martes, 22 de marzo de 2016

Contigo

Que estar contigo era como columpiarse con los ojos cerrados, como meterse en la cama con las sábanas recién cambiadas. Eras esas cosquillitas en la espalda hasta que te quedas dormido. Como una caricia en el pelo, un rayo de sol que te seca la piel mojada cuando sales del mar. Esa sensación cuando te sientas en la orilla y te vas hundiendo en la arena al ritmo de las olas. Estar contigo era estallar de felicidad, hablar con la boca llena de sonrisas. Eras un motivo por el que soñar, por el que creer. Eras de esa clase de personas que hacen del mundo un lugar mejor y que transmiten paz allí donde van. Estar contigo era perderse en las estrellas, sentirse astronauta. Estar contigo era magnificar los sabores, los sentimientos, era vivir en una realidad cuatridimensional. Eras eso que sientes cuando vuelas en un sueño y no tienes miedo a caerte. Estar contigo significaba tener un zoológico en el estómago y hormiguitas en las manos.
Eras como ese libro que te engancha, esa canción que escuchas cien veces seguidas sin cansarte. Estar contigo era como estrenar zapatillas nuevas todos los días, como ese espejo en el que te miras y te dice lo guapo que eres. Eras la foto en la que mejor salía, la planta que vas viendo hacerse grande. Estar contigo era sacar matrícula en todos los ámbitos de la vida, comerse el mundo en forma de algodón de azúcar.
Eras el arcoiris que hace que merezca la pena la lluvia, que se valore más el sol.
Estar contigo era morir de amor.

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