sábado, 22 de octubre de 2016

Jueves 22

Pero no pude seguir escribiendo, nunca fui capaz de volver a escribir.
El 22 de octubre del 2015 marcó un antes y un después en mi vida. Ese día me di cuenta de lo frágiles que somos, de lo importante que es decirle a quienes queremos que lo hacemos, que nunca te puedes ir a la cama enfadado con alguien que te importa, que la fe es una puta mierda y la esperanza se acaba perdiendo. Me di cuenta de que existe un último día, de lo fácil que es perderlo todo. De lo que se siente al perder de verdad a alguien, al saber que jamás volverás a verle. Ese día supe de verdad lo que era el dolor. Y desde entonces no he vuelto a ser la misma. Porque ese día una parte de mí se perdió contigo, y la otra parte sigue escondida.

Mi madre solía decir que el 2015 iba a ser un año muy especial, que iba a ser un año de cambios y que iba a ser un año mejor. Y, ¿sabes qué? que a pesar de todo, tenía razón. El 2015 fue el mejor año de mi vida.
Este año ha sido el peor. Ha sido el primer año sin ti. Las primeras veces sin ti. Y ha sido jodidamente difícil. Un año entero ya. Sin ti. Todos y cada uno de los días pensándote con la maldita frustración de no poder hablar contigo, de no poder verte. Todas las noches acostándome con un único deseo en la cabeza, con la esperanza de soñar contigo, porque es el único sitio en el que aún puedo verte y tocarte. Un puto año, todas las noches. Se suponía que había que dejar que pasara el tiempo para que esto sanase, ¿no? ¿Y porqué después de un año sigues doliendo?. ¿Cuánto tiempo más tiene que pasar? Es que una parte de mí sigue flipando. No puede creérselo, no lo soporta. ¿Cómo ha podido cambiar todo tanto sin ti? Nunca me hubiese imaginado que se podía llegar a echar en falta tanto a una persona. Que dependía tanto de ella.

Hoy dueles como el primer día, como ese mensaje que me dice que estás en el hospital, como el eterno viaje en tren, la sala de espera, esas ganas de vomitar, la cara de tu padre, las malas noticias, las noches en vela, rezar, la comida del hospital, las palabras del médico para decirnos que no estás, los gritos de tu madre. Como el olor del alcohol desinfectante, el número de tu camilla, los sonidos de las camas de la UCI al pasar por el pasillo. Como la sangre de tu oído, tu cuello hinchado, las lágrimas de tus ojos.
Dueles, no te imaginas cómo dueles. Me sigue faltando el aire y me cuesta tragar saliva pero inevitablemente vuelven, todos los recuerdos, los malos, los buenos, y dueles.
Un año después, pero dueles.

Y no te olvidamos, y ojalá supieras lo mucho que te echa de menos todo el mundo, lo mucho que todo el mundo te quiere y lo muchísimo que se nota que no estás. Y sé que hay una parte de ti en cada uno, y que por eso no morirás nunca.
Mi madre desde que soy pequeña me ha dicho que cuando una persona se muere, sigue viva dentro de nosotros y mientras no la olvides siempre seguirá viva de alguna manera, y por eso ella no quería entrar en los velatorios ni en los hospitales porque quería quedarse sólo con el recuerdo de la persona que se había ido mientras estaba viva. Y quizá debería haberla hecho caso, porque tu cara blanca y fría ya no se me olvida. Pero entonces jamás lo hubiera creído. Aunque tú ya no estabas allí. Pero tampoco pienso olvidar nunca cómo eras cuando estabas vivo, porque es inevitable sonreír cuando pienso que hemos vivido esos momentos y que mientras duraron te hice tan feliz como tú a mí.

Un año pero no significa nada.
Te quiero Lila

1 comentario:

  1. Un año después mi niña seguimos en el mismo punto de partida, sigue doliendo igual y seguimos igual o más enfadadas con la vida, no puedo olvidar cada segundo de esos siete días, cada recuerdo de todos los años sintiendo k lo tenía a el y ahora no keda nada sólo eso recuerdos y más recuerdos, pero sólo una cosa e aprendido en este maldito año k de pena y amor nadie muere.
    Por k sigues ahí luchando cada día afrontando cada nuevo día lleno de recuerdos, dolor y rabia pero ahí estas, si algo has demostrado este año esk eres la tía con más huevos k conozco k te kiero siete millones de veces día y vuelta a Neptuno y mucho más, gracias por formar parte de nuestra vida por haberlo echo feliz hasta su último suspiro.
    Te kiero caraculo

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