prohibía terminantemente el uso del móvil. Sólo quería impedir que algo como esto pasara, pero no he podido evitarlo. El destino ha sido más sabido y simplemente pasó sin que pudiera hacer nada.
No tengo ni idea de cuántas vidas tendremos, del número exacto de finales que viviremos. Pero, ¿te imaginas que fueran 15? Un final distinto cada vez. Esta claro que este ha sido el final más dramático de todos, por eso estoy segura de que no puede ser el último. De que nos falta el mejor de todos, como mínimo. Ese en el que seamos felices, desde el principio y para siempre. Y ojalá todo esto sirva para conseguirlo, para que sea pleno. Por una eternidad plena a tu lado, amor de mis sueños.
Y será una mierda no acordarse, no poder acordarte de lo que te ha pasado en tus otras vidas (todo esto en el hipotético caso de que existan), pero no tengo miedo porque si te reconocí en esta te voy a reconocer en todas las que nos queden. porque pienso que todo pasa por algo, que no existen las casualidades, que el destino está escrito.
Por eso y a pesar de todas las posibilidades que había de que no te pasara nada ese día, tuvo que pasarte. Y sé que todo esto parece de locos, creer en la posibilidad de reencarnarse y volver a encontrarse y todo eso... pero luego pienso, realmente, ¿qué posibilidades reales había de que en un universo infinito estallara una explosión inmensa de la cual se formase la vida y acabáramos millones de años después encontrándonos en un crucero? Pues eso. Las mismas, y allí estábamos.
Ojalá sepas todas las cosas surrealistas que me están pasando desde que te has ido, cosas que jamás ninguno de los dos hubiésemos creído que pasarían, porque supongo que habían las mismas posibilidades de que ocurrieran de las que te hablaba antes.
Sabes que a partir de esto he conocido a tu exnovia, escrito a quien tu y yo sabemos, comido con tus padres sin ti (que si no había comido en la vida con ellos, pues sin ti quien me lo iba a decir), bebido en casa de uno de tus amigos con casi todos ellos, dormido con tu prima que la pobre hasta ha venido a verme a otra ciudad y ya es como si fuera de mi familia, igual que sus peques, que han perdido un primo pero ganado una prima. Y ahora ya sabrás con quién es probable que quede el jueves, siempre diciéndome que nos acabaríamos encontrando y al final lo vamos a provocar. La mierda es que no te lo podamos contar, porque te juro que te ibas a morir cuando te enteraras (y perdona la expresión, pero es que si no me tomo esto con humor de vez en cuando me acabo muriendo yo también de la pena), que fuerte, en el fondo me parece tan duro. Por una parte sé que estarías feliz de todo lo que ha pasado, de cómo se han portado conmigo de cómo me he comportado con ellos y eso me alegra, porque sé que vives en cada uno de ellos y ellas, pero por otra parte es tan sumamente triste que no puedas seguir formando parte de esto... te echo tanto de menos que joder, me falta rezar cada noche para soñar contigo. Te lo pido siempre antes de acostarme, "que sea un sueño bonito."
Te quiero, te amo, te azuleo, mi amor.
Siempre, siempre eterno.
Hasta que nuestras almas se vuelvan a juntar y volvamos a vernos para seguirnos queriendo.
Alioli vida

viernes, 22 de enero de 2016

Caída libre

Hola amor,
otro jodido, jodido veintidós. Tres desde el que te fuiste. Desde que te raptaron, quizás te llevaron a otro planeta. Espero que sea bonito.
Estoy muy enfadada contigo, me prometiste que nunca ibas a hacerme daño y no he sufrido tanto en mi puta vida. Antes cuando me pasaba algo siempre estabas, siempre te sentía, me abrazabas, me apoyabas, me ayudabas. Me hacías fuerte. ¿Dónde estás ahora? Cuando más falta me haces. Ni rastro. Ni una insignificante huella, una señal, algo. Nada.
Me conocías mejor que nadie, vivías conmigo cada segundo de mi vida, compartíamos todo lo que me pasaba. Sabías que estaba metida en un hoyo de los negros, de los que piensas que no vas a poder salir en la vida. Y estuve dentro muchos años, y muchas personas intentaron sacarme, pero no lo consiguieron. Nadie lo consiguió, pensaba que jamás nadie lo conseguiría... pero entonces volviste a aparecer tú. De nuevo, en mi vida, así, porque sí, un montón de años más tarde, te plantas de nuevo con esa sonrisa, con esa forma de ser que tanto me encantaba. Y decides subirte al carro, me coges de la mano y te la suda todo, sólo quieres estar conmigo, aunque eso implica sufrir por mí, conmigo, sufrir juntos. Y sin saber porqué ni cómo, me transmites toda esa energía que nunca había encontrado en nadie, ni si quiera en mí misma, y me haces fuerte. Más fuerte que nunca. Y cogí toda esa fuerza que me diste y que pensaba perdida, y la utilicé para tomar la decisión más difícil de mi vida. Esa a la que tenía pánico enfrentarme, esa que lo iba a cambiar todo. Y tenía miedo, pero sabía que tú ibas a estar esperándome con los brazos abiertos y me volvías valiente. Y me sacaste del agujero.
Ahora me has metido en un pozo. En uno de esos que parece que no tiene fondo, que tiras una piedra y solo cae, cae y cae... y ni si quiera logras escuchar cuando toca el suelo. Bueno, yo soy esa piedra. Y sé que estoy en el pozo más profundo que nadie pueda imaginar. Casi ni veo la luz, tan arriba, tan lejos. Y ya no tengo fuerzas, no estás para salvarme. Ni si quiera para tirarme una cuerda. Tampoco tengo ganas, me he quedado seca, vacía, débil. Me siento la cosa más vulnerable del mundo, me siento tan frágil que creo que podría romperme con mirarme, y pequeña, muy pequeña. Indefensa. Sola en el final de ese pozo oscuro. Y sé que voy a tardar mucho en conseguir reunir las suficientes fuerzas y todo lo que me hará falta para comenzar a escalar hacia arriba. Y sé que tropezaré muchas veces en el intento y probablemente vuelva a caer hasta abajo. Pero también sé que llegará un día, aunque pasen meses, aunque tarde años, en el que conseguiré poco a poco llegar hasta arriba, y entonces me pondré de pie en la superficie del pozo, y levantaré los brazos, y con la luz del sol aún cegándome los ojos después de tanto tiempo en la oscuridad, te daré las gracias a gritos. Porque ese día no sólo me habrás hecho fuerte. A partir de ese día seré INVENCIBLE. Ya nada podrá tocarme, nada podrá dañarme. Nunca. No después de esto. Imposible. Incomparable.
Pero todavía no. Todavía sigo en esa fase del pozo en la que te haces una bolita y te escondes debajo de las sábanas a llorar, y cierras muy fuerte los ojos, esperando que el edredón te transporte lejos, que te proteja de todo lo malo. Sigo en esa fase de oler tu chaqueta colgada cada vez que abro la puerta del armario, y respiro tranquila porque sigue oliendo a ti. Esa fase en la que sigo hablándole a tu foto de carnet, le doy besos a tu pijama, y te sigo esperando encontrar. En alguna parte, en algún lugar, en algún objeto.
Sigo en esa puta fase en la que todavía no he podido asumir del todo que ya no estás.
La música duele, los dibujos son tristes, odio a la tele.
Y con las pocas fuerzas que tengo, te echo de menos.
Te quiero a morir, a rabiar. Te quiero más allá de todo esto, de la vida, de la muerte, de los sueños, de la realidad. Te quiero por encima de las nubes y por debajo del mar. Eternamente y como el infinito del espacio, sin gravedad. Te quiero.
Azules noches mi vida.


Tu Lila consentida.




lunes, 18 de enero de 2016

Estrellas de mar

La otra noche me quedé como siempre pensando en cada uno de los instantes que hemos pasado juntos y me has hecho feliz. Y me di cuenta de que uno de los momentos más especiales de toda mi vida lo construimos este verano, en el mes de agosto, junto a mi hermano.
Toda esa semana pasamos mucho tiempo con él, sobretodo por las noches, que bebíamos cerveza y nos sentábamos en soportales a ver la lluvia caer mientras hablábamos de nuestras cosas.
Y me acuerdo de la última noche que pasamos los tres como si fuera ayer. Quedábamos siempre en aquel banco, ese banco en el que antes de que tu llegaras hablaba mucho con mi hermano de ti. Paseábamos por la feria, montaste en los coches de choque con el novio de tu prima como si fuerais niños pequeños, como si volvieras a tener 5 años y ella te volviera a llevar a esa feria que te gustaba tanto, a esa feria que, por casualidades o no de la vida, yo también iba cuando era pequeña. Seguro que coincidimos, aunque no nos conociéramos, aunque ni si quiera sospecháramos toda la historia que teníamos por delante cuando fuésemos mayores. Todas las noches jugábamos al bingo, me recuerdo sentada en tus piernas con el cartón en la mano quitando los numeritos, y cantar bingo otra vez y morirnos de la risa acumulando cartones premiados para conseguir el dichoso ventilador que tanta falta hacía en ese caluroso verano. Y el peluche que me conseguiste jugando a los dardos, ese que duerme todas las noches conmigo y no paro de matar a besos imaginándome una y otra vez el momento en el que me lo diste, porque fue perfecto.
Compramos cerveza fría y nos fuimos a la orilla del mar a sentarnos en unas maderas que había. Recuerdo a mi hermano cavando en la arena como si tuviera tres años y tú tumbado encima de mí sin camiseta mientras te acariciaba la tripa. Estuvimos riéndonos y bebiendo durante horas y, al final, acabamos hasta las cinco de la mañana metidos en el mar en ropa interior, vacilando a mi hermano y su piedra, dejándonos llevar por las olas negras, contemplando desde el agua el cielo oscuro lleno de estrellas. No había nadie más. Sólo nosotros, tres estrellas que se habían caído al mar y observaban al resto, lejanas y hermosas que iluminaban el cielo y pintaban la noche del color de los sueños.
Que sensación más bonita cuando luego nos abrazamos para despedirnos con la ropa empapada y ese olor a sal que nos envolvía, delatando dónde habíamos estado, lo bien que nos lo habíamos pasado los tres esa noche. Y esa fue la última vez que te despediste de mi hermano. Fue la última vez que os visteis y, ¿sabes qué? Me alegro. Me alegro muchísimo de que fuera tan especial, de que ese sea el último recuerdo que tenga de ti, el de esa noche mágica que fue sólo de los tres. Y fue increíble teneros a los dos en el mismo mar, en la misma noche, a mi lado, mis dos estrellas.
Daría lo que fuera por tener mil noches más así, exactamente como esa. Pero sé que la exprimimos hasta el último segundo, que la disfrutamos como nadie los tres juntos.
Me encanta bañarme por la noche en ese mar con mi hermano, y me encanta haber podido compartir contigo una de esas noches. Ojalá la guardes siempre, porque seguro que nosotros siempre la guardaremos.


Te amo mi vida, hoy ya han pasado tres meses desde la última vez que oí tu voz hablándome de nuestros sueños. Y a estas horas, hace tres meses aún estábamos hablando. Que inventen una máquina del tiempo, por favor.
Menos mal que te quiero tanto que hoy he vuelto a soñar que estabas vivo. Y aunque sea en mis sueños y de vez en cuando, puedo verte sonreír y seguir suspirando.
Te quiero, te quiero, te quiero, mi azul.
Alioli amor.

viernes, 15 de enero de 2016

Amores que matan nunca mueren

A veces se vuelve inevitable dejarase vencer por el dolor que te ahoga, que te consume, que te aprieta tanto el corazón y los pulmones que a veces te cuesta respirar. Ese dolor que te envuelve y que notas como se va apoderando de toda tu persona, transformando el amor en odio, la esperanza en pena. Hoy podía haber sido un día especial, especial de verdad. Podíamos habernos querido en vez de echarnos de menos. La finísima línea que separa una muerte eterna de una vida temporal con la simple decisión de ponerse un casco a tiempo. Maldito seas, estúpido, por malgastar nuestra vida juntos por una decisión incorrecta que te ha costado la vida.
A veces me pongo a pensar y tengo la sensación de que en el fondo una parte de nosotros sabía que esto pasaría, que te ibas a marchar pronto. Por eso a pesar de estar a punto de abandonar cien mil veces la partida nos arriesgamos por pasar el mejor verano de nuestras vidas juntos, y fue la mejor manera de ganar el juego, era un empate técnico precioso y justo. Tanto que justo cuando yo decidí apostarlo todo tú te arriesgaste y los dos perdimos.
Lo único que me consuela es pensar que tendremos más vidas juntos, que nuestro amor es tan eterno que va más allá de este mundo. Por suerte era un amor que sabía volar, le enseñamos juntos. Era tan real y puro que es la única razón de que duela tanto. Por eso a veces no importa que duela, eso hace que recuerde que fue de verdad, que fue del mejor. Y que aunque sea una jodida desgraciada también, y aunque haya sido muy brevemente, he sido la persona más afortunada de La Tierra, aunque ni si quiera lo supiera.
Una vez me preguntaron si hubiese querido quedarme embarazada de ti antes de que te fueras. Dudé mucho, pero luego me di cuenta de que sólo hay una cosa en el mundo peor que no poder tener hijos contigo... sería tenerlos sin que pudieras verlos crecer y sin que pudieran conocerte. Eso sí que sería triste y muy injusto.
Todos los días me acuerdo de todas las promesas que incumpliste, de los millones de besos que no me diste.
Y todos los días me enfrento sola a otro día de mierda sin ti. Gracias por haberme demostrado tanto cuando estabas aquí, por haberme querido hasta morir.
Una vez te dije que te quería trillones.
"¿Sólo trillones?"- me contestaste - "Con eso no llegamos hasta Neptuno ni de coña"
- "Trillones de trillones de trillones, ¡quería decir!"
Ojalá tú tampoco hayas llegado a nuestro planeta Azul. Ojalá sigas aquí y me estés esperando, acumulando millones de besos en deudas y trillones de amor.
Te amo mi vida, con toda la locura del universo.
Siempre serás mi siempre, aunque te hayas convertido en mi nunca.
Alioli amor.

lunes, 11 de enero de 2016

Las segundas partes nunca fueron buenas

Hola Lila,
no sabes cuántos días llevo con ganas de escribirte, todas las cosas preciosas que pienso en mi cabeza para decirte, pero cuando llega el momento de ponerme a escribir... no se me ordenan las ideas.
¿Sabes? ayer volví a ir a esa zona rocosa que te enseñé la última vez que viniste a verme, están rodeándolo de vayas pero son muy cutres. Ojalá las hubiesen puesto azules.
Ya casi han pasado tres meses y sigo teniendo esa horrible sensación al despertarme, esa horrible sensación que me recuerda que ya no estás, que te he perdido para siempre. ¿Por qué? Si sólo íbamos a hacernos felices.
A veces pienso que teníamos una historia tan bonita que la muerte nos tenía envidia, que en el fondo ella también está enamorada de la vida y tampoco puede tenerla, y no quiso que nos tuviéramos. O tal vez de quien estaba enamorada era de ti, y no puedo culparla, porque yo tampoco pude evitar que me pasara a mí.
A veces deseo no haber sabido nunca que te has muerto. Que alguien me hubiese dicho que te has marchado, lejos, muy lejos. A trabajar, a estudiar, que te hubieses metido en una secta de esas que comen la cabeza, y que no te dejasen hablar con nosotros. Sospecharía porque tú eras millones de veces más listo que esas cosas, pero cualquier cosa que me diera una mínima esperanza cada día de volver a verte, sería mejor que vivir con la certeza de haberme perdido ver envejecer las arrugas de tu sonrisa.
No te puedes imaginar lo difícil que es la vida ahora, la extraña sensación que envuelve todo lo que hago, lo que pienso, lo que siento. Nada parece real, ni si quiera cuando el sol me moja la cara o la lluvia me calienta la espalda cuando el aire parece volverse loco a mi alrededor.
¿Sabes cuando ves un atardecer espectacular, de esos con el cielo magenta y las nubes rosas, cuando el sol se va escondiendo en la profundidad del mar, y parece un cuadro perfecto que alguien ha pintado destacando a pinzaladas cada detalle que hace que se inmortalice el momento?, ¿Sabes lo que te digo, no? Esos atardeceres tan bonitos que parecen de mentira, que parecen de verdad un cuadro expuesto en un museo.
Pues así siento yo que se ha vuelto mi vida, no dentro de un cuadro, porque está en continuo movimiento, si no como si fuera una película. Como si un día la tele me hubiese absorbido y por desgracia estaban echando una peli de esas de sofá y manta, que ni si quiera te hacen falta las palomitas porque sabes que vas a llorar desde que empieza y envidias las escenas más bonitas hasta que llega el trágico final triste en el que ninguno de los personajes son felices ni comen perdices por el resto de sus días. La diferencia es que cuando ves la película desde fuera, piensas que el final se queda ahí, apagas la tele y continúas con tu vida. Pero cuando tu vida se ha convertido en ese final, ese final no ha sido más que el principio, y ese final no era lo peor. Lo peor es continuar con el mismo principio sufriendo todas las consecuencias que te ha dejado ese puto final que, ni esperabas ni querías. Y los espectadores no lo saben, porque nunca hacen segundas partes de las películas para explicarte como los personajes resolvieron su vida, como lo superaron, como consiguieron seguir llevando un pasado tan triste a sus espaldas. Ojalá las hicieran porque ahora tengo que vivir mi propia segunda parte y no tengo ni idea de cómo hacerlo, de donde sacar las ganas. Ni si quiera tengo curiosidad por saber como será. Porque no sé nada del argumento de mi segunda parte pero, lo único que sé es que tú no estarás y me parece suficiente para saber que no merecerá la pena estrenarla en una alfombra roja.
Tengo tantas cosas que contarte. Tantas ganas de unos 'buenos días, pelirroja' que ya no pueden ser buenos.
Te quiero tanto que no sabías cuanto.
AZUL, AZUL, AZUL.
Alioli vida, guárdame contigo.

domingo, 3 de enero de 2016

La piel del corazón

No te imaginas lo duro que es volver a hacer esas cosas que la última vez que las hice fue contigo y saber que fue la última vez que tu las hiciste. Volver a ponerme esa ropa que tanto te gustaba. Tener tantas ganas de contarte cosas nuevas, cosas que ya sabías y cosas que ni si quiera importan. El simple hecho de escuchar tu risa, tus suspiros, tu cara prestándome atención. Tus manos nerviosas buscando encajar con las mías a la perfección. Querer tener frío para darnos calor. Pegarnos más fuerte que el mejor super glue.
Echo de menos hacer el amor contigo, pero extraño mucho más el momento de después. Esos segundos de silencio en los que nos abrazábamos desnudos y solo se escuchaba la respiración aún acelerada y las sonrisas de complicidad, las caricias por la espalda y esos besos que dejaban marcas de ternura.
Una vez me dijiste que yo te había enseñado que hacer el amor no es piel con piel si no corazón con corazón. Que era el momento en el que más cerca podíamos estar y que era una sensación tan increíble que no parecía real.
Y es que estar contigo era ese sueño lúcido que se podía sentir. Eras mi deseo concedido que despues de tantos años conseguí. Lástima que no pedi que fuera eterno. Que fueramos eternos. Tu y yo, para siempre.
Sé que tendré que seguir, y que este sólo ha sido el primer diciembre sin ti, y ahora cuando tengo que pedir un deseo ya ni si quiera sé que pedir. Que ya tendré que conformarme siempre con lo bueno despues de haber tenido lo mejor. Despues de sentir como se te escapaba la vida entre mis dedos, mi felicidad en las últimas bocanadas de tus labios.
Todo me sigue recordando a ti y nadie puede sustituir el amor que tu me dabas ni llenar el vacío que me has dejado, por eso me siento tan sola aunque me rodee de personas. Al final todos tienen que seguir con su vida, aunque yo ahora mismo no pueda seguir con la mía. Ojalá estuvieras aquí, porque sé que tu la hubieses parado conmigo. Que hubieses andado a mi ritmo, pegado a mi. Nunca habrá nadie como tú, por eso siempre tendré esta falta de ti. Aunque pase el tiempo, aunque pase el frío. A veces sigo sin poder creerlo.
Me mata echarte tanto de menos. El dolor es tan insoportable que temo que me lleve a la locura. Aunque allí puede que te encuentre porque estuvimos juntos en muchas ocasiones. Como en las nubes, que la penúltima vez que estube era contigo, tú me llevaste. A ver ese cielo azul y todas esas estrellas que habían aprendido a escribir nuestros nombres.
Te quiero, mi vida.
Te quiero martillo gigante, y sólo tú sabes cuantísimo es eso.
Alioli mi amor