jueves, 20 de octubre de 2016

Los peores días de mi vida

Hace poco más de un año y antes de que nos viéramos por última vez, mi hermana me encargó que fuera al Fnac a comprarle un libro a una amiga suya por su cumpleaños. Buscándolo encontré uno que se llama "Casi sin querer" de poemas cortos de un autor que solía leer en twitter. Le eché un vistazo y me encantó y pensé que a ti también te encantaría así que decidí regalártelo. Te llamé y te dije que tenía algo para ti pero que primero quería usarlo yo (quería leérmelo entero antes de dártelo). Al poco tiempo íbamos a vernos y quería llevártelo pero me pediste que te lo mandara después por correo, y me pareció genial porque no me había dado tiempo a acabarlo. Ni si quiera sabías lo que era pero estabas como loco. Al final fui a verte y no te lo llevé y cuando quise mandártelo ya era demasiado tarde. Nunca he terminado de leerme ese libro y mira que tengo la mala costumbre de llevármelo a todas partes. Cuando me enteré de que estabas en el hospital me saqué un billete de ida en tren y al preparar la mochila metí el libro, lo metí porque estaba completamente segura de que te ibas a poner bien y de que me iba a sentar en el borde de tu cama a leértelo todos los días desde que te despertaras. Pero nunca te despertaste, nunca pude darte el libro y, aunque alguna vez me lo he llevado al cementerio y me he sentado en el suelo a leerle en voz alta a tu lápida algún que otro poema, nunca he sido capaz de terminarlo.
Los cuatro días que estuviste en el hospital, esos horribles y largos cuatro días de los que esta semana se cumple un año, nos pasábamos las horas muertas en la sala de espera, la mayor parte del tiempo sentada en el suelo o bajando cada dos por tres a la calle con tu prima. Nunca jamás en mi vida me han dolido tanto los ojos como esos cuatro días, nunca he dormido tan poco, he tenido tanto miedo, tantas ganas de vomitar. Y a veces incluso vomitaba. Todo eran silencios y sollozos, cuando cruzábamos miradas entre nosotros intentábamos fingir sonrisas de esperanza pero en el fondo todos sabíamos que los peores días no habían hecho más que empezar. Y era imposible matar el tiempo, nos pasábamos todo el puto día allí esperando a que fuera la hora de verte. Aunque esa media hora casi era la peor de todo el día. Nunca olvidaré la primera vez que entré a verte en la UCI, pero desde luego jamás olvidaré la última. Cuando ya nos dijeron que estabas muerto pero que seguías enchufado a la máquina y apoyé mi oído contra tu pecho sabiendo que era la putísima última vez que te escuchaba el corazón latir.
Así que cómo no había mucho que hacer, excepto rezar, cogí un lápiz y todos los días te escribía entre los márgenes de las hojas del libro, contándote lo que pasaba para poder leértelo cuando despertases. Nunca te lo leí. Y ahora quiero compartirlo contigo.
Parece imposible que haya pasado un año y me siga sintiendo como cuando estaba allí. Cómo si todavía pudiera enrollar los tubos que te rodeaban con mis manos y acariciarte la piel fría que cada día se iba poniendo más blanca.
Hace un año empezaron los peores días de mi vida. Y no se acaban.
Te quiero mi vida, ojalá hubieses sido capaz de superar esto, la vida sería maravillosa ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario