miércoles, 14 de septiembre de 2016

Lluvia de otoño

Será que llueve, que el otoño vuelve y trae de nuevo esa tristeza, porque el otoño es la estación más triste del año. Y más desde que te fuiste, que me pasé los meses recorriendo las calles mojadas, mezclando mis lágrimas con las del cielo que lloraba por no poder verte. Los pies fríos, las botas negras. Los cascos de música, el viento en la cara. Las hojas secas volando en círculos. El olor a humedad. Días de frío. De no saber dónde sentarme a pensar. Días de otoño, de triste otoño que vuelven a mí una vez más, un año después, para susurrarme que no estás. Irónico que cada vez que nos veíamos se pusiera a llover y que la lluvia siempre me recordase a ti. Irónico que el día que te fuiste no paraba de llover. Que los meses siguientes llovieron cascadas. Que en mis ojos la lluvia sigue cayendo por los tejados.
Será que llueve y estoy en el sofá con la manta mirando el arsenal de películas de Disney que podríamos tragarnos ahora. Comiendo lacasitos de colores, regalices rojos. Bebiendo cerveza. O tumbarnos a escuchar música mientras nos acariciamos las manos, el pelo, sin decirnos nada. Dejando hablar a las canciones que tan bien nos conocían. Podríamos estar pintando, podríamos estar durmiendo abrazados, haciéndonos el amor. Podríamos estar contándonos cuentos. Coger ese paraguas y salir a saltar los charcos, a empaparnos. Pero no. Y aunque se me ocurren cien mil cosas que podríamos hacer, me quedaré aquí. Sentada. En este sofá, entre estas cuatro paredes que tanto nos han escuchado. Que tantas horas nos han visto. Recordando. Pensando en lo ilusos que fuimos al pensar que envejeceríamos el uno junto al otro. Que algún día nos casaríamos, pensando el nombre de nuestros hijos. Que ilusos fuimos al pensar que nos quedaba tanta vida por delante, tanto tiempo que aprovechar. Tantos viajes, tantos bailes. Que ilusos. Apenas unos meses más. Y ya está. Y hay tantas cosas que te necesito contar, tantos consejos que no te puedo pedir, tanto apoyo que no sé donde buscar... tengo miedo y no sé a quien llamar. No tengo a quién abrazar, a quién despertar a las 5:37 para que se vaya a trabajar. No tengo a quien echar tanto de menos. A quien tener tantas ganas de comerme a besos. A quien escribirle cartas, canciones y hacerle dibujos a todas horas. Joder, que falta me haces. Y eso que me propongo seguir para a delante, volverme independiente, no volver a necesitar nunca, nunca, nunca a nadie. Hacerme fuerte, invencible. Pero no es tan fácil. No es nada fácil, de hecho. Tú eras mi fuerza, mi vida.
Ayer me puse un momento tu camiseta favorita, la verde del bigote. Era como llevarte puesto un ratito porque genialmente sigue oliendo a ti con fuerza. Me sentí tú y me dieron ganas de comerme. Y me puse triste, porque te quedaba setecientas millones de veces mejor a ti. Leí un par de cartas y de cosas que encontré haciendo limpieza pero tuve que parar porque no quería llorar más. Que increíble me parece pensar que hayamos llegado a querernos tanto, tantísimo mi amor. Y que ya nunca más. De la noche a la mañana se acabó.
Parece que sale el sol, quizás luego salga a pasear... a ver si me encuentro algún pedazo de ti en este otoño que empieza a llegar.
Te quiero un martillo gigante Lila.
Aliolis azules


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