lunes, 7 de diciembre de 2015

Dejarse llevar

Estar conectada contigo significaba eso, dejarse llevar cada segundo por el amor que nos envolvía, por esa sensación mágica que nos impulsaba a la locura de hacer cualquier cosa por vernos, por estar juntos. Nos dejábamos llevar, como bailar con los ojos cerrados, como hacerte el muerto en el mar mientras te arrastran las olas, lejos, y notas como el sol te calienta la cara. Nos dejábamos llevar como cuando cantas en la ducha a grito pelado sin importarte lo más mínimo quién te pueda escuchar, como cuando empiezas a recibir besos en el cuello y sabes que ya no vas a poder parar. Como ir en una bici cuesta abajo y soltar el freno mientras sientes como el aire te despeina al ritmo de la velocidad. Nos dejábamos llevar como dos hojas arrastradas por la corriente que se recorren un río, como el fluir de una melodía improvisada. Nos dejábamos llevar como sólo nosotros sabíamos, como sólo nosotros comprendíamos, como sólo nosotros nos queríamos. Nos dejábamos llevar cuando nuestras manos se buscaban, cuando nuestros labios se llamaban, cuando nuestros cuerpos se sentían. Nos dejábamos llevar cuando la piel se nos erizaba, cuando los ojos nos brillaban, cuando nuestras respiraciones se unían.
Nos dejábamos llevar cuando soñábamos viajar al fin del mundo, juntos, para quedarnos allí. Pero te has ido sin mí, no me has esperado. Espérame allí, dejándote llevar por los segundos que estemos sin vernos, sin querernos. Dejándote llevar por todos esos besos que nos debemos, porque aún los quiero.
Te quiero. Dejémonos llevar.

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