sábado, 6 de febrero de 2016

Una imagen duele más que mil disparos

No me puedo creer que hace ya casi cuatro meses pudiera tumbarme contigo y abrazarte tan fuerte, rodearte la cintura con mis brazos y apoyar mi cabeza en tu pecho sin ni si quiera imaginarme el tesoro tan grande que tenía en ese momento entre mis manos. Ojalá nos hubiésemos quedado así para siempre. Muy pegados. No me puedo creer que hace ya casi cuatro meses me pudieras robar un beso mientras te estaba hablando, te tumbases encima de mis rodillas y te quedases dormido mientras yo te acariciaba la cara y terminaba de ver la película. Hace casi cuatro meses me seguías mirando fijamente para incomodarme, para provocarme. Hace cuatro meses tenía tantas cosas que ya no tengo, que me parece increíble el imaginar que un día las tuve. Que un día pude tocarte, que pude escucharte. No puedo creer que se haya acabado, que te hayas ido tan lejos después de todo lo que luchamos por estar juntos, por hacernos felices. No puedo encontrar nada que me motive lo suficiente, mi vida. No puedo encontrar la manera de dejar de sentirme tan sola. No sabes lo frustrante que es sentir que nadie te entiende, que nadie va a poder entenderme nunca. Nunca.
Saber que tendré que lidiar con todo esto yo sola el resto de mi vida... me mata.
No puedo seguir. No encuentro nada que me consuele, que me haga feliz. No encuentro nada que me haga volver a soñar, volver a tener ilusión por vivir. A veces pienso que estoy mejor, que voy a salir. Pero entonces me viene el recuerdo de tu voz, el olor de tu ropa, el recuerdo de todas las cosas que no pudimos hacer y no haremos y me duele tanto el corazón. A veces, y aunque intento evitarlo, me vienen imágenes a la cabeza del aspecto que tenías cuando estabas en el hospital. Y te juro que cada una es como un disparo directo en el pecho. La cara que tenías, tan blanca, con la cabeza rapada y esas barbas, con todo lleno de tubos que te salían de la nariz y de la boca. Me aprendía de memoria todas las constantes que salían en la maquina y hasta buscaba en internet lo que significaba cada raya para saber si estabas bien, si mejorabas. Ese olor que tenías tan horrible y a la vez tan familiar, tus pies blancos y fríos. No puedo soportarlo. Ojalá pudiera borrar esas imágenes de mi cabeza, ojalá pudiera superarlas y acordarme sólo de lo vivo que estabas siempre, de lo mucho que te gustaba hacer el payaso en cualquier parte.
No puedo dejar de pensar que ya nunca verás crecer a tus primos, a tus sobrinos, a tus propios hijos. Que ya no podrás cambiar de trabajo, encontrar uno que de verdad te gustase, seguir estudiando. No me puedo creer que ya no vayamos a vivir juntos, que no vayamos a hacer todos esos viajes que teníamos pensados. Las fiestas, las comidas en familia, los festivales. Todos los partidos de fútbol que me quedaban por ir a verte, las montañas de lacasitos, las pelis en el cine, las guerras de almohadas, las duchas frías, bañarnos en el mar. Hacer snorckel, las partidas de cartas, las cervezas, los cubatas, las palmeras de chocolate. Hablar y hablar hasta las tantas de la mañana toda la noche, las broncas, el amor. Todas las ganas, las tengo guardadas, a veces me matan, siento como me van consumiendo lentamente, devorando cada milímetro de mi organismo, buscándote.
Yo tampoco sé donde estás, pero sé que te necesito.
Que me quema el corazón desde que no estás y me arden tanto los pulmones...
Te amo, te quiero tantísimo mi amor.
Alioli azul.
Siempre conmigo, por favor.

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