martes, 29 de diciembre de 2015

Síndrome de abstinencia

El amor es la droga más fuerte que conozco. Al principio piensas que puedes controlarla, pero te vas enganchando cada vez más y más con cada dosis. Y de todos los amores que he probado, el tuyo era el más adictivo. El que más colocaba. Y me encantaba dejarme llevar por el vicio.
Ahora ya sólo me queda el mono, que trepa por todo mi cuerpo y se cuelga de cada una de mis venas, volviéndome loca, llenándome de ansia, de temblores, de noches en vela y días de pena. Me declaro adicta al sabor de tus besos, a las caladas de tu perfume, al tacto de tu piel deshaciéndose en mi lengua.
Y no hay metadona que pueda calmar mis nervios, que sustituya el subidón de amor en mi pecho, de adrenalina recorriéndome el cuerpo cada vez que me rozabas con tus dedos.
Nada me gustaba más que ponerme ciega de ti hasta sentir esos síntomas tan claros, la piel de gallina al sentir tu aliento, las gotas de sudor que echaban carreras por mi espalda, mariposas en las manos, el cielo en el estómago, volar. Pasar de cero a cien en un segundo. Drogarme de ti era vivir en una nube. Y solo me bastó probarte una vez para engancharme incontrolablemente, para que te convirtieras en mi mayor adicción.
Ya no puedo conseguir tu amor, nadie puede ni si quiera acercarse a lo que era tenerte delante y sólo de verte ya me temblaban las piernas.
No te imaginas lo duro que es dejar una droga de golpe y con semejante grado de adicción. Dicen que este es el peor caso de síndrome de abstinencia que se haya diagnosticado en toda la historia de la drogadicción.
Y todo por esa droga pura sin cortar, esa droga que era tu amor.

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