viernes, 15 de abril de 2016

Duérmete

Pasa el tiempo pero no deja de doler, ni si quiera duele menos, simplemente aprendes a controlar el dolor, a vivir con él. Pero hay momentos en los que es tan grande, tan agudo y tan intenso que supera todas tus barreras y explota, arrasando con todo. Sientes como te falta el aire y un pinchazo tan profundo en el corazón que piensas que se va a salir la sangre. Y, ¿qué haces? Intentas controlar todos los recuerdos que inundan tu mente en forma de imágenes, de voces, de olores. Intentas retenerlos con todas tus fuerzas, aunque sepas que es imposible evitar que broten. Y lloras como nunca has llorado, como si las lágrimas fueran calmantes. Pero por desgracia no lo son, y no encuentras alivio en nada porque sigues preguntándote cómo es posible que hace unos meses paseáramos juntos por la playa y ahora estés podrido en un agujero. Y te retuerces de dolor y das vueltas en la cama deseando dormirte para dejar de vivir por un rato en esta realidad que es una mierda. Una puta mierda, hablando claro.
Y te das cuenta de que cuando el dolor se duerme (aunque siga ahí) y te permite disfrutar un poco de las contadas cosas buenas que te da la vida, tienes que intentar exprimirlas todo lo que puedas, rebañar cada segundo del momento, forzar cada sonrisa que te permita seguir manteniendo el dolor dormido, porque sabes que, tarde o temprano, se volverá a despertar.

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