Y lo segundo porque, y aunque cada vez que la escucho lloro, no te voy a mentir, cada vez que la escucho me imagino cómo sería la vida si estuviésemos juntos, si no tuviera que aprender a vivirla sin ti y con el vacío tan grande que me has dejado. Nos imagino cuando la escucho caminando bajo la lluvia, riéndonos de cualquier chorrada, compartiendo cervezas mezcladas con besos y vasos de alcohol que nunca se acaban. Nos imagino tumbados en el sofá cantándola, cogiéndote de la mano y acariciándote la cabeza mientras conduces a mi lado como siempre. sonriendo cada vez que te veo mirarme de reojo. Nos imagino bailando como dos locos, como si nadie nos estuviera mirando, cocinándote en la cocina, duchándonos juntos. Nos imagino en la cama muy abrazados, acariciándonos, mordiéndonos despacio. Nos imagino comiéndonos a besos en la cuesta mecánica del centro comercial, bebiendo zumos de sandía y melón, buscando el coche por el aparcamiento, corriendo por el borde de la acera.
La escucho y me imagino en lo feliz que te haría todos los días, en lo feliz que me harías sólo por tenerte conmigo. Por escuchar lo mucho que me amas de tus labios cada día.
Te echo muchísimo de menos, mi vida. Al borde de los seis meses sin tenerte conmigo y me sigue pareciendo que algún día te pondrás bien y volverás a buscarme para quererme todos los días de mi vida. Que no volverás a marcharte.
Te quiero.
Te azuleo con toda la fuerza, con todas las leyes físicas del universo, con las que sabemos y con las que no. Con toda la energía que existe, con toda la locura del mundo. Te azuleo por haber sido cómo eras y haberme convertido en lo que soy. Espero que siempre estés conmigo. Siempre, mi amor.
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