miércoles, 7 de septiembre de 2016

Ojalá no estés

Hola vida, cuántos días sin escribirte. A penas he tenido tiempo de descansar. Los exámenes me han salido bastante bien, menos mal. Aunque todavía no he terminado. Me encantaría poder llamarte para contarte las que he fallado, las que he aprobado, para oírte decir lo orgulloso que estás de mi y lo mucho que te alegras. Que no me castigases sin verte. ¿Te puedes creer que ya estemos en septiembre? A mí me cuesta, me cuesta muchísimo pensar que hace un año estábamos planeando mi cumpleaños, el que iba a ser el mejor de mi vida. De la historia. Ya casi ha pasado un año desde la última vez que pasaron muchas cosas, la primera vez que muchas se acabaron y que todo cuánto conocía, cuanto sentía y cuanto creía saber se esfumó para dejar paso a una desolación que se lo llevó todo. Que lo cambió todo. Ha pasado mucho tiempo y puedo decir, no sin un nudo en la garganta, que me he ido acostumbrando a la situación, pero sigo sin superarla. Es verdad que día a día intento centrar mi vida, intento reorganizarla... pero es tan complicado... tú eras el orden de mi kaos, ahora sí que mi vida es un kaos constante, un desastre absoluto. Como un laberinto que no tiene salida y da igual lo mucho que la busques porque, no puedes encontrarla. Así que haces vida en el laberinto, aprendes a vivir en él. Es complicado porque, a veces, sobretodo cuando es de noche, da un poco de miedo y te sientes solo. Y no es que te sientas perdido, es que sabes que lo estás. Todos los días mis amigos y mi familia se pasan por allí e intentan sacarme. Pero creo que no estoy lista para escalar las paredes todavía. Necesito quedarme un ratito más. A veces me gusta estar sola, perderme por las calles como si no conociera a nadie, como si no me conociera a mi misma. Escuchar música que no entienda con el volumen a tope y tratar de no pensar. Porque siguen volviendo, Lila. Siguen volviendo aquellos horribles días en el hospital. Y vuelve ese olor... esa voz diciendo que te habías ido, que nos habías dejado. Vuelven los gritos de tu madre taladrándome el tímpano y vuelve ese silencio. Esos instantes de cámara lenta, de evasión, de pesadilla. Vuelve tu cara de muerto. Tus labios fríos. Y vuelve la última conversación. El último abrazo, la última despedida en la estación de autobús. Y la última cerveza, la última comida. Vuelve todo. Las duchas de agua fría, las constelaciones, tu terraza, aquel bar. Los dardos, el cine, el pollo frito, los muelles de la cama, el despertador a las 5:37, todo vuelve. Vuelve porque no se ha ido. Porque no se va. Y aunque haya pasado un año, aunque ría, aunque cante, aunque baile, aunque beba, aunque me lo pase bien, aunque disfrute, aunque viaje, aunque conozca gente, aunque no pare... duele. Es inevitable. Y duele. Sigues doliendo como aquel instante. Como ese mensaje que dice que te están llevando en una ambulancia al hospital. Como el abrazo que me dio tu padre cuando entré por la puerta de la UCI, duele como tocarte la piel fría, como morderte la oreja y no verte reaccionar.
Ha pasado casi un año y no sabes, mi vida, no puedes saber todas las cosas que han pasado, todas las cosas que han cambiado, tantas, tantas, tantas cosas... y en todo este año no ha habido un solo segundo en el que no haya deseado con todas mis fuerzas que estés a mi lado. Que aun que no pueda verte estés conmigo todo el rato, que oigas lo que pienso, que sientas lo que siento.
Pero, anoche, por primera vez, desee aún más fuerte que no lo estés. Que no puedas vernos, que no puedas oírnos, que te hayas marchado. Que estés descansando y no te preocupes. Porque si de verdad puedes vernos, si sabes todo lo que está pasando, tu dolor tiene que ser muchísimo más grande que el mío. Y te quiero tanto que no me consuela, que no puedo soportar pensar que estés sufriendo. Aunque yo lo haga. Aunque a veces siga enfadada contigo. Por separar nuestros caminos. Por no permitirme pasar el resto de mis días contigo. Pero ya no hay vueltas atrás, ¿sabes? ya no vas a volver, no puedes dar marcha atrás, ni girando sobre ti mismo. Te has marchado, así que vete. Vete y no vengas más. No quiero que pases por la frustración de ni si quiera poder hacer nada para consolar, para ayudar, para arreglar todo lo que se ha roto, todo lo que se ha hecho añicos desde aquella tarde del 18 de octubre. Algo se rompió en el universo aquel día. Algo que ni tú ni nadie puede arreglar, nunca. No quiero que te sientes a ver como las cosas se siguen destruyendo, como personas a las que tanto has querido se desmoronan, se vuelven locas y lloran hasta deshidratarse.
No quiero que veas los problemas, el sufrimiento, las cosas tristes, las cosas malas, el dolor... en serio. No quiero que sufras viéndonos. Sabiendo. Vete, márchate.
Te quiero demasiado como para pedirte que te quedes.

1 comentario:

  1. Son las palabras con el dolor más desgarrador k nunca e leído y mira k en estos 10 meses y medio mira k e leído dolor en tus palabras, por primera vez te pido mi gitano k de verdad nos dejes no nos cuides no veas lo k pasa, aún k echaré de menos k me pares el reloj cada mes, pero te aseguro k hasta k llegue el momento de estar juntos para siempre ella y tu, te la cuidaré te lo prometo te puedes ir trankilo k es lo mejor k tengo de ti lo más bonito k me has dejado.
    TE KIERO PEKEÑO

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